Adelaide se sienta en el regazo de su esposo y lleva su cabeza en su pecho. El aroma de su perfume y su calor la envuelven y cierra los ojos para disfrutar de ese momento tan maravilloso para ella.Egil la rodea y la acuna sin decir nada más. No parece haber algo más que decir entre ellos, no hasta que ella levanta la cabeza para mirarlo y sin querer sus bocas se rozan. Ambos se miran sin moverse, aunque sus labios aún siguen pegados. Por unos eternos segundos ninguno de los dos se aparta, pero tampoco reacciona.¿Egil alguna vez sintió ganas de besarla? Sí, muchas veces, ayer mismo cuando le hacía el amor, pero sobre todo hoy, ahora.Una de sus anchas manos va a parar a la nuca de Adelaide y con la otra sostiene su barbilla, firme.Su boca se apodera de la boca de ella y empieza a besarla. Adelaide no sabe exactamente lo que debe hacer, pero por puro instinto abre su boca y lo deja pasar. Sus lenguas danzan juntas, dulcemente primero, luego de manera demandante y erótica, con mucha
Mónica le da a Adelaide un vaso con agua y una píldora para bajar la fiebre y le pide que se acueste nuevamente con las piernas estiradas. Mercedes se queda vigilando su reposo mientras Irene y Mónica salen hacia la oficina con la noticia para Egil.Lilith, quien se encuentra vigilando las tareas de algunas sirvientas, ve a la médica de su madre salir de la habitación de Adelaide y sabe que el momento ha llegado. Esto debe comunicarle a Petra inmediatamente.Toca la puerta dos veces y Petrona abre.—El momento ya llegó, Petra. La doctora de mi madre estuvo en la habitación de Adelaide durante un tiempo largo, luego salieron a toda prisa en la camioneta. Estoy segura de que ella está embarazada y van en camino para comunicarle a Egil.—¡Maldita perra! —Petra grita con furia desmedida—. Voy a bailar sobre su tumba cuando Egil se deshaga de ella y de ese engendro en su vientre.La mujer le da un asentimiento a Petrona y esta se va inmediatamente para dar el aviso al hombre que debe hacer
Dos días antes, en la mansión Valencia…En la mansión, Bahram Valencia se encuentra reunido con su hijo Calixto, analizando las últimas resoluciones tomadas por Egil Arrabal ante los ataques a sus haciendas.Para ambos es evidente la intención de Egil. Está buscando la manera más rápida para hacer ceder a los campesinos y tener de su lado a las haciendas más pequeñas, en caso de que las cosas se compliquen.Las protestas ya no pueden detenerse.Ambos se encuentran muy enfocados buscando soluciones para problemas primarios de su propia empresa y no se dan cuenta de que una mujer los observa desde una esquina oscura.Hace ya un tiempo que no los veía. Los dos parecen haber cambiado y seguido sus vidas sin importarles lo que haya pasado con ella. Por supuesto, no esperaba otra cosa de ellos.Su padre siempre fue un hombre frívolo y sin corazón que antepone el poder y el dinero al bienestar de sus hijos. Oírlo planear la boda de su hermano con una mujer millonaria, pero enferma y de mucha
Bahram Valencia envía un par de días después a su secretario junto a Egil para hacerle el pedido. No le pareció que fuera bueno solo enviar un mensaje, es mejor que alguien personalmente lo haga. Este llega a la hacienda Arrabal y los guardias dan aviso a Gage de la visita del secretario del señor Valencia.Gage le niega la audiencia, tal como Egil había ordenado, pero debido a la insistencia del hombre y alegando traer un mensaje de Nadia Valencia, al final lo deja pasar. Él mismo lo recibe para saber lo que busca. Luego de algunos minutos hablando con él, le pide que espere.Gage va hasta la habitación de Adelaide donde se encuentra su jefe y toca un par de veces antes de pasar.—Espero que sea realmente importante lo que tienes para decir, Gage —Brama Egil al verse interrumpido—. Pedí no ser molestado lo que resta del día. Mi esposa está descansando ahora.—Llegó un mensaje de la mansión Valencia, señor. Es importante que lo vea ahora mismo. Lo manda Bahram Valencia. Su secretari
