Leila bajo las largas escaleras, mirando todo a su alrededor, despidiéndose de aquel lugar en donde fue tan feliz y a la vez tan desgraciada.
— ¡Señora! — dijo uno de los custodios, encargado de la seguridad de la puerta, al ver el rostro de su joven señora, su mejilla estaba cortada por el golpe debajo de su ojo, y su labio estaba hinchado.
— Buenos días. — respondió con una sonrisa carente de emociones como si nada malo sucediera y siguió caminando.
— Señora ¿Dónde va? ¿necesita que la lleve? — su señora no se veía bien, sus ojos estaban rojos por el llanto, pero más que eso, lo que asustaba a estos hombres es que carecían de cualquier sentimiento, estaban vacíos.
— A dónde voy… no puedes acompañarme, has sido un gran empleado Omar, pero aun, un mejor amigo, gracias por eso. &
La mansión Khattab se mantenía en silencio, Hