Era el momento más importante en la carrera de Sara Fansheri. Toda la vida había deseado aquello: presentar sus diseños en una hermosa pasarela, que la gente la reconociera por lo que era capaz de hacer, capaz de hacer, y ese era el momento. Era la cúspide, por lo que había trabajado durante tantos años, y Emiliano no permitiría que nada arruinara su momento. Por eso, cuando llegó esa tarde a casa, se dio una larga ducha con el agua fría. Su cabeza aún tenía restos de sangre, su accidente, o mejor dicho, su atentado, era demasiado reciente, pero él tenía que apoyarla en ese momento. Ella tenía que saber que estaba ahí para ella, que siempre estaría ahí para ella, y si quería demostrarle todo ese amor, debía hacer primero algo. Por eso, después de ponerse su traje más elegante para la presentación de la colección, empacó en su maleta unos cuantas prendas, sus documentos de identidad y algunos cosas de aseo. Y cuando Lara llegó a casa, estaba sentado, esperándola en la sala principal.
Sara se sentía no nerviosa, paranoica. Era la noche más importante de su vida, de su vida profesional, y todo debería salir perfecto. Pero lamentablemente, no habían tenido el tiempo necesario para preparar las cosas, rearmar los diseños después de haber sido destruidos les quitó todo el tiempo vital que necesitaban para encargarse de la presentación de la colección. Normalmente, siempre era una ceremonia más bien íntima, en la que el diseñador presentaba a los miembros de la junta la colección para ser aprobada, pero una de las gemelas se le ocurrió la brillante idea de invitar a la prensa. Aquello ejerció un nivel de presión extremo en todos.¿Qué sucedería si a la junta directiva no les gustaran sus diseños? ¿Cómo le dirían al público que los diseños que la prensa había expuesto ya no serían producidos? —eso está solucionado —le dijo Leticia en cuanto Sara le expuso esta duda. —Cada periodista que vendrá a la presentación de la colección firmó un contrato de confidencialidad. Ell
El desfile comenzó y terminó de manera exitosa. Sara contuvo el aliento en la pequeña reunión íntima que se hizo en la junta directiva, las trillizas, el papá de Lara, Doña Amelia, todos reunidos en silencio meditando.Que lo pensaran preocupó a Sara bastante, pero después de un largo minuto, Doña Amelia rompió el silencio con un fuerte aplauso. — Creo que no hay mucho que considerar, no solo los diseños son fantásticos, sino la propuesta en general. Era el momento de que Casa Montero entre en la nueva era — dijo.Luna, que era la que más énfasis había hecho desde que Sara había llegado a la empresa en que era una idea desastrosa. Blanqueó los ojos y se encogió de hombros. Ya no diría nada en contra. Ya era mucho para Sara, un gran avance, imaginó.La junta directiva votó, evidentemente, que sí, todos y cada uno. Sara se sintió realizada y ni siquiera la presencia de Mario en la sala logró amargarle el momento. Pensó en eso después cuando la reunión terminó y todas las personas cami
En cuanto cruzaron la puerta de la oficina de Sara, la mujer no aguantó la tentación. Cerró la puerta con fuerza y se lanzó sobre Emiliano, abrazándolo con fuerza, sus brazos alrededor de sus hombros, enterrando los dedos en su cabello.Luego, después de lo que para ella pareció una eternidad, unió sus labios con los de él. Emiliano casi perdió el equilibrio, pero logró afianzarse al mueble cerca de la entrada.Sara lo besó y Emiliano se dejó besar con placer, apretando su espalda con sus fuertes manos. Sara se sintió segura entre sus brazos, como hacía mucho tiempo no se sentía.Apretó con fuerza su cabello entre los dedos, disfrutando de los labios suaves y carnosos del hombre. La sensación de su barba creciente en su rostro, tan masculina, le hizo temblar las rodillas.¿Cuánto tiempo había deseado esto en realidad? Prácticamente desde el mismo instante en que lo había abandonado. Desde el instante en que su cuerpo se alejó del suyo, Sara había sentido un vacío en el vientre que no s
