Val esperó que externamente no se le notara lo nerviosa que estaba, las manos le sudaban y cuando vio los oscuros ojos de Gael puestos en ella creyó que perdería todas las fuerzas. Se tuvo que sentar para evitar que la debilidad la derribara, había mucha gente en esa sala y ella solo podía sentir la presencia de Gael, de su mirada sobre su cuerpo, de su aliento acelerado. Le hubiera vendido el alma al diablo no más por saber qué pasaba por la mente del hombre, pero debía guardar compostura, debía hacerlo. Ferney había resultado un aliado fundamental, el hombre gordito aplaudió una sola vez. — Bien, a votar — dijo el hombre y todos se pusieron terriblemente tensos. — ¡Esto es ridículo! — bramó Jhon, el papá de Caleb, estaba muy rojo y su hijo a su lado se veía abatido y Val se sintió mal, tan mal que procuró no mirarlo, se sentía culpable y sucia. — No, no lo es. En estos papeles está sustentado legalmente todo lo que les estoy diciendo — les dijo Itsac y tiró los papeles hacia el
Val retrocedió lo más que pudo en el estrecho elevador y se apoyó en la esquina más alejada de Gael. El hombre presionó un botón en el teclado y el aparato se quedó quieto. — ¿Qué diablos estás haciendo? — le preguntó Val enojada, aunque lo cierto es que estaba más nerviosa que otra cosa. El elevador se llenó del olor del hombre, de esa loción seria y masculina y de su olor, el de él.— Eso mismo te pregunto yo a ti, ¿Qué estás haciendo? — Val se movió y estiró la mano para destrabar el elevador, pero Gael se interpuso — no puedes estar desaparecida todos estos meses y luego aparecer así, de esa forma…— ¡Claro que puedo! — bramó Val, quiso empujarlo por el pecho para demostrar lo enojada que estaba, pero no quiso tocar su fuerte y cálido torso — soy una adulta y puedo hacer lo que me dé la gana — Gael se pasó los dedos por el cabello. — Esto es mi culpa — murmuró. — Sí, claro que lo es — pero Gael se recostó de la pared, a Val le pareció que se veía cansado, ¿había bajado de peso?
Cuando Val entró al auto Toro ya estaba ahí y se quitó el auricular que tenía en el oído. Val recordó que tenían conexión directa con el micrófono que tenía en el bolsillo. — Lo escuchaste todo — le dijo Val y Toro negó. — ¿De qué hablas? Me desconecté en cuanto salieron de la sala de juntas — Val sabía que era mentira, pero agradeció el gesto por intentar hacerla sentir menos incómoda. Itsac entró después de un momento, su pálida cara comenzó a pasar del rojo rabioso al verde asustado y Val se sintió un poco mal, pero no volvería a cometer los mismos errores que con Gael. — Cuenta — lo apresuró Val y el auto arrancó. — No es una historia tan larga, de hecho — comentó bajito y Toro miró por la ventana, como si alejándose de la conversación les diera intimidad. Val estaba en medio de los dos, y a pesar de que el auto era lo suficientemente amplio para que no se tocaran sintió la tensión en el cuerpo de los dos hombres. Itsac guardó silencio un rato y apenas cuando el auto pasó l
Cuando Val se despertó cayó sentada en la cama presa de una pesadilla. Soñó que Gael salía despedido por la puerta de un avión y que ella lo veía caer sobre una jungla espesa que poco a poco se transformó en el rostro de Itsac. Tenía la ropa pegada al cuerpo del sudor y se sentó en el borde de la cama con la respiración acelerada y luego se fue a la ducha y se bañó con el agua super fría. Cuando salió, contempló las maletas bien empacadas y sintió un extraño desasosiego. Desde que dejó la casa de sus padres de crianza, Val no había tenido ni un solo lugar que llamara hogar, con Gael apenas comenzó a sentir que era su casa todo se fue al traste, y ahora, tendría que dejar la hacienda para ir a la ciudad a ejecutar el plan de acabar con su propio padre. — ¿Saldré de esto alguna vez? — se preguntó en voz alta, pero no tenía una respuesta. Bajó las maletas y las dejó al lado de las de Toro e Itsac que también se mudarían. El lugar estaba lleno de hombres de seguridad y Val reconoció u
