Ellos salieron de la habitación y se fueron hacía las escaleras, antes de comenzar a bajar Alejandro de forma impulsiva corrió a la habitación de Ángela, pero Carlos Daniel y Alberto lo detuvieron en la puerta, entonces comenzó a gritarle a ella:
—Esto no se quedará así Ángela, te lo juro, me la vas a pagar.
Carlos Daniel ya estaba furioso y le gritó a Alejandro.
—No le hables en ese tono a mi hermana imbécil.
—Tú te callas, yo le hablo a ella como se me dé la regalada gana.
Carlos Daniel no se contuvo más y se abalanzó contra Alejandro y lo golpeó en la cara. Alejando no se quedó atrás y fue más agresivo, le pegó a Carlos Daniel sin contemplación. Alberto y Renato los separaron.
Alberto le dijo a Renato:
—O te llevas a tu hijo o tendré que pasar por la pena d
Alejandro se metió a un bar, allí esperó a Chaustre, un reconocido psicoanalista que varios años atrás había sido su terapeuta, pero el hombre se enamoró de Alejandro, entonces lo remitió con un colega y se convirtió en su amigo y confidente. Él llegó al bar y lo buscó en la barra. Cuando Alejandro lo vio le dijo: —Pensé que no llegarías nunca. —Vine en cuanto pude. Te noté alterado cuando me hablaste por teléfono, ¿qué sucedió? —Ángela me dejó plantado en el altar. —¡Vaya! —No solo eso, ahora resulta que está preñada de otro. —¿Y te lo confesó así no más? —La muy descarada me lo gritó en mi cara. —¿Qué piensas hacer? digo, supongo que no pensarás perdonarla por su burla? —Por supuesto que no. —Alejandro se bebió el whisky del vaso de una sola sentada, luego empezó a sollozar y le dijo: —¿Qué se supone que será de mi vida sin ella? ¿Cómo voy a levantarme cada mañana sin la esperanza de tenerla conmigo? ¿
Los días siguientes Alejandro insistió en llamar a Ángela por teléfono. En distintas ocasiones fue Regina quien contestó las llamadas.—Alejandro entiende de una vez que Ángela no lo va a atender ¿Por qué la sigues llamando si ya no hay nada entre ustedes?—Regina por favor te lo suplico, necesito hablar con ella.—Ella no quiere saber nada de ti entiéndelo.—Sé que está enojada conmigo pero puedo contentarla.—Eso no va a suceder.—¿Por qué piensa que no si nos amamos? —Regina blanqueó los ojos y no podía creer las desfachatez que decía Alejandro.—Es mejor que no vuelvas a llamar, lo siento Alejandro, pero lo mejor que aceptes que ya esa relación acabó.Regina colgó la llamada, después le marcó a Alberto a la oficina.
