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CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

HENRICO ZATTANI

Cuando legué a esa habitación y la vi en sus brazos, aterrorizada de tener un arma en la cara, no supe que hacer por un rato. Mi mente estaba perdida, llena de miedo. Entonces, cuandoFinalmente dijo algo y el bastardo nos vio, su reacción fue más rápida que la mía y su dedo se deslizó en el gatillo antes que el mío.

—Maldita sea.— fanfarroneo, arrodillándome junto a Augusto en el suelo, buscando el casquillo de bala. Eso estuvo demasiado cerca.

—¡Padre!—Alguien grita, pero no miro para comprobar cuál de las dos mujeres es.

—No te lo esperabas, eh.—El hombre bromea, bromeando sobre su estúpido paso frente a mí, haciendo una mueca de dolor mientras intenta sentarse. Frunzo el ceño, ignorando su discurso cuando observo la herida en su hombro.

—No pasó, pero creo que se alojó dentro de ti. Aunque eso fue una estupidez, gracias.—Deja escapar una risa seca y sin humor y agrega.

—¿Gracias es todo lo que obtengo por salvarte la vida?—Resoplé, tocándome el lugar cuando me di cu
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