51| Sacrificio.

Val se removió con tanta fuerza que las cuerdas le cortaron las muñecas, las manos frías del hombre sobre los pechos la asquearon. De verdad tuvo miedo de que al final Siervo sí lograra conseguir lo que quería y que Gabriel lo viera todo.

El hombre estaba sentado ahí en frente, con la mirada inexpresiva y los ojos clavados en el suelo.

— Quiero que mires — le dijo Siervo — ¡Mírame! — le gritó y Gabriel saltó en la silla y levantó la mirada. Val tenía rabia y miedo — quiero que mires como me voy a coger a la niñita que criaste. ¿Recuerdas cuando era niña e inocente? ¿lo recuerdas, Gabriel? Tú me la vendiste, me vendiste su virginidad, no te hagas el santo ahora.

Apretó de nuevo con fuerza los pezones de Val y ella gritó de nuevo, luego la mano del hombre comenzó a deslizarse por el vientre de Val, como una víbora fría y húmeda. Metió la mano por entre los pantalones, y trató de bajar la mano allí, pero ella apretó las piernas con fuerza.

— Déjame entrar — le susurró con su asqueros
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