Arelis llegó hasta el cuarto de armas, se sentía desanimada debido de las palabras del rey. No esperaba que el rey fue tan duro con ella, mucho menos con el príncipe, ella se había encargado de la seguridad del joven desde que era una niña y nunca había fallado en su labor. Se sentó en la banca desanimada y se colocó su uniforme, estaba muy alterada para permanecer allí, necesitaba canalizar todas las emociones que sentía y cazar le permitía hacerlo.
Verificó que su daga estuviera en su lugar y abandonó el palacio, el bosque siempre estaba lleno de enemigos y darles muerte les relajaba, sobre todo cuando mataba paganos, los cuales eran los que más problemas daban y lo hacían muy constante. Así que se internó en el bosque, no le tomó mucho tiempo encontrarle la pista a uno. Los
El rey había reunido a todos los trabajadores del palacio y había puesto al príncipe frente a todas las personas.-Por bien de mi hijo- había dicho- si alguno le ve molestando a la joven guardiana Arelis tendrá que informarme de inmediato- al príncipe las medidas que su padre estaba tomando le parecían demasiado extremas, sin embargo solo bajó la cabeza y guardó silencio- si alguien decide encubrir tal comportamiento recibirá como castigo la muerte, y del mismo modo quien cumpla con su labor como es será premiado- el rey observó a su hijo, quien miraba al suelo sin decir una palabra- debemos proteger al futuro rey, y en ocasiones el mayor peligro es uno mismo.Una vez finalizó aquella declaración todos se dirigieron a hacer sus labores, el rey se marchó
Arelis había estado entrenando arduamente para poder ser ascendida, aunque ya tenía el mayor privilegio que podía tener un guardián y era el de pertenecer a la escolta personal del rey. La corte de consejeros le había asignado otro guardián al príncipe y ahora su labor era cuidar del rey, ya no tenía el más mínimo contacto con el joven pirata. A pesar de ya no estar cautiva por la magia, su voluntad le pertenecía al joven quien no lo sabía y ella esperaba que no se enterara, todo lo sucedido en aquella habitación debía quedar allí. Sabía que debió mantenerse neutral como siempre lo había logrado hacer, sin embargó sabía que algo en ella había cambiado y provocar al príncipe había sido su peor error. Equilibro el sable y práctico los nuevos movimientos, tenía que estar preparada para cualquier cosa, los tratados de paz entre los reinos se habían roto y n
El rey había decidido perdonarle la vida Arelis, sabía que lo sucedido había sido una advertencia más que suficiente para Erick quien efectivamente no se había vuelto acercar a la guardiana; el rey esperaba que pronto se le pasara el capricho por la joven.Tomó la carta que tenía en las manos y la firmó, había decidido afianzar los acuerdos con el reino mágico ya que era el único aliado que le quedaba. El rey Mirk le había comentado sobre su interés de casar a su hija, la princesa Judan con Erick; al rey no le había agradado la idea en un principio, pero dado a los hechos y las circunstancias se había visto obligado a aceptar.Se recostó en su asiento con cansancio, tenía que esperar que Erick pasará su momento de enojo para poder
Erick solo había vuelto a ver a Arelis desde lejos, se preguntaba si realmente el tiempo se encargaría de borrarla de su corazón. Ya estaba próximo a cumplir los veintiún años y debido a eso su padre había invitado nuevamente a Judan, pronto tendría que acceder al trono y para hacerlo tenía que casarse. Ya había pasado seis meses desde que la princesa había vuelto a su reino y la verdad no lo emocionaba volverla a ver, aunque a diferencia de la última visita esta vez vendría sola, lo que significaba que tendría que pasar más tiempo con ella.Judan estaba ansiosa, pronto volvería a ver a Erick y en esta ocasión estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para comprometerse con él. Al llegar a la playa después del viaje ya estaba alii la guardia real, se sintió dichosa
Judasan se sentía preocupado por el joven príncipe, desde el combate se la había pasado encerrado en su habitación tirado en su cama, no había comido en días, ni siquiera había recibido a su padre y lo peor de todo es que no sabía que le preocupaba ya que el príncipe se había dedicado a guardar absoluto silencio.Erick solo deseaba calmar su desasosiego. En las noches no podía hacer más que pensar en Arelis, y en lo confundido que se sentía respecto a ella, verla pelear en aquella ocasión y ver la alegría que hacerlo le generaba, lo llenó de miedo, un miedo que no pensó sentir nunca, miedo de haberse equivocado al haber permitido que la guardiana se ganará su corazón. Había soñado con el día del combate y en sus sueños Arelis siempre
Arelis tomó el ramo de flores en sus manos “juro que mis sentimientos, mi corazón siempre serán para ella y aunque no haya nada entre nosotros le seré fiel hasta la muerte” ¿podía creer en las palabras del príncipe? No importaba, el rey no pasaría por alto aquel acto de rebeldía del príncipe. A pesar de la situación se sintió feliz, todo el reino había sido testigo en varias ocasiones de los sentimientos del príncipe hacia ella, pero esa noche había rechazado casarse con la princesa por ella; se llevó las flores a la nariz y disfruto de su aroma, era la primera vez que algo como eso le pasaba.Se puso alerta al escuchar pasos pesados subir las escaleras, esperaba que fuera solo un mal pr
Judasan observó al príncipe postrado en su cama, había pasado tres días desde que el rey le había pedido a Arelis que saliera del palacio, desde entonces nadie había tenido noticias de ella. El príncipe aún no podía hablar debido a el daño que había sufrido su garganta, sin embargo no tenía que hacerlo para que Judsan le entendiera. El guardián se había encargado de cuidar del joven, pero no podía hacer nada para que se sintiera mejor respecto a Arelis.El rey tampoco había ido a verlo durante esos días, para nadie era un secreto que seguía molesto con su hijo por haberle llevado la contraria y Erick lo sabia, aun asi no podia evitar sentirse triste por todo lo que estaba pasando, querer a Arelis lo estaba alejando de su padre, de su familia. Arelis observó la daga que el príncipe le tendía, la daga que ella le había enviado a Arene cuando había sido condenada a muerte. Estiró las manos temblorosa y la tomó. Junto al arma había una carta, una carta que contenía las últimas y únicas palabras que su hermana le diría después de la muerte de su madre, las únicas palabras que le dirigiría como familia.-Realmente he hecho de tu vida un infierno, lo siento tanto, se que lo que te diga no lograra mitigar el dolor, pero realmente espero puedas perdonarme. Te prometo Arelis que no te causare más problemas- Arelis miro al príncipe que no había levantado su rostro, no se sentía molesta, ni feliz, no sabía cómo tomar la noticia, ni siquiera podía creerlo.Último capítuloCapitulo 20