AMELIA LEAL — Buenos días. — La voz seductora y un poco ronca llega a mis oídos como una melodía perfecta, estirando los brazos levanto el torso y me siento en la cama, aún con sueño lo enfrento sonriendo.— Buen día. — respondo, sin resistirme y bajando la mirada a su cuerpo semidesnudo y mojado. que visión. Sus labios están curvados en una sonrisa arrogante, porque sabe que gobierna mi mente tanto como gobierna mi cuerpo. Sus brazos y pecho están descubiertos y gotas de agua de su reciente baño resbalan por su piel, haciendo más atractiva la vista.— Me encantan tus sudaderas. Permito que mis ojos deambulen entre sus piernas, donde la tela gris claro marca su bulto. Se ríe y se acerca a la cama.Lamo mis labios, bebiendo de él.Cuanta abundancia.— ¿Mencioné lo sexy que eres cuando te despiertas?— dice seductoramente, inclinándose y apoyando sus dos manos sobre la cama, igualando nuestras miradas. Muerdo mi labio, asintiendo con la cabeza— Dijiste eso ayer por la mañana y la mañana
HENRICO ZATTANI La depresión posparto es común entre las madres primerizas y generalmente es causada por cambios en las hormonas estrógeno y progesterona, que son responsables de los cambios en el cuerpo de una mujer desde la pubertad y tienden a trabajar más intensamente durante el embarazo. Algunas madres pueden verse afectadas al final del embarazo y sentir tristeza y desesperanza justo después del parto, estos cambios junto con un estado psicológico frágil pueden hacer más difícil esta depresión, por lo que es necesario el apoyo de los familiares y el seguimiento, aunque en la mayoría casos En la mayoría de los casos, el uso de medicamentos no es necesario y las sensaciones que impiden a la madre crear un vínculo más fuerte con su hijo cesan algún tiempo después del parto. Leí una y otra vez el artículo que encontré en algún blog de maternidad, enlazando con la información que el idiota le habló a Amelia en esa llamada telefónica, llegué a la conclusión de que tal vez este sea
AMELIA LEAL El taxista aparca en el portón de la casa en cuanto se lo pido y me bajo discretamente, mirando con incredulidad la escena que se desarrolla justo delante, dentro del portón. Mi madre está besando la mejilla de Guilhermino como si fueran amigos íntimos, él la envuelve en un abrazo y le entrega una carpeta con documentos. ¿Qué carajo está pasando aquí? No tenía idea de que estaban tan cerca. Se despiden y el hombre sube al taxi que lo estuvo esperando todo este tiempo, me escondo entre los arbustos que están de este lado del portón cuando el auto pasa a mi lado. Vuelvo mi mirada a mi madre y la veo entrar a la casa con una amplia sonrisa en los labios. Oh... ¿Están teniendo una aventura? — ¿Está mi padre en casa? — Pregunto una de las sirvientas apenas entro a la casa. — No señorita. ¿Quieres algo? Niego con la cabeza y ella sonríe, subiendo las escaleras. — ¿Dónde está mi madre? — En la oficina de tu padre. Le doy una sonrisa y la tapo, captando el destino de
HENRICO ZATTANIFue ayer por la mañana que la verdad llego en forma de sueño, recuerdo exactamente lo que pasó en esa fatídica noche, desde el momento en que salí de la casa hasta el momento en que me arrestaron, debí borrar la información de mi mente por el la adrenalina del recuerdo, la conmoción y la decepción también deben jugar su papel.¡Mierda, estoy furioso!No puedo dejar de reproducir las escenas en mi cabeza, cada vez que revivo el episodio una ira desenfrenada crece dentro de mí.— ¿Qué, alguien murió?— Guilhermino llega asustado, mirando a todos lados de la oficina.—Todavia no. Toma el camión, vámonos. —digo, bebiendo el vaso de whisky que me había servido hace unos minutos.Me mira con sospecha, perdido en mis reacciones. Entiendo, estuve tranquila en el desayuno, pero estaba pensando en qué hacer y cómo actuar.—Esto vino para ti. Me entrega un sobre marrón cerrado.— ¿Quién lo hizo? Recojo el sobre y lo inspecciono, notando que no hay nada más que mi primer nombre escr