Cuando el auto arrancó por la calle Val apretó las manos para que dejaran de temblarle, no solo estaba nerviosa por la compañía de Gael, si no por la conversación que tuvo a solas con su padre. — ¿Cómo te fue con Alexander? — le preguntó él y Val lo miró. Imaginó que tendría micrófonos también en la oficina del hombre, pero se encogió de hombros. — Creo que bien, estar en su presencia me atormenta. — Pues debería, ¿creerás que se va a quedar de manos cruzadas, Val? Puede que intente matarte nuevamente, confía en mí. — ¿Y cómo podría confiar en ti? Me dijiste que Keira fue la que me mandó a matar, y mentiste, puede que mientas ahora también — Val quería seguir estando furiosa con él, pero había algo que la detenía. ¿acaso ella misma no estaba mintiendo y manipulando para quitar a Alexander de su futuro? — Sé que no merezco perdón, pero lo que te mostraré hoy no tanto para que me perdones, es para que entiendas que lo que haces es peligroso — Val dejó escapar el aire con frust
Caleb respiró profundo mientras subía por las escaleras del lugar, apretó el celular con fuerza y sintió que el corazón se le saldría del pecho. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, muy mal, pero no le importó, estaba harto de tener una vida perfecta, de una conducta intachable, ¿y todo eso para qué? Para terminar casado con la mujer más inmadura y mimada del mudo. No, antes de comprometerse por completo con Ana Leticia haría lo que siempre debió haber hecho. Tocó la puerta un par de veces y el celador lo miró extraño, tal vez lo reconocía de las noticias. — Busco a Harry Belmonte, está aquí en una sesión de fotos — el celador miró en la pantalla del computador. — Normalmente no dejo pasar a desconocidos, pero sé quien es, el joven de la familia Barret… imagino que son cosas de negocios. Pase — Caleb le agradeció con un asentimiento de cabeza y llegó hasta el elevador. Hasta donde tenía entendió según lo que investigó, el hermano de Gael estaba en el piso ocho, y descubri
Val pasó primero por la casa de Salma, llevaba un buen rato sin visitarla y la mujer la regañó de nuevo. Lo que hacía no estaba bien, pero Val no podía detenerse, ya no.Val lloró en el taxi de regreso a la ciudad. Lo que le había dicho Gael… tenía toda la razón, ella estaba actuando de la misma forma, era una hipócrita, una insensata, lo juzgaba por usarla y ella ya se había convertido en una titiritera. Cuando descubrió la verdad Gael le había pedido que dejaran todo y huyeran, y aunque en ese momento Val se sentía demasiado ofendida con él, el día anterior en su reencuentro se lo había pedido nuevamente y Val no tuvo el valor para admitir que sí quería hacerlo, porque estaba siendo una egoísta.— Esto te traerá problemas — le dijo Salma — deja estas ideas de venganza, niña, te llevarán a un abismo — pero Val negó.— Ya no hay marcha atrás, necesito eso — luego le agarró las manos — cambiando de tema, ¿Sabes algo de Gabriel o Eva? — la mujer negó.— Tus padres desaparecieron… lo sie
Val se recostó de su nuevo escritorio en el que ni siquiera se había apoyado una sola vez. Keira la miraba de frente, con los ojos clavados en ella y las pupilas dilatadas. Val pasó saliva y trató de erguirse, pero los tacones le impedían enderezarse bien y tuvo el impulso de quitárselos y lanzarlos lejos. — Doña Keira — murmuró bajito con la voz conmovida. La mujer sonrió con tranquilidad y luego caminó hacia Val y cuando llegó con ella la agarró por los hombros y la observó. — Lo sabía — dijo la mujer — desde el primer momento en que te vi sentí algo aquí — agarró la mano de Val y la puso sobre su pecho, el corazón de la mujer estaba acelerado — cuando supe la verdad me sentí tan mal, que me alejé, todos estos meses no estuve, pero ya regresé — Val le apartó la mirada avergonzada. — Lo siento — los ojos se le llenaron de lágrimas — de verdad lo siento, siento ir a su casa con mentiras y haber hecho todo lo que hice. Yo pensaba que usted sabía toda la verdad y que también merecía