—Te dije que nadie la ha visto salir, Egil. Tampoco está con mi madre, ya pregunté en su habitación. Es muy raro que haya salido sin comunicarle nada a nadie, ¿no se supone que está de reposo? —El comentario de Lilith le cae como una patada en el hígado a Egil. Él nota la mala intención en sus palabras, pero debe admitir que esta vez no dijo nada que no fuera cierto. Le pide que se retire y manda a uno de sus guardias por Loida. Ella debe haberla visto. No puede desaparecer entre tantos guardias y sirvientes esparcidos por toda la hacienda. —Señor Arrabal, la sirvienta ya está aquí —Informa un guardia y Egil le indica con la mano que la haga pasar. Loida lo mira algo nerviosa. —¿Dónde está mi esposa? —Loida permanece con la mirada en el suelo. Por unos segundos duda en hablar hasta que él se impacienta y camina hasta ella de manera amenazante. —Vi a la señora Adelaide entrando al sótano, señor —La voz temerosa de la sirvienta hace fruncir el ceño a Egil, aunque eso es lo que me
Son más de cuatro horas las que Adelaide permanece en la celda de Benedict. Cada día se llevan mejor y a él le encantan las historias que ella le lee, aunque su compañía es lo que realmente le interesa.Luego de un rato, la joven finalmente sale y grande es el susto que se lleva cuando en la puerta dos guardias la toman del brazo y la llevan hasta el cuarto de su esposo.Ella les ruega que la suelten, pero ninguno de los dos le hace caso. Su corazón se acelera al máximo y llora sin remedio. Su esposo la descubrió, descubrió que fue a ver a Benedict a escondidas.Cuando abren la puerta, Egil se encuentra sentado en su silla, Irene y Mercedes están paradas en una esquina, custodiadas por dos guardias. Gage está a un costado de su jefe y del otro, Lilith.—Egil yo… —Adelaide se ahoga en sollozos y no consigue hilar una oración completa. —¿Quién te dio las llaves de la celda de ese delincuente, Adelaide? —La voz fría de Egil cala hasta los huesos de la joven. Él está muy enojado. Su cara
A la mañana siguiente, la puerta de Adelaide se abre y una joven sirvienta, que nunca antes había visto, entra con una charola. ¿No había dicho su esposo que nadie podía entrar, excepto los guardias?—Traigo su comida indicada, señora —dice ella dejando en la mesa todo lo que trajo. Adelaide ni siquiera tiene ganas de contestar. Está sentada en un sillón con la vista hacia la ventana.—Debe alimentarse bien, recuerde que está embarazada. El señor Arrabal pidió que sea bien vigilada en cuanto a los alimentos que consume.Adelaide sigue sin decir nada.—Su esposo amaneció de mejor humor, señora. Parece que Petra logró contentarlo en la noche, porque amanecieron y hasta desayunaron juntos. Ambos se veían muy tranquilos y felices. Al menos ya no está tan enojado como ayer. Los ojos de la joven empiezan a lagrimear nuevamente, como si fuera poco lo que ya ha llorado durante toda la noche. Egil pasó la noche con esa mujer que tanto mal le ha hecho desde que llegó a la hacienda. Lo hizo sol
Casi dos días después de mucho tormento y búsqueda, uno de los guardias encuentra un dije de rubí en un camino oscuro que lleva al pueblo y se lo comunica a Egil inmediatamente. El corazón del hombre da un vuelco cuando el guardia coloca el dije en su mano. Es el mismo que él le había regalado.—¿Qué más encontraron? —pregunta Egil con un nudo en la garganta y temiendo lo peor.—No había nada más, señor.—Llévame a ese lugar ahora. Iremos a peinar de nuevo la zona.Egil y Gage, con una cantidad importante de hombres, van hasta el sitio. Irene, Mercedes, las primas de Egil y Petra, van tras ellos. En el camino, Petra y Lilith se miran por unos segundos y asienten con una sonrisa. El plan está dando el resultado exacto que querían.Recorren el sitio minuciosamente hasta llegar al pueblo, hablan con algunos vecinos y estos les dicen que vieron a una mujer con esas características entrar a un hotel de baja categoría junto con un hombre el día mencionado.Egil no se detiene a pensar si es