Egil con un poco de vino en su copa, sentado en un sillón, ve entrar a Ana hermosa, vestida de rojo, como le excita. Le indica con un asentimiento que se acerque y ella lo hace tímidamente.En el pasillo, Lilith mira a los lados antes de entrar a la habitación que era de la madre de Egil, donde abre una pequeña compuerta secreta en el armario que conduce a una recámara más pequeña desde donde se puede ver, por medio de un espejo falso, todo lo que ocurre en la habitación de su primo.No es la primera vez que hace esto y de seguro no será la última.Supo de este sitio desde hace años, cuando buscaba algunas cosas, dio sin querer con este lugar, que se convirtió desde ese día en su lugar favorito para espiar las noches de Egil.Observa como Ana camina obedientemente hasta llegar frente a Egil. No oye muy bien lo que él le dice, pero él se levanta y ambos empiezan a besarse apasionadamente hasta que la joven, luego de unos minutos, deja caer al suelo su vestido, quedando totalmente desnu
—Señorita, por favor, debe tranquilizarse —Petrona dice intentando hacer entrar en razón a Petra—. No es bueno que la vean perdiendo los estribos.Petra se echa a la cama y se queda pensando en lo que sucedió con nudo en la garganta.—Por favor, señorita. Debe tranquilizarse —repite de nuevo su sirvienta.—¡¿Cómo?! Egil prohibió mi entrada a su oficina. Llamó a esa mujer para cenar con ella. ¿Cómo se supone que me tranquilice? Todo esto está muy mal, Petrona. Muy mal.—Le traeré un té de menta.Petrona se marcha dejándola sola. Petra no puede sosegarse, esto nunca antes le había pasado.Ya llegada la tarde, sin poder soportar más la incertidumbre, decide ir hasta la habitación de Egil y esta vez él accede a recibirla.—Egil, bienvenido —Petra, se acerca hasta el escritorio donde él se encuentra escribiendo, para, inmediatamente, agacharse a dejar un beso en la comisura de sus labios. Egil la mira indiferente.—Me dijeron que fuiste a buscarme en la oficina —Responde él continuando con
La joven Adelaide, cansada de estar tanto tiempo acostada, pide a Mercedes que la ayude a levantarse.Dando pasos cortos, porque aun su tobillo le duele, su nana la lleva hasta el sillón y ayudada de una mesita, coloca un cuenco lleno de trozos de frutas en su frente.—Yo puedo sola, Mercedes —dice Adelaide, tomando el tenedor de manos de la anciana—. No es necesario que me alimentes. Lo haré yo misma.—Pero aún se encuentra débil, mi niña, no es necesario que se esfuerce. Yo estoy para ayudarla.—Ya lo sé, pero ya hiciste mucho por mí. Ahora me encuentro mejor y puedo alimentarme yo sola. Además, quisiera sentirme más útil.—Bien, entonces voy a preparar una tina caliente con leche de rosas para que se dé un baño, mi niña. Eso va a ayudarla con sus heridas y hará que sus músculos se relajen.Mientras Mercedes se retira a preparar el baño, Adelaide se queda pensando en todo lo que sucedió en tan pocos días.Desde esa noche que su esposo la visitó, no volvió a venir y se pregunta qué h
Lilith viene corriendo al oír la conmoción y ordena que Petra sea llevada y encerrada en su habitación, mientras una de las sirvientas ayuda a Ana a levantarse de la tina a esperar que la doctora la atienda.Las primas de Egil vienen también alertadas por el griterío que se forma y encuentran a Ana con heridas en la cara y una gran mancha de sangre saliendo de la parte de atrás de su cabeza bajando por su espalda.Lilith ordena a todas que se vayan a sus habitaciones y manda llamar a la doctora urgentemente para que atienda a la joven.—¿Cómo se encuentra la señorita Ana? —Lilith, preocupada, pregunta a la doctora que ya hizo las curaciones correspondientes y pidió que ella sea trasladada a la clínica para su observación. —La herida de su cabeza es grande, señora, pero ya la suturé. Necesitará varios días para que pueda sanar. Tiene la nariz rota y el labio inferior partido. Recomiendo reposo absoluto para ella durante esta semana, por lo que es mejor que lo haga en la clínica.Lilit
