Cazadores

Miré el sádico hombre con la cara desencajada por el dolor y la incredulidad. No acaba de entender como podía mantener su impertérrita sonrisa mientras colocaba el cuchillo en mi mano y me arrancaba una uña tras otra. Cuando acabó con el meñique de la uña derecha, pensé que iba a desmayarme de dolor, pero él me mojó la cara con agua fresca, y me dio unas leves palmaditas en la mejilla para que no perdiera el sentido.

- Emerald, bonita, no puedes perderte el espectáculo.

Yo intenté protestar, pero me encontraba tan desfallecida, que ni siquiera fui capaz, lo único que pude emitir fue un sollozo ahogado ante la visión de mi mano.

- Eh, eh,no me mires así, tú sola has buscado que te hiciera ésto, te has estado portando como una malcriada, aunque tampoco me sorprende en vista de la figura paterna que has tenido.

- No hables de mi padre

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