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4. Esquivando situaciones incómodas

[Lilian Caballero]

Antes de salir al trabajo mi mañana estuvo caótica. Se me hizo tarde, me quede hasta altas horas de la noche mirando las redes sociales. Mi foto del beso con Roberto ya estaba circulando por todos lados, seguro hoy aparecía en el periódico. Me hervía la bilis que en una nota me hubieran puesto como la chica que se abalanzo sobre Roberto Abad. ¿En qué momento paso eso? Él fue quien me beso no yo a él. A mí no me importaba lo que los medios amarillistas pudieran decir sobre mí, pero si me preocupaba que pensaran mis amigos y mi familia sobre eso. De hecho, Ana ayer me habló por teléfono preguntándome de que se había perdido, porque no le había contado que tenía una relación con su cuñado. Sólo le dije que entre él y yo no existía nada, que en el hospital le platicaba. Lo que tenía planeado hacer es esconderme de ella hasta que se le olvidara. No tenía planeado ahogarme en un vaso de agua, no tenía por qué darles explicaciones a otras personas. Entre menos hablara sería mejor. Esa era mi personalidad o al menos en esto me había convertido después de que Miguel me hubiera abandonado para irse a Alemania, recuerdo que toda mi familia y amigos me compadecía porque estaba sola, porque nunca exprese mis sentimientos, era muy fría en ese aspecto. Sin embargo, pude salir de eso, pude superar a Miguel.

Ahora caminaba lo más veloz que podía a mi consultorio repasando mentalmente cuales eran las primeras consultas agendadas para el día de hoy. Guardo las cosas en mi locker y me pongo la bata. Me recojo el cabello que no pude peinar en una coleta decente y me maquillo rápidamente, un poco de lápiz labial y rubor y ya estoy lista para mis consultas de hoy.

Por medio del intercomunicador, le aviso a mi secretaria que ya estoy disponible para atender a los pacientes. Me responde que en seguida entra el primero. Así se fue toda mi mañana, ni si quiera salí a comer, quise avanzar a todos los pacientes que tenía agendados para este día para poder salir temprano del trabajo y no tener que toparme con Roberto. Él vendría a la junta a la que mi padre lo cito. Si, parecería que era una cobarde pero no me importaba, no quería problemas.

Eran las cinco de la tarde, justo a tiempo para irme del hospital pasando desapercibida, así no tendría que lidiar con mi padre, no tendría que ver a mi hermano y no tendría que quedarme a hablar con Ana. Mi plan era perfecto hasta que apareció en el consultorio, una rubia, podía ver como desprendía furia de sus ojos. Trague saliva. Cierra la puerta de mi consultorio con seguro sin apartar la vista de mí.

Sabía perfectamente quien era ella. La novia de Roberto, Andrea García.

—¡Tú! Lilian Caballero, como te atreves a meterte con hombres ajenos —comienza a gritarme casi en la cara, estoy estupefacta ni si quiera me muevo.

—Yo… yo… —titubeo. No tengo con que defenderme ni si quiera la conozco, pero luego recuerdo lo que Roberto me dijo sobre ella entonces me armo de valor para contestarle.

—Disculpa, pero no puedes entrar a mi consultorio, así como así, o te calmas o le llamaré a seguridad para que te echen – le digo de manera firme.

Sonríe con altanería.

—Roberto… mi novio —recalca, ruedo los ojos con impaciencia — es también dueño de este hospital, así que no creo que seguridad se atreva a echarme, sólo porque una empleada lo dice – me afirma con arrogancia.

¿Quuuueeeé?

Pero en eso tiene razón, más por que Roberto y mi padre están aquí en el hospital, necesito evitar que esta chica arme un escándalo.

Suspiro.

—¿Dime que es lo que quieres? Si te hace sentir más tranquila debes saber que no estoy interesada en Roberto – le respondo con un deje de indiferencia.

Frunce el ceño.

—¿Me estas queriendo decir que fue él quien te beso? – me cuestiona incrédula.

Así fue, aunque no me creas, pienso en mi interior — fue un accidente —es lo único que se me ocurre decir —me disculpo si te he ofendido, pero no volverá a pasar, yo no sé qué tipo de relación lleven ustedes, pero por mi parte no me volveré a acercar a él, todo ha sido un mal entendido – le dejo claro con firmeza.

Ella me observa con la mirada. Da un paso al frente es algo más alta que yo, puedo percibir el olor de su perfume caro.

