Val se recostó en la cama y trató de dormir, pero en cuanto cerraba los ojos regresaba a ella la discusión que tuvo con Gael. Le había dicho que la amaba, se lo había dicho y Val lo había abandonado como a un perro, borracho y triste. ¿Le habría dicho la verdad o simplemente la manipula como siempre?Habían compartido un año juntos, y así como ella llegó a sentir atracción por él durante ese tiempo, ¿él también por ella? Se sentó en borde de la cama a observar la Luna que salía por el horizonte, ya no quería confiar en nadie, se sentía tan pero tan cansada que desearía acostarse y dormir por siempre, pero no podía, no podía dejarlo todo, si dejaba a su padre continuar con eso morirían miles de personas, si en su manos estaba el poder detenerlo, sería una cómplice si no lo hacía.Se recostó de nuevo en la almohada y trató de dormir. Alguien llegó temprano a decirle que bajara a cenar, pero Val le indicó que no tenía hambre. Lo cierto era que sí tenía un poco, pero sentía el estómago
Val se agarró al cuerpo de Salma para no caer presa del pánico. No podía ser que Gael la tuviera tan vigilada que apenas llevara un minuto en el lugar y ya la estuviera acosando. ¿acaso no le había quedado claro que no quería verlo? Dio la vuelta y miró la puerta. — Ya no quiero verlo, Salma, él me mintió y me manipuló, me usó en su venganza yo…— Yo lo atenderé, no dejes que te vea — Salma caminó hacia la puerta y Val corrió a la ventana, miró hacia afuera por un pequeño agujero en la tela y el corazón le dio un vuelco cuando lo vio. Gael estaba vestido con la misma ropa del día anterior, se veía sucio, con el cabello tan despeinado y ojeroso que parecía varios años menor, como un muchacho rebelde y despistado… casi que en realidad lo era, a veces olvidaba lo joven que era el hombre. Cuando Salma abrió la puerta Gael la miró con una expresión de alivio y preocupación. — Doña Salma — le dijo él — Es Valentina… no logro encontrarla, sabe que Siervo la está buscando, peleamos ayer
DOS MESES DESPUÉS.Gael tiró los papeles sobre el escritorio y estos cayeron con un sonoro golpe que hizo saltar a Caleb al otro lado. Se sentó con pesadez en la silla, agotado, se sentía tan cansado que ya no era capaz de entender por qué hacía todo lo que hacía, ni de dónde sacaba energías para levantarse cada mañana, se sentía como un zombi, moviéndose solo por instinto. — Me gusta tu cabello largo — le dijo Caleb, Gael ya sabía que el hombre era bisexual, no era el primer cumplido que le hacía, y ante ese comentario antes hubiera respondido con gracia, pero estaba sin ánimos. — No he tenido tiempo de ir a la peluquería — comentó mientras se acomodaba el mechón detrás de la oreja. Antes de lo que había pasado con Valentina ya lo tenía un poco largo, y llevaba dos meses sin pasarse casi que ni el cepillo. — No importa, se te ve bien — Caleb tomó los papeles que le había dado Gael y los contempló por un largo minuto en silencio, luego levantó la mirada — ¿entonces no sabías nada?
