Cada vez que algo aquejaba a Nimh, visitaba la celda de los dragones para calmar sus nervios. Eran unas bestias imponentes y fascinantes, y le gustaba observarlos, aunque hubiese preferido que se encontraran en libertad.
Escuchó a Mordred acercarse detrás de ella, y se adelantó a preguntar, antes de que él le diera alguna indicación sobre lo que tendría planeado para el día de hoy.
- ¿Podemos devolver algunos a su hábitat? De forma experimental.
- Podríamos Nimh, pero por el momento tenemos cosas más importantes que resolver. Te traje tu nuevo elixir. Debes beber dos por día. Yo me encargaré de eso, no debes preocuparte.
Nimh no dijo nada. Continuó observando a los dragones. Se encontraban encerrados en un campo de fuerza que Mordred había construido y sólo podían levantar vuelo por unos pocos pies de altura, lo que preocupaba a Nimh. Quería que sus necesidades fuesen cubiertas para que estuvieran satisfechos, y más aún cuando Mordred había logrado qu
Nimh continuó pasando tiempo en la celda de los dragones, y Mordred creyó que podía utilizar su vínculo con ellos para atacar la Ciudadela, así que permitió que los montara. Un día que ella estaba con los cachorros de dragón, Mordred se acercó. - No olvides tu entrenamiento de loba, Nimh -dijo. - No lo olvido. - He estado pensando… Tus dragones encajan a la perfección en mi plan. Para crear un nuevo orden es necesaria la destrucción y qué mejor que el fuego para destruir. Nimh giró su cabeza para mirarlo de reojo. - Tú puedes atacar por aire mientras yo lo hago por tierra -dijo Mordred. Los ojos de Nimh brillaron. - Así que dejarás que vuele. - Claro que lo haré. Sabías que lo haría. Todo a su determinado momento. No podemos apresurar las cosas. El problema contigo es que quieres las cosas ahora mismo porque eres muy joven todavía, pero tienes que aprender a dejar que las cosas maduren. - ¿Cuándo lo hare
Gwyneviere buscó rápidamente algo entre las cosas de Meredith para vestirse y salió hacia el Bosque de Druwyddrerm a través de un portal. Una vez allí, buscó a Arabella. Advirtió a los druidas sobre el regreso del Nigromante, aun sin saber cuáles eran exactamente sus planes y les dijo a Eamon y Meredidith que la siguieran. - ¿Qué sucede, Gwyn? -preguntó Meredith. - No lo sé aun… Iremos a Emyrddrin por un tiempo, hasta que sepamos a qué nos enfrentamos. Sólo sé que tomaron la Ciudadela. No podemos volver allí. No he tenido tiempo de avisar al Alto Consejo, pero no puedo arriesgar a mi familia. Abrió un portal y los llevó a Emyrddrin. Allí se dirigieron a casa de Katya. Gwyneviere golpeó la puerta, y por la urgencia de los golpes, Katya no tardó nada en contestar. - ¡Eres tú! -dijo alegremente-. Y, adivino, los padres de Vandrell. Encantada, soy Katya -agregó estrechando las manos de Eamon y Meredith-. Un honor haber conocido a su hijo y luchado
A la mañana siguiente, Gwyneviere y Katya se levantaron temprano, desayunaron con Jeanne y Lilian, y se dirigieron al castillo de Emyrddrin para reunirse con los líderes de Emyrddrin, Elven Hudolk yLhyr. Todos miraban a Gwyneviere, expectantes. - No me miren a mi -dijo Gwyneviere-. Quienes van a dirigir las tropas, serán claramente los elfos, porque están muy bien entrenados en el arte de la guerra. - De acuerdo -dijo Albus, tomando la palabra-. Gwyneviere, pon a todos al corriente de lo que sabes sobre Mordred y Nimh, más que nada sobre los acontecimientos recientes. Gwyneviere relató que los había rastreado hasta el desierto y que creyó que Mordred de alguna manera había ingresado en sus recuerdos, aunque ella había luchado para no dejarlo entrar. Luego les dijo lo poco que había podido ver en la Ciudadela y les contó el enfrentamiento con Nimh, obviando el detalle de la transformación. No quería confesar que ella también podía convertirse en loba. Mi
