Las manos de Caleb sudaban con intensidad, así que se limpió las palmas en el pantalón mientras esperaba en la incómoda silla del doctor. Harry estaba de pie en la ventana, le estaba dando su espacio, pero estaba lo suficientemente cerca como para que Caleb se sintiera acompañado. — ¿Y si sale negativa? — dijo y el pelinegro se acercó a él y se sentó a su lado, luego lo rodeó con el largo brazo y lo apretó contra su cálido cuerpo. — Sea lo que sea, yo estoy contigo — Caleb sintió que se le calentó la cara. — No me malinterpretes — le dijo el menor — me alegra que estés aquí, pero, ¿por qué estás aquí? — Este es un día muy tenso e importante para ti, y no tienes muchas personas que te apoyen en algo tan decisivo, quiero acompañarte — Caleb le dio un beso casto en el pómulo. — Gracias — Harry le sonrió y se estaban mirando a los ojos cuando la puerta se abrió y doña Keira entró acompañada del doctor. La mujer fingió no ver la cercanía de los dos hombres y Caleb lo agradeció, era a
Cuando doña Keira le dio la noticia, Caleb se quedó paralizado por un momento mirando por la ventana. Las palabras resonaron en su mente por un largo minuto, apretó el celular con tanta fuerza que la pantalla se puso de colores. — ¿Caleb? — preguntó la mujer — Lo siento, trata de calmarte, llamaré a Harry para que vaya para allá. — No — murmuró despacio, la voz le salió airosa, no quería llorar — envíame los resultados — y luego cortó la llamada. Esperó ahí de pie frente a la ventana, inmóvil, hasta que llegó el correo con los resultados de la prueba de ADN y pasó un largo rato leyéndolos. No había dudas, ya no. Tomó un abrigo y salió a la calle, la lluvia se había convertido en un aguacero incesante que provocó arroyos por las calles. Caleb buscó caminar por las aceras para no mojarse con la lluvia, no quería conducir y a donde iría estaba relativamente cerca, pero el aguacero le empapó los pantalones y el frío se le coló en los huesos. El mar, a los lejos, sonaba furioso y revo
Val miró asombrada la expresión de Caleb, se veía… perdido, como abandonado, parecía mucho más joven de lo que era con la cara pálida y el cabello mojado sobre el rostro, como un adolescente rebelde y vívido. — ¿De qué hablas? — le preguntó. — Que quiero que me incluyas en tu venganza — los ojos estaban enrojecidos y cuando Val estiró las manos él no dudó un segundo y corrió hacia ella y la abrazó.— ¿Qué pasó? — le preguntó Val cerrando la puerta con el pie — Caleb, dime. — Es verdad — susurró y la abrazó más fuerte, empapándola — Jhon no es mi papá, hicimos una prueba de ADN. Hablé con él — Val lo apartó para mirarlo a la cara. — ¿Lo admitió? — Caleb asintió. — Lo hizo, Val, descaradamente me admitió que me robó en el hospital porque necesitaba a un hijo que pudiera comprometerse con Ana Leticia… porque era lo que Alexander quería. Ese hombre no es más que un títere atrapado en la telaraña de Alexander… tenemos que detenerlo. Sin son capaces de hacer esto, son capaces de hacer
Cuando el auto arrancó Val se puso su cinturón de seguridad. Gael había decidido conducir a pesar de que Val no lo quería. El último chofer que los había llevado había muerto con un vidrio clavado en el ojo y esa imagen aún atormentaba a Val. Se sentó en el asiento de atrás con Ana Leticia, por alguna razón le pareció descortés dejarla atrás sola. La muchacha estaba pensativa. — No voy vestida para la ocasión — comentó, aunque parecía más bien para sí misma. — No te preocupes por eso, no creo que haya mucha gente, de todas formas, pero… ¿estás bien? — Ana Leticia blanqueó los ojos. — No tienes que fingir que te importa — Val se cruzó de piernas y observó la carretera, Gael conducía en silencio, pero muy atento a todo lo que pasaba atrás, Val sentía su mirada por el retrovisor y eso la hizo sentir acompañada. — En realidad, sí que me importa, nuestras vidas están entrelazadas de tantas maneras… ¿Qué te pasa? — Ana miró por la ventana y apretó el bolso contra su regazo. — Caleb te
