Leila abrió los ojos y vio el blanco del techo, sabía dónde estaba, era consciente de todo; lo había perdido, su amigo, su esposo, el hombre que tanto amaba, pero de algo estaba segura, su amor solo moriría el día que ella dejara de respirar.
— Al fin despiertas, me tenías preocupado. — Leila giro su rostro al reconocer esa voz, tan profunda, tan familiar.
— ¿Farid? — dijo en un susurro cargado de sorpresa y confusión, mientras sus ojos se empañaban con las lágrimas, impidiéndole ver con claridad a aquel hombre que estaba de pie al lado de las ventanas.
— Aquí estoy amor, no sabes lo preocupado que me tenías. — Leila se sentó en la cama del hospital y con el dorso de su mano quitó las molestas lágrimas, ¿acaso la locura la había alcanzado?
— ¿Farid? — volvió a pre
Leila vestía de negro, de pies a cabeza, la ropa suelta y modesta como la traición lo establecía, observo en silencio junto a Zayane, detrás de su suegro y su cuñado, como su esposo era enterrado, solo ellos cuatro eran testigos de aquel hecho.El jeque Marwan y Hafid al fin se hicieron a un lado, para darle paso a las mujeres de despedirse, Leila cayo de rodillas, hundiendo sus manos en la tierra suelta que ahora cubría al hombre que amaba, al levantar su vista, no pudo contener el grito que salió del fondo de su ser, ver el nombre de HAFID KHATTAB, en la sepultura de su amado esposo Farid, la quemaba por dentro, nadie sabría jamás que el maravilloso jeque Farid había partido de este mundo, la tribu no le rendiría el tributo que se merecía y Leila se sentía morir un poco más ante aquella injusticia.— Leila, te quedaras con tu madre Zayane por u
Hafid no podía creer lo que veía, luego de tantas horas de viaje parecía qué aun le quedaban cosas por ver, estaba cansado mentalmente, solo quería ir a su habitación, el viaje de regreso a la tribu lo sintió más largo de lo que era, el silencio de Leila lo molestaba, se suponía que las mujeres eran obedientes, aunque su padre ya le había advertido que Leila era especial, no solo para Farid, también lo era para todos en la mansión, pero Hafid no lo creyó, hasta que lo vio. Cada uno de los custodios, incluso los que no estaban en horario de trabajo se encontraban en el jardín, junto a las empleadas, esperando a Leila, la recibieron con más cariño que el que él sintió cuando regreso con su padre, y eso que ellos eran la máxima autoridad en esas tierras.— Señora, bienvenida, ¿Cómo se encuentra de su accidente? — pr
Hafid cumplió con su palabra y al día siguiente llevo a Leila al mercado, noto que la joven estaba muy nerviosa, algo que le extraño, por lo que había aprendido en todo este tiempo Leila se sentía muy cómoda entre la gente de la tribu, a medida que caminaban Hafid pudo ver como todos los observaban, en un principio pensó que era una típica reacción al ser el Jeque, pero como siempre Leila aclaro sus dudas, la joven parecía estar en su cabeza o tener el poder de leer la mente.— Siempre fue así, desde que me case con Farid, creo que nos ven como la pareja perfecta y siempre están atentos a cada uno de nuestros movimientos. — Leila reía con ganas, siempre le pareció raro como la veían, hasta que Farid le explicó que era por envidia, de la buena, eso sí, todas las mujeres soñaban con encontrar un hombre como su esposo Farid, si supieran que nu
Leila bajo las largas escaleras, mirando todo a su alrededor, despidiéndose de aquel lugar en donde fue tan feliz y a la vez tan desgraciada.— ¡Señora! — dijo uno de los custodios, encargado de la seguridad de la puerta, al ver el rostro de su joven señora, su mejilla estaba cortada por el golpe debajo de su ojo, y su labio estaba hinchado.— Buenos días. — respondió con una sonrisa carente de emociones como si nada malo sucediera y siguió caminando.— Señora ¿Dónde va? ¿necesita que la lleve? — su señora no se veía bien, sus ojos estaban rojos por el llanto, pero más que eso, lo que asustaba a estos hombres es que carecían de cualquier sentimiento, estaban vacíos.— A dónde voy… no puedes acompañarme, has sido un gran empleado Omar, pero aun, un mejor amigo, gracias por eso. &
