Mordred fue alertado de la irrupción del ejército e inmediatamente envió más homúnculos y luego envió a la tropa real. Nimh, a su lado, estaba ansiosa por salir a luchar y cruzó miradas con él.
- Iré con Kali -le dijo.
- De acuerdo, pero ten cuidado. Busca a Gwyneviere. Si la vences a ella los debilitarás.
Ella asintió y salió.
Mordred pudo oír cómo se acercaban al castillo y envió autómatas armados con arcos y flechas como distracción, mientras él tomaba sus gemas y comandaba a tres de sus autómatas a que lo acompañaran. Se estaba aburriendo de estar allí encerrado entre las paredes del castillo, y sintió un poquito de envidia de Nimh, llena de energías y ganas de enfrentarse a sus enemigos y libre de hacerlo a todo momento, así que lo hizo.
Se transportó rápidamente, junto a sus autómatas, al centro de la batalla. Los guerreros que portaban los estandartes de Ewbory Taxus abrieron enormes los ojos de sorpresa y terror cuando lo contemplaron
Luego de tanto combate, lo primero que hizo Gwyneviere fue darse un baño e ir a buscar a Arabella, acompañada de Katya, que obviamente quería probar la Piedra de la Luna. - Fascinante amiga. Pensé que amaba los portales, pero esto es mucho más práctico -le dijo Katya, luego de usar la piedra. Gwyneviere soltó una risita ante el comentario de Katya, cuando Nimrodel apareció por la puerta de la cueva. A la mañana siguiente, bien temprano, Gwyneviere fue a casa de los padres de Katya y la despertó, para que la acompañe a convocar una reunión con la reina y los guerreros. - ¿Qué sucede, Gwyn? ¿Y qué tienes en la mano? -preguntó preocupada, observando el vendaje de Gwyneviere. - Te contaré luego, no hay tiempo que perder. Busca a Albus, Gwydeon y al rey Greyson. Diles que los espero para una importante reunión. Katya levantó las cejas y sacudió la cabeza. Suspiró y partió en búsqueda de los líderes de cada reino. Gwyneviere se dirigió al palacio real y pidió hablar con Kim. Kim la hizo pasar y le ofreció desayunar con ella. - Por favor, Gwyneviere. Es temprano en la mañana. Siéntate. No te hará mal comer como una persona normal. - De acuerdo. Te contaré mientras desayunamos -Gwyneviere se sentó junto a ella y se sirvió algo de comida-. No es necesario retener más a nuestras tropas aquí. Anoche he pactado con Mordred y Nimh para que nosCAPÍTULO 50
A primera hora de la mañana, Gwyneviere visitó a Eamon y Meredith para pedirles que dejara poner conjuros de protección a su hogar. - ¿Dejarás a Arabella con nosotros? -le preguntó Meredith en cuanto las vio. Gwyneviere sacudió la cabeza, sonriendo. - Harán de Arabella una niña consentida si siguen tratándola así -bromeó Gwyneviere. Meredith sonrió y estiró los brazos para que Gwyneviere le diera a la bebé. - Ven aquí, pequeña Bella, ven a los brazos de tu abuelita. Gwyneviere se acercó a Eamon. - Daría lo que fuera porque Vandrell pudiera ver esto ahora. Su madre libre de la maldición sosteniendo a su hija -le dijo, sin que Meredith pudiera oírla. - Has hecho mucho por nosotros, querida. Más de lo que te imaginas. No podemos pedirte más. - Si, protección extra. Colocaré ahora mismo esos conjuros -dijo, y se dispuso a hechizar la casa. *** Rhys y Edra lloraban todo e
- Buen día, Arabella -la despertó Gwyneviere dulcemente-. Arriba. Gwyneviere besó su frente y se dirigió a la mesa. Recién amanecía y Gwyneviere había recibido un cuervo, con indicaciones de un nuevo trabajo. El mensaje provenía del Alto Concejo de Hechiceras, que había mudado su cede a Emyrddrin, como en el origen de los tiempos de la magia. No regresarían a la Ciudadela, y menos con el Nigromante como rey. Arabella se desperezó y se incorporó en la cama. Gwyneviere la esperaba sentada a la mesa, con el desayuno preparado. - Vamos, dormilona. El desayuno está servido. Mamá tiene que trabajar -le dijo. Arabella se levantó de un salto y se sentó a la mesa. Comenzó a observar qué era lo que podía agarrar primero. - ¿Iré a la casa de los abuelos? -preguntó tomando una rodaja de pan. - Si, pero comerás un poco de todo antes. Sabes que el desayuno no es sólo pan. Arabella revoleó los ojos y sonrió, sirviéndose en su plato to