El resto del entierro sucedió en un silencio abrumador, cada quien perdido en sus propios pensamientos, observando cómo los hombres paraban la tierra hasta que el ataúd quedó completamente cubierto. Eva dejó una corona de flores sobre el montículo de tierra y los pocos visitantes comenzaron a alejarse poco a poco. — Entonces nos veremos cuanto antes — le dijo Salma a Val. — Haremos la prueba de ADN esta misma semana — la mujer se fue y Val logró ver en la pareja una especie de luz, un brillo en sus expresiones. No solo habían encontrado a su hijo, si no que supieron que había tenido una buena vida… al menos una llena de comodidad y privilegio. Ana Leticia y Eva no se apartaron en todo el rato y Val las vio hablar bastante, mucho, de hecho. Intercambiaron números de teléfono y se dieron un fuerte abrazo como despedida. Val también la abrazó y la mujer fue la última en quedar junto a la tumba de su esposo. Cuando subieron al auto, Val notó como el gesto de Ana Leticia era más calmad
Gael detuvo el auto en una casa a las afueras de la ciudad y Val se preguntó qué tenían todos con las afueras, luego de que bajó del auto y vio a los guardias forrados en trajes con chalecos anti balas y un arsenal de armas lo entendió. — Cada vez pienso que esto está mal — le dijo Gael y Val asintió, luego se aferró a su brazo y caminaron juntos hacia la entrada. Pasaron al lado de varios hombres, pero ninguno los detuvo, de seguro los conocían. — para ser exactos, la mayoría fue la que te rescató, así que nos conocen — le contó Gael. Cuando llegaron a la puerta tocaron un par de veces hasta que esta se abrió y Keira salió. Se veía muy bien, fuerte y atractiva a pesar de sus ya casi cincuenta años. Val había notado que desde que se alejó de Alexander la mujer se había recompuesto. — Qué bien tenerlos aquí — dijo la mujer y los abrazó a ambos — estamos planeando la incursión a la bodega hoy, será complicado. ¿Quieren chocolate caliente? — Val asintió y Gael negó. Una empleada traj
Val vio como Itsac corrió en todas direcciones, presionando varias combinaciones de números en los teclados y pasando de una pantalla a la otra con la cara pálida y los labios apretados. — ¡Toro! — lo llamó, pero el radio solo envió estática del otro lado.Val no imaginó la desesperación que debía tener Itsac, Toro era casi como un padre para él y Val pensó que nadie debería perder dos padres en una sola vida. La pantalla estaba naranja, la explosión había dejado una mancha de calor tan grande que cubría toda la pantalla y los puntitos que indicaban dónde estaban las personas se perdían. — ¿Qué haremos? — preguntó Keira, la mujer también estaba pálida — ya sé que hacer — dio la vuelta y corrió dentro de una de las habitaciones. Itsac estaba pálido y Val avanzó hacia él. — Ya verás que todo estará bien, ellos están dentro de la bodega, solo tienen que resistir el ataque de los que vienen de afuera — pero Itsac negó. — Alexander es capaz hasta de bombardear la bodega para no deja
Caleb se puso de pie y se limpió la sangre que le salía de la nariz, Jhon no era su padre, ni de sangre ni de alma, lo dejaría ahí a morir y eso le pareció la cosa más cruel del mundo, pero él tenía un as bajo la manga. Miró las llaves que le había quitado a Alexander y esperó un tiempo prudencial, pero como no regresaban imaginó que no se dio cuenta. Lo primero que intentó fue abrir la celda hacia el elevador, pero no funcionó, irremediablemente estaba atrapado. Con las llaves abrió la otra puerta que daba a la caja fuerte y estas sí abrieron. La caja tenía una contraseña con una perilla que giraba y Caleb recostó la frente en el frío metal de la caja.«Ahora sí estoy perdido» se dijo, pero luego las palabras de el mismo Alexander llegaron a su mente: “Mi memoria ya no es la de antes” había dicho el hombre y Caleb miró la perilla. — ¿Sería tan idiota? — se preguntó y movió la perilla poco a poco… uno… dos… seis… dos… era la contraseña del elevador y soltó una carcajada enorme cuan