La mansión Khattab se mantenía en silencio, Hafid había terminado de explicar todo, el personal estaba aturdido, algunas empleadas lloraban por la muerte del Jeque Farid, mientras que los hombres al fin comprendían el cambio de su jeque con su señora Leila, estaban impactados, su pobre señora había sido alcanzada por las tradiciones y ahora era la esposa de Hafid, aun sumidos en el aturdimiento el jeque Marwan les pidió mantener el secreto, no se los estaba ordenando, solo era el pedido de su jeque, aquel hombre ya mayor que los había ayudado de más de una manera.— Comprendo que quieras demostrar que amas a Leila, Hafid, pero nombrarla jequesa sin que tenga un hijo para la familia Khattab, solo traerá más problemas que soluciones. — el jeque Marwan rompió el silencio.— ¿En verdad piensas que mi pedido es por amor? — Leila vio con dolor a su esposo
¿Cuántas veces Hafid había despertado al lado de su esposa en los últimos meses? Decenas de veces, pero hoy era diferente, Leila tenía su rostro recostado en el amplio pecho de Hafid y este podía sentir su suave respirar, debía ir a trabajar, pero no le importaba, él no se movería ni un milímetro de ser necesario, por nada del mundo haría algo para que Leila se alejara, sentía el calor de su aliento golpear su pecho, un par de bellos que allí se encontraban se movían, causando un leve cosquillar, se sentía en el paraíso, su mano picaba con las ganas de tocar su cabello, pero se obligó a permanecer quieto.— Mmm. — escucho a su esposa protestar cuando la luz del sol dio en su rostro y poco después la sintió removerse, restregando la nariz en su fornido pecho, pero más lo maravillo sentir como lo olía, como si necesitara
Hafid quedo de pie observando como los ojos color chocolate de Leila se cristalizaban, pero de ellos no caía ni una sola lagrima, estaba seguro de que ese detalle le dolía, la lastimaba y aun así se mantuvo en clama, Hafid se preguntaba su alguna vez la vería enojada, podría apostar su vida que eso no sucedería jamás.— Eso no era justo para ti. — Hafid deseaba haber podido ser él quien creciera en la tribu, quizás la hubiera conocido en algún lugar, estaba seguro de que se hubiera enamorado de sus ojos en un segundo, pero de nada valía pensar en el pasado, se dijo a sí mismo, al tiempo de que hacia una nota mental para pedir que quitaran esos retratos lo antes posible.— Soy mujer Hafid, aquí la vida no es justa para ninguna de nosotras. — sus pequeñas manos cerradas en puños dejaban en claro su molestia, y su esposo sentía la culpa a
Marwan observaba a su hijo y no comprendía si hacia todo aquello por querer cambiar las tradiciones o solo por tratar de llegar al corazón de Leila, en cualquiera de los dos casos le preocupaba las repercusiones.— Es una idea muy buena Hafid, pero debes tener en cuenta que a muchos no les gustara, no solo aquí en la tribu Khattab, también habrá muchos jeques que traten de interferir. Se podría desatar una guerra.— ¿Qué caso tiene ser el jefe de esta tribu si debo vivir midiendo las recciones de los demás jeques?— Piensa con cuidado Hafid, Farid ya tenía a muchos en contra, no sigas su camino, mira que aún tengo mis dudas con respecto a su accidente. — las palabras de su padre alteraron al hombre, no solo porque su hermano muriera en un atentado, también era el hecho de que Leila pudo morir ese día.— Si es así, ¿C&oacut