Luego de que Mercedes completa sus tareas en la habitación de Adelaide, ella le dice que puede retirarse y así lo hace, mientras ella continúa leyendo por algunos minutos más.El corazón de la joven se acelera con cada párrafo. Ama las novelas de romance desde que aprendió a leer y siempre soñó tener un amor tan bonito como el de los protagonistas de esas novelas, aunque en su caso eso parece ser imposible de cumplir.Dentro de la habitación de Egil, él se queda resolviendo algunas cuestiones hasta muy tarde. Está estresado por demás, su espalda duele y sus dedos ya están entumecidos por las teclas de su computadora. Tiene demasiados problemas con los que debe lidiar todos los días gracias a los campesinos que continúan haciendo estragos en las provincias y los socios que piden soluciones de manera urgente.Aunado a todo eso, también el problema de Petra lo tiene preocupado. Le duele en el corazón el hecho de tenerla castigada, pero su actuar fue muy dañino y eso no lo piensa permitir
Sin saber exactamente para qué, Adelaide cae suavemente de rodillas entre las piernas abiertas de Egil. Él la observa desde arriba a abajo con un tipo de placer desconocido desbordando su cuerpo.—Hoy quiero que me complazcas, Valencia —le dice pasando su pulgar por el labio inferior de la joven—. Esta noche necesito sentir la boca de mi esposa.Egil lleva su cabeza para atrás reclinándose sobre el sillón esperando a que Adelaide comience, pero ella no tiene idea de qué hacer. Ni siquiera sabe por dónde empezar.—Señor Egil yo no... no sé qué debo hacer —responde ella con una voz apenas audible y con mucho temor que su esposo se moleste por su ignorancia—. Yo nunca había estado con un hombre antes de usted.Egil la mira con el ceño fruncido, pero no molesto, porque es consciente que ella era pura cuando la llevó a su habitación. Él levanta un poco su playera y tras desatar el cordón de su pantalón, libera su pene muy erecto y palpitante frente a la cara de la joven.Adelaide se queda
Es la primera vez en mucho tiempo que Adelaide es libre de andar por estos pasillos y eso ya es un gran avance. A pesar de todo lo que le espera, se siente feliz.Al llegar a la puerta, los guardias se apartan y la dejan entrar sin mayor protocolo.—Señor —Adelaide dice en cuanto entra a la habitación. Egil aún se encuentra sentado en la cama con su pijama puesta.—Llegas tarde —Gruñe él en respuesta, aunque mirándola de pies a cabeza—. Creí haber dejado claro que tus funciones iniciarían desde antes de que yo despierte.—Le pido disculpas, señor. Anoche me costó conciliar el sueño y no pude…—No vuelvas a llamarme señor y prepara mi baño y mi ropa. Tengo una reunión en la oficina en exactamente una hora —La interrumpe él, muy molesto.Adelaide asiente y camina hasta el baño donde empieza a cargar el agua en la tina. Olvidó preguntar la temperatura que le gusta, pero si lo hace ahora mismo quizás él se enoje más de lo que ya está. Al final decide dejarlo a la temperatura que Mercedes
—Su sobrino vino a visitarme anoche, aquí en mi habitación —Comenta Adelaide, Irene sonríe—. Él quería algunas cosas de mí, pero yo no…—¿Pero tú no...? —pregunta Irene, intrigada.—Señora Irene, ¿usted puede enseñarme a complacer a un hombre? —Adelaide se lleva ambas manos a la cara, avergonzada. Es que ella nunca había hablado de esas cosas con otra persona que no sea su nana e Irene y ella se conocieron hace poco.—Bueno, no es que yo sepa mucho, pero puedo enseñarte lo básico que necesitas saber —Irene intenta reconfortarla, acariciando su largo cabello. Sabe que ella quedó sin su madre al nacer y que fue criada únicamente por las sirvientas. Es lógico que no sepa algunas cosas que su madre pudo haberle enseñado cuando tuviera la edad. Cosas que toda joven debe saber antes del matrimonio.—Yo sé lo que pasa entre un hombre y una mujer, Mercedes me enseñó algunas cosas, pero su sobrino me pidió que yo…Adelaide se queda callada un buen rato inspeccionándose los dedos, totalmente ru