AMELIA LEAL—¿O qué carajo está pasando aquí?La voz de papá hace que Pedro se aleje bruscamente y yo respiro más tranquila, dando gracias al Santísimo por eso. Miro agradecida en dirección a mis padres, pero todo lo que veo es su rostro hosco aún más cerrado, serio, completamente iracundo.— Pedro, ven a mi oficina.— dice mi papá, su voz calmada desmiente su expresión facial. Pasa como un cohete a nuestro lado y cierra la puerta de la oficina. Pedro besa al hijo que todavía está en mis brazos y hace lo que le pide, sin tener reparos en encerrarse en un cuarto cerrado con Augusto Leal.— ¿Qué dije sobre este tipo?— Mi madre se acerca, con el ceño aún peor que el de mi padre.—No hice nada. — Me defiendo, acunando al pequeño Arthur. Se retuerce, un poco agitado por el ruido de las voces, y mi madre baja el tono.— Lo vi, me acerqué a tu padre y lo vi besarte.Así que viste que no respondí.— No importa, este tipo es peligroso y la quiero lejos de él.Me río sin humor y la miro con incre
HENRICO ZATTANI Todo ese momento y pensé que el bastardo era solo un cretino travieso. —¡Qué carajo! Golpeo mi puño contra el volante, lo suficientemente irritado como para romperle la cara a la pequeña m****a de un solo golpe. —Necesitas calmarte, hombre. — gruñe Guilhermino a mi lado, agarrándose con fuerza a su asiento. No tengo tiempo para calmarme, de hecho quiero guardar todo mi enfado para cuando me lo encuentre. —El bastardo mató a sangre fría al novio de su madre, se casó con Aurora y cree que Amelia le pertenece. ¡No me pidas que me calme, m*****a sea! Mi esposa vive con un maldito asesino y no tiene idea. —Gruñido, pasando por delante de una Hilux en una maniobra arriesgada. —¡Mierda! —grita mi amigo, mirando por el espejo retrovisor al auto que adelanté. Acelero, paso los semáforos y arriesgo nuestras vidas, pero nada puede apartar mis pensamientos de la m*****a cara de esas fotos. —Trata de no matarnos.—Guilhermino sisea y yo no lo miro, solo acelero. — Di algo pa
AMELIA LEAL Mi sobrino duerme plácidamente en su asiento de auto en el asiento trasero, ajeno a las actitudes de su padre y eso me vuelve más protector. cubierto deValiente y decidida a no poner las cosas fáciles, trato de distraer a Pedro para descubrir nuestro destino. No me lo pone fácil y me da respuestas evasivas. — Aurora no se desmayó, ¿verdad?—Le hago la pregunta a Pedro, pero observo el rostro pálido y dormido de mi hermana. Me mira por el espejo retrovisor y se mantiene en silencio, manteniendo el arma en una de sus manos mientras conduce a gran velocidad. —¿Qué hiciste con ella? —Cállate, Amelia. —Me regaña, revisando a cada momento si alguien nos sigue. — ¿Mi padre sabe acerca de tus planes?— Silencio. —Mi madre trató de advertirme, ella sabe algo sobre ti. — Me llamo tu atención. — ¿A qué te refieres? pregunta. — Quería alejarme, pensé que era porque vio uno de tus besos, pero ahora creo que había otras razones. —Tu hermana está bien. Solo le di un sedante. —C
HENRICO ZATTANI— ¡Debo haberme vuelto loco por creerte! —gruño, tratando de no saltar encima del hombre y tomar el volante.—Me estás robando la concentración, muchacho. Mantén la boca cerrada. —Augusto gruñe a mi lado, conduciendo como una puta tortuga.Llego al límite de mi paciencia y golpeo mi puño contra la radio del auto, silenciando la melodiosa música que comenzó a sonar tan pronto como entré al vehículo.— Mira, no te lo voy a negar y decir que no imaginé formas de matarte, pero nunca pensé que sería capaz de matarme en el camino, pero si no aceleras esa m*****a coche voy a tener que hacer algo. resopla, dándome una mirada de soslayo y aumentando la velocidad, impidiéndonos pasar un semáforo en rojo.—¿De que manera? —Pregunta y el ojo confundido. — ¿De qué manera me matarías?—Pregunta para mi sorpresa.¿Qué clase de pregunta es esta?Me encojo de hombros.—Algo lento y doloroso. —murmuro, sin mirarlo directamente.—Sea más específico. —pregunta, llamando mi atención.— No im