Los niños regresaban del bosque llenos de tierra y hojas en el cabello y Mordred los vio llegar. - Oigan, ¿vienen de jugar o qué? Miren cómo lucen. Supongo que se darán un buen baño antes de la cena, ¿verdad? - Si, papá, por supuesto. - Claro. - Así me gusta -dijo Mordred. - Papá, queríamos hacerte una pregunta -dijo Edra. - Pregunten. - Tenemos una amiga que cumple años y queremos hacerle un regalo -dijo Rhys. - Ah, una amiga -observó Mordred-. ¿Y qué proponen regalarle a su amiga? - Queremos regalarle lo mismo que nos has dado tu para nuestro cumpleaños del pasado año lunar-dijo Rhys. - Una espada y un escudo -completó Edra-. Así podremos jugar todos juntos. - De acuerdo. También se acerca su cumpleaños -dijo Mordred-. Pero ya tengo su sorpresa. Ahora vayan, a asearse. Los niños corrieron hacia la nodriza, que los esperaba para preparar su baño. Nimh se acercó a Mordred que lucí
El día de la celebración de los gemelos había llegado. Mordred había mandado a preparar dos tartas dulces, redondas como la luna, una para cada uno de ellos. Los cocineros habían hecho toda clase de preparaciones para agasajar a los niños, pero los invitados fueron pocos. Arabella no había aparecido y los niños se mostraron molestos por un momento, pero luego lo olvidaron, pues Mordred se apareció en su alcoba con una cantidad desorbitante de presentes. Mordred dejó que sus súbditos estuvieran en la celebración, ya que los niños los consideraban parte de su familia y habían pedido especialmente que estuvieran con ellos. Ni Mordred ni Nimh tenían familia alguna para compartir estos momentos con ellos, ni ninguna otra celebración, y Nimh no se había atrevido a volver a hablar con las sacerdotisas que la habían criado, luego de todo lo que había pasado. Al momento de encender los cirios, los colocaron como indicaba la tradición: nueve cirios por cada año cumplido, rodea
La figura encapuchada arrimó su silla alta a Gwyneviere, quien bebía su cerveza despreocupadamente en la taberna.- ¿Alguna novedad? -preguntó Gwyneviere bebiendo.- Está poniendo en marcha algún plan, pero no puedo darme cuenta de qué se trata… -dijo el hombre-. Me ha pedido que le prepare unos cuantos elixires y me ha dicho que esté listo para crear autómatas. Se respira un aire muy tenso en el castillo.- ¿De nuevo con eso? ¿De nuevo con los autómatas?- Pero esta vez los sujetos son voluntarios -dijo, encogiéndose de hombros.- Xavier, de todos modos, está mal -dijo Gwyneviere consternada.- Lo sé, Gwyn, pero ¿qué puedo hacer?- Lo sé, lo sé. Está bien. No te preocupes, lo estás haciendo bien. ¿Cómo está tu sobrina?- Bien, ¿y tu hija?-
Gwyneviere regresaba de realizar un trabajo para Kim, de Emyrddrin. Ya era entrada la noche y se sentía cansada. Estaba por entrar a su casa cuando la oyó. - Gwyn -dijo. - ¿Qué sucede, Nimh? Estás cubierta de sangre. Nimh todavía tenía manchas de sangre seca de Mordred sobre su piel. - No es mía -dijo ella. - Lo sé, puedo olerlo. - No puedo seguir, Gwyn. Ya no -dijo, moviéndose lentamente hacia ella. - ¿Qué ha pasado? - No vengo a pedirte que me aceptes en tu vida. No es eso. Sólo quiero decirte que eres una gran persona y te admiro. Espero que puedas perdonar todo el mal que he causado. Gwyneviere observó la daga que Nimh sostenía en una de sus manos. - ¿Está Arabella aquí? -preguntó Nimh. - No, todavía está con sus abuelos. ¿Qué estás por hacer Nimh? - Perdóname, Gwyn. Todavía te amo. No te ocasionaré más problemas. Me siento muy cansada y ya no puedo continuar… Nimh se acercó a