Val se ajustó el abrigo cuando una brisa fresca entró por la puerta del restaurante, hacía frío y era noche cerrada. En la mesa de al lado estaba Itsac, el hombre no la dejaba en ningún momento y Val se sentía relativamente protegida a su lado. Nada que ver con lo que sentía estando con Gael, pero definitivamente sí la hacía sentir mejor. Si Val creyó que Gael era misterioso, Itsac era el doble. No había preguntado directamente pero jamás pudo asegurarse de qué exactamente era lo que Alexander le había hecho como para que quisiera destruir BioGen y Val se sintió en un círculo sin salida, ¿siempre estaría rodeada de gente tan misteriosa? Toro le había dicho que debía ofrecerle lo que Alexander le había quitado para que él la ayudara, pero el hombre había accedido con más facilidad así que Val no se vio en la obligación de usar esa estrategia y se quedó con las ganas de conocer qué era lo que motivaba al hombre. — Ahí viene — le dijo Itsac y Val se irguió en la silla. Lo cierto er
Todo estaba preparado, Gael tenía los papeles con los balances sobre el escritorio y estaba ajustando los últimos detalles, pero le era imposible concentrarse del todo, su mente viajaba una y otra vez al televisor donde había podido contemplar la imagen de Val. Estaba bien, sana, se veía rebelde con el cabello corto. Se preguntó qué había sido de ella, dónde había estado y con quién y eso lo mantuvo despierto toda la noche. Le era imposible contemplar las cosas que había dejado en su habitación sin morirse del remordimiento, y se envió a su celular las inocentes fotos que ella se había tomado en el que él le regaló y las observaba a cada rato como un masoquista, como si le gustara sentir el dolor, como si lo necesitara para recordarse que era un hombre malo, que había hecho cosas malas y que merecía el dolor que estaba sintiendo. Caleb entró por la puerta, se veía radiante con su traje azul y el cabello peinado. Gael lo observó, era un hombre atractivo, joven y lleno de energía a pe
Val esperó que externamente no se le notara lo nerviosa que estaba, las manos le sudaban y cuando vio los oscuros ojos de Gael puestos en ella creyó que perdería todas las fuerzas. Se tuvo que sentar para evitar que la debilidad la derribara, había mucha gente en esa sala y ella solo podía sentir la presencia de Gael, de su mirada sobre su cuerpo, de su aliento acelerado. Le hubiera vendido el alma al diablo no más por saber qué pasaba por la mente del hombre, pero debía guardar compostura, debía hacerlo. Ferney había resultado un aliado fundamental, el hombre gordito aplaudió una sola vez. — Bien, a votar — dijo el hombre y todos se pusieron terriblemente tensos. — ¡Esto es ridículo! — bramó Jhon, el papá de Caleb, estaba muy rojo y su hijo a su lado se veía abatido y Val se sintió mal, tan mal que procuró no mirarlo, se sentía culpable y sucia. — No, no lo es. En estos papeles está sustentado legalmente todo lo que les estoy diciendo — les dijo Itsac y tiró los papeles hacia el
Val retrocedió lo más que pudo en el estrecho elevador y se apoyó en la esquina más alejada de Gael. El hombre presionó un botón en el teclado y el aparato se quedó quieto. — ¿Qué diablos estás haciendo? — le preguntó Val enojada, aunque lo cierto es que estaba más nerviosa que otra cosa. El elevador se llenó del olor del hombre, de esa loción seria y masculina y de su olor, el de él.— Eso mismo te pregunto yo a ti, ¿Qué estás haciendo? — Val se movió y estiró la mano para destrabar el elevador, pero Gael se interpuso — no puedes estar desaparecida todos estos meses y luego aparecer así, de esa forma…— ¡Claro que puedo! — bramó Val, quiso empujarlo por el pecho para demostrar lo enojada que estaba, pero no quiso tocar su fuerte y cálido torso — soy una adulta y puedo hacer lo que me dé la gana — Gael se pasó los dedos por el cabello. — Esto es mi culpa — murmuró. — Sí, claro que lo es — pero Gael se recostó de la pared, a Val le pareció que se veía cansado, ¿había bajado de peso?
Cuando Val entró al auto Toro ya estaba ahí y se quitó el auricular que tenía en el oído. Val recordó que tenían conexión directa con el micrófono que tenía en el bolsillo. — Lo escuchaste todo — le dijo Val y Toro negó. — ¿De qué hablas? Me desconecté en cuanto salieron de la sala de juntas — Val sabía que era mentira, pero agradeció el gesto por intentar hacerla sentir menos incómoda. Itsac entró después de un momento, su pálida cara comenzó a pasar del rojo rabioso al verde asustado y Val se sintió un poco mal, pero no volvería a cometer los mismos errores que con Gael. — Cuenta — lo apresuró Val y el auto arrancó. — No es una historia tan larga, de hecho — comentó bajito y Toro miró por la ventana, como si alejándose de la conversación les diera intimidad. Val estaba en medio de los dos, y a pesar de que el auto era lo suficientemente amplio para que no se tocaran sintió la tensión en el cuerpo de los dos hombres. Itsac guardó silencio un rato y apenas cuando el auto pasó l