Mordred fue alertado de la irrupción del ejército e inmediatamente envió más homúnculos y luego envió a la tropa real. Nimh, a su lado, estaba ansiosa por salir a luchar y cruzó miradas con él. - Iré con Kali -le dijo. - De acuerdo, pero ten cuidado. Busca a Gwyneviere. Si la vences a ella los debilitarás. Ella asintió y salió. Mordred pudo oír cómo se acercaban al castillo y envió autómatas armados con arcos y flechas como distracción, mientras él tomaba sus gemas y comandaba a tres de sus autómatas a que lo acompañaran. Se estaba aburriendo de estar allí encerrado entre las paredes del castillo, y sintió un poquito de envidia de Nimh, llena de energías y ganas de enfrentarse a sus enemigos y libre de hacerlo a todo momento, así que lo hizo. Se transportó rápidamente, junto a sus autómatas, al centro de la batalla. Los guerreros que portaban los estandartes de Ewbory Taxus abrieron enormes los ojos de sorpresa y terror cuando lo contemplaron
Luego de tanto combate, lo primero que hizo Gwyneviere fue darse un baño e ir a buscar a Arabella, acompañada de Katya, que obviamente quería probar la Piedra de la Luna. - Fascinante amiga. Pensé que amaba los portales, pero esto es mucho más práctico -le dijo Katya, luego de usar la piedra. Gwyneviere soltó una risita ante el comentario de Katya, cuando Nimrodel apareció por la puerta de la cueva. A la mañana siguiente, bien temprano, Gwyneviere fue a casa de los padres de Katya y la despertó, para que la acompañe a convocar una reunión con la reina y los guerreros. - ¿Qué sucede, Gwyn? ¿Y qué tienes en la mano? -preguntó preocupada, observando el vendaje de Gwyneviere. - Te contaré luego, no hay tiempo que perder. Busca a Albus, Gwydeon y al rey Greyson. Diles que los espero para una importante reunión. Katya levantó las cejas y sacudió la cabeza. Suspiró y partió en búsqueda de los líderes de cada reino. Gwyneviere se dirigió al palacio real y pidió hablar con Kim. Kim la hizo pasar y le ofreció desayunar con ella. - Por favor, Gwyneviere. Es temprano en la mañana. Siéntate. No te hará mal comer como una persona normal. - De acuerdo. Te contaré mientras desayunamos -Gwyneviere se sentó junto a ella y se sirvió algo de comida-. No es necesario retener más a nuestras tropas aquí. Anoche he pactado con Mordred y Nimh para que nosCAPÍTULO 50
A primera hora de la mañana, Gwyneviere visitó a Eamon y Meredith para pedirles que dejara poner conjuros de protección a su hogar. - ¿Dejarás a Arabella con nosotros? -le preguntó Meredith en cuanto las vio. Gwyneviere sacudió la cabeza, sonriendo. - Harán de Arabella una niña consentida si siguen tratándola así -bromeó Gwyneviere. Meredith sonrió y estiró los brazos para que Gwyneviere le diera a la bebé. - Ven aquí, pequeña Bella, ven a los brazos de tu abuelita. Gwyneviere se acercó a Eamon. - Daría lo que fuera porque Vandrell pudiera ver esto ahora. Su madre libre de la maldición sosteniendo a su hija -le dijo, sin que Meredith pudiera oírla. - Has hecho mucho por nosotros, querida. Más de lo que te imaginas. No podemos pedirte más. - Si, protección extra. Colocaré ahora mismo esos conjuros -dijo, y se dispuso a hechizar la casa. *** Rhys y Edra lloraban todo e
- Buen día, Arabella -la despertó Gwyneviere dulcemente-. Arriba. Gwyneviere besó su frente y se dirigió a la mesa. Recién amanecía y Gwyneviere había recibido un cuervo, con indicaciones de un nuevo trabajo. El mensaje provenía del Alto Concejo de Hechiceras, que había mudado su cede a Emyrddrin, como en el origen de los tiempos de la magia. No regresarían a la Ciudadela, y menos con el Nigromante como rey. Arabella se desperezó y se incorporó en la cama. Gwyneviere la esperaba sentada a la mesa, con el desayuno preparado. - Vamos, dormilona. El desayuno está servido. Mamá tiene que trabajar -le dijo. Arabella se levantó de un salto y se sentó a la mesa. Comenzó a observar qué era lo que podía agarrar primero. - ¿Iré a la casa de los abuelos? -preguntó tomando una rodaja de pan. - Si, pero comerás un poco de todo antes. Sabes que el desayuno no es sólo pan. Arabella revoleó los ojos y sonrió, sirviéndose en su plato to