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CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
AMELIA LEAL

—¿O qué carajo está pasando aquí?

La voz de papá hace que Pedro se aleje bruscamente y yo respiro más tranquila, dando gracias al Santísimo por eso. Miro agradecida en dirección a mis padres, pero todo lo que veo es su rostro hosco aún más cerrado, serio, completamente iracundo.

— Pedro, ven a mi oficina.— dice mi papá, su voz calmada desmiente su expresión facial. Pasa como un cohete a nuestro lado y cierra la puerta de la oficina. Pedro besa al hijo que todavía está en mis brazos y hace lo que le pide, sin tener reparos en encerrarse en un cuarto cerrado con Augusto Leal.

— ¿Qué dije sobre este tipo?— Mi madre se acerca, con el ceño aún peor que el de mi padre.

—No hice nada. — Me defiendo, acunando al pequeño Arthur. Se retuerce, un poco agitado por el ruido de las voces, y mi madre baja el tono.

— Lo vi, me acerqué a tu padre y lo vi besarte.

Así que viste que no respondí.

— No importa, este tipo es peligroso y la quiero lejos de él.

Me río sin humor y la miro con incre
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