El lunes muy temprano Alberto bajó listo para salir, Regina y Daniel estaban desayunando.—¿Y Ángela?—No ha bajado aún. —Contestó Regina.Él aún de pie se bebió un vaso de jugo de naranja.—Nos vemos al medio día.—¿No vas a desayunar?—Le diré a mi secretaria que me compre desayuno, necesito pasar un momento por la oficina de Renato; voy a ponerle las cartas sobre la mesa, no muy a permitir que Alejandro vuelva a molestar más a mi hija.—Bueno mijo, que Dios te acompañe.Cuando Renato llegó a la oficina su secretaria le dijo que el señor Alberto tenía rato esperándolo en la recepción.—Hágalo pasar a mi oficina.Cuando Alberto llegó Renato le dio la mano:—¿Cómo estás Alberto.—Yo
Ángela decidió no contarle a su padre lo que había sucedido en el parqueadero. Por la tarde cuando Alberto llegó a su casa preguntó si ella ya había llegado.—Sí —Dijo Regina—. Pasó directo a su habitación, la noté como desanimada.—No es para más, con todo lo que ha estado sucediendo. Esta mañana me reuní con Renato y le conté lo que su hijo ha estado haciendo.—¿Y qué te dijo?—Me sugirió que a lo mejor Ángela le ha dado esperanzas. Yo le dije que ella no quiere nada con él, entonces me dijo que hablará con él.—Andrea vino a hablar conmigo.—¡¿Andrea?!—Si.—¿Qué quería?—Es que ellos también están muy preocupados por Alejandro, por sus actitudes.—
—¿Para qué me trajiste a este lugar?—Ya te lo dije, para hablar a solas contigo. Sabes, esperé por algunos días y ver si en verdad te ibas a casar, pero no he visto que estés preparándote para casarte. De todos modos quiero saber quién es el padre.—No te lo diré.—De todos modos lo voy a saber cuando te cases.—Pensé que querías matarme para que no me casara.—No, no te voy a matar, ¿para qué lo haría?—¿Entonces por qué me trajiste a este lugar?—Alejandro caminó despacio hacia ella como un gato rodeando a un ratón.—Para hablar, y para saber quién es el hombre con el que supuestamente te vas a casar.—¿Para matarlo?—No, solo quiero saberlo.—¿Cuadro vas a entender que lo nuestro
Rodrigo se quedó estupefacto cuando oyó que Ángela estaba esperando un hijo de él. Braulio volteó a verlo y le dijo: —¿Es eso cierto? —Rodrigo tenía una expresión de asombro. —Bueno, ella no me ha dicho nada. —Alberto agregó: —Ella no tenía pensado decírselo, pero las circunstancias la obligan. Rodrigo suponía que ella se había casado con Alejandro. —¿Y Alejandro lo sabe? —La boda se suspendió, Alejandro sabe del embarazo y he intentó matarla. —¿Quién es Alejandro? —Preguntó Braulio. —Era el loco prometido de mi hija, la estaba obligando con amenazas de muerte a casarse con él. Casi la mata delante de mí y de mi familia el día que descubrió que estaba esperando un hijo de... Rodrigo. A Rodrigo le preocupó un poco que su Amigo supiera que él era el padre. —¿Entonces Alejandro ya lo sabe todo? sabe que Ángela y yo... —Braulio intervino. —¿Acaso se trata de Alejandro Alcázar? Rodrigo agachó
—Buenos días. —Dijo Rodrigo. Ángela estaba muda, Alberto le dijo a su esposa: —Te presento a Rodrigo Salvatierra. —Mucho gusto señora. —Él le dio la mano. —Encantada, pase y siéntese. Rodrigo apenas miraba a los demás por un segundo y después volvía su mirada hacía Ángela. Era imposible decir que no estaba enamorado de ella, Regina se percató de ello. Alberto le dio un beso en la mejilla a Ángela y después miró a Rodrigo. —Hija, Rodrigo ya está al tanto de todo, solo queda dejar que ustedes dos hablen a solas, no sé dónde prefieres hacerlo. —Aquí está bien papa. —Bueno, entonces Regina y yo nos retiramos. Ellos se fueron arriba y Regina le preguntó: —
Rodrigo subió al coche y se fue rápido a la casa creyendo que encontraría a Ángela, pero ella no estaba. La esperó toda la tarde, Ángela llegó casi al anochecer y pasó directo a su habitación. Pocos minutos después llegó Rodrigo con cara de enojo.—¿En dónde estabas? —Ella respondió con desgano.—Por ahí.—¿Por ahí en donde a esta hora?—Eso no es asunto tuyo.—Claro que es asunto mío. —Ellos empezaron a discutir.—Mejor metete en los asuntos de la idiota esa que fue a buscarte a la empresa, para eso es tu novia.—Ella no es mi novia si es eso lo que te molesta.—Ah no, entonces por qué me sacó de tu auto.—Porque ella no ha querido comprender que ya terminamos.—Terminaron ¿o también se te o