—No está de más que te diga que si te acercas a Roberto me encargaré de hundirte y que nadie vuelva a confiar en ti como doctora, soy Andrea García, figura pública y tengo contactos que pueden perjudicarte como no tienes idea — sonríe con malicia, entonces fue por eso que los medios tergiversaron la nota de ayer, haciéndome ver como una mujer fácil.

Abre la puerta, me mira de reojo y se va.

Respiro hondo, tuve que contenerme de no echarla con mis propias manos.

Salgo del consultorio y camino por el pasillo. ¡Trágame tierra! Arturo, Ana, Roberto y su novia están en la sala principal del hospital platicando sobre algo. Roberto tiene abrazada a su novia por la cintura y eso me causa una extraña sensación de incomodidad. Camino como si no los viera, pero mi misión falla cuando escuchó la voz de mi padre.

—¡Lily! Ven por favor —me giro.

Ellos también se giran a verme, camino hacía donde mi padre.

—Hija, ¿ya te vas? —pregunta mi padre extrañado viendo su reloj que apenas son las cinco con veinte minutos.

—He adelantado mis citas durante mi hora de comida, espero no te moleste ya que tengo un compromiso que atender — miento y me maldigo por dentro pero no le puedo decir que mi intención era no toparme a ninguno de ellos a la salida, si no hubiera sido por que la rubia molesta fue a buscarme todo hubiera salido conforme a mis planes.

—Necesito hablar contigo sobre un asunto muy importante Lily, tiene que ser hoy — sentencia mi padre, entrecierro los ojos — te espero en casa para cenar, no faltes – me dice con seriedad.

—Está bien papá te veo a las ocho —me despido de él con un beso. Notó que mira de reojo a Roberto con inquietud, lo más seguro es que ya haya visto las noticias. Me doy media vuelta y sigo mi camino.

—Doctora Lily —escuchó una voz chillona conocida cuando paso cerca de donde se encuentra mi amiga con su familia, me detengo — no sabía que eras hija del propietario del hospital — dice la rubia, veo como se pega aún más a Roberto.

Sonrío falsamente, ya no me queda de otra más que saludar.

—Hola chicos… Arturo hace tiempo que no te veía — espeto tratando de proyectar la alegría que no siento.

—Lo sé, ¿cómo has estado? —dice él, Ana me mira intranquila ellos también ya lo saben, pero como son mis amigos, disimulan y eso me da un poco de paz.

—Muy bien, de hecho, ahora mismo tengo un compromiso por eso es que tengo algo de prisa espero verlos pronto — digo zafándome cuánto antes de este incomodo momento ya que he sentido la mirada de Roberto clavarse sobre mí. Evito mirarlo, si cree que me va a incomodar su presencia está muy equivocado. Definitivamente se lidiar con estas situaciones.

—Esta semana pasare a visitarte por la tarde —sentencia mi amiga, asiento. Se que Ana no se rendirá hasta tener esa charla conmigo —también llevaré a Lisa y a Diego conmigo —suelta con una risita, la cual respondo de la misma manera.

—Me encantará verlos, como extraño a mis sobrinos — al decir esto la rubia se queda atónita, no esperaba ese comentario de mi parte, río en mi interior, los hijos de Ana y Arturo me quieren más a mí que a ella y eso que yo no soy familia directa. Roberto desvía la mirada.

—¿Pero ya te vas? —suelta la rubia, no entiendo ese afán de prolongar este momento —cuñadita ¿me presentaras con tu amiga? – demanda de manera despreciablemente falsa.

Ana abre los ojos como platos.

—Eh… si, claro —me mira y yo hago una mueca —ella es Lilian mi mejor amiga, Andrea ella es la novia de Roberto – Ana tambien se nota incomoda.

—Mucho gusto, he oído hablar mucho sobre ti —dice ella en tono irónico.

—Igualmente, te había visto antes en los programas de la televisora local, eres mucho más bella en persona —los cuatro se me quedan viendo, ahora mismo no entienden mi actitud y eso me satisface —lamento no quedarme a charlar, pero tengo un compromiso, nos vemos luego – digo con indiferencia.

Me despido y sigo mi camino. Cuando salgo del hospital me detengo a respirar un poco de aire. Mi corazón late con fuerza como si quisiera salir de mi pecho, pero creo que he manejado bien la situación. Ahora sí, ya no más Roberto Abad en mi vida.

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