Sara sintió una extraña sensación en el pecho. Esta vez no tuvo miedo, no tuvo miedo como las otras veces en que las personas que amaba corrían riesgo.En ese momento, sintió rabia, sintió mucha rabia, una rabia cegadora, punzante, que le apuñaló el corazón y el estómago.Las manos le temblaron, tomó el cuadro con la fotografía que amenazaba la vida de sus hijos y lo lanzó con fuerza contra la pared. El vidrio se rompió en mil fragmentos. Tomó la carta y la rompió, luego la lanzó a la basura.Emiliano asomó por la puerta, se veía despeinado y con cara de sueño. — ¿Pasó algo? — preguntó con voz soñolienta.Cuando notó la expresión en el rostro de Sara, el sueño se le esfumó por completo. — ¿Qué sucedió? — preguntó.Sara le contó lo sucedido, le contó la amenaza. — ¿Crees que Lara estará tan loca como para hacerle daño a mis hijos?Emiliano tomó la fotografía y le apartó los trozos de vidrio, observándola. — No lo sé, sinceramente ya no la conozco. Su familia ha tenido acciones por
Lara trató de cerrar la puerta, pero Sara se lo impidió. — ¿Acaso viniste a burlarte de mí? — le preguntó a la mujer. Al parecer, había llorado tanto que tenía la garganta entumecida y la voz le salió ronca — . Créeme, aunque no lo parezca, tengo dignidad. Quédate con Emiliano, no me importa, solo déjame en paz. — Entonces, ¿por qué no me dejas tú en paz a mí? — le gritó Sara. Tenía tanta rabia que no le importó el estado lamentable en el que estaba la mujer.Lara blanqueó los ojos, parecía cansada de esa conversación, parecía cansada de todo. — ¿De qué estás hablando? — preguntó, medio hastiada, medio estresada— ¿No te bastó con dañar los diseños de mi colección, Si no arruinar mi cuaderno y ahora amenazar a mis hijos? Esto ha llegado muy lejos y ya no lo voy a permitir. Quiero que te detengas ahora, si quieres hacer algo o decirme algo, dímelo aquí y ahora, no metas a mis hijos en esto.Lara abrió los ojos, sorprendida. — ¿De qué diablos estás hablando? — le preguntó una v
Ana se metió debajo de la camioneta. Creyó que era la única forma que tenía para escapar de la balacera. Arrastró a Jimena consigo. La mujer se quejó de dolor, pero al parecer la bala había tenido también un orificio de salida. Esperó que no hubiera afectado ningún órgano importante. De todas formas, presionó con fuerza el agujero por donde brotaba la sangre y la mujer tomó su teléfono, presionó un par de teclas y luego lo dejó caer de costado. — Ya llamé a la policía, vendrán en unos minutos. — ¿Quiénes son esos hombres? — preguntó Sara. La balacera seguía intensa. Los perdigones de las balas rebotaban sobre el pavimento y golpeaban el metal del auto sobre sus cabezas. — Unos son del esquema de seguridad de Emiliano. Él los envió detrás de nosotras porque no confiaba en Lara, pero los otros no sé quiénes son.Sara escuchó el ruido de algo caer al suelo, algo metálico, luego una fuerte explosión lanzó la camioneta de los hombres que habían llegado a defenderlas hacia un costado.L
Emiliano supo en ese instante que aquella sensación que lo atormentaba lo acompañaría de por vida. Fue un miedo visceral, profundo, algo instintivo. No era como cualquier miedo que hubiese sentido anteriormente, ni siquiera en el atentado en el que casi le arrebatan la vida había sentido tal sensación de vacío. Era como si hubiese saltado de varios kilómetros de altura hacia una muerte segura. — ¿Señor, sigue ahí? — le preguntó el hombre de su esquema de seguridad — . Le estoy diciendo que acaban de secuestrar a la señora Sara.Emiliano se tardó un largo segundo en entender lo que estaba pasando, en comprender lo que significaban aquellas palabras. Cuando todo regresó a él, le golpeó el pecho con tanta fuerza que cayó sentado en el mueble. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento se había puesto de pie. — ¿Qué sucedió? — le gritó al teléfono, aterrado. — Ella había terminado de hablar con la señora Lara cuando unos tipos las interceptaron. Traían una granada, volaron nuest