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CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
AMELIA LEAL

— Buenos días. — La voz seductora y un poco ronca llega a mis oídos como una melodía perfecta, estirando los brazos levanto el torso y me siento en la cama, aún con sueño lo enfrento sonriendo.

— Buen día. — respondo, sin resistirme y bajando la mirada a su cuerpo semidesnudo y mojado. que visión. Sus labios están curvados en una sonrisa arrogante, porque sabe que gobierna mi mente tanto como gobierna mi cuerpo. Sus brazos y pecho están descubiertos y gotas de agua de su reciente baño resbalan por su piel, haciendo más atractiva la vista.

— Me encantan tus sudaderas. Permito que mis ojos deambulen entre sus piernas, donde la tela gris claro marca su bulto. Se ríe y se acerca a la cama.

Lamo mis labios, bebiendo de él.

Cuanta abundancia.

— ¿Mencioné lo sexy que eres cuando te despiertas?— dice seductoramente, inclinándose y apoyando sus dos manos sobre la cama, igualando nuestras miradas. Muerdo mi labio, asintiendo con la cabeza

— Dijiste eso ayer por la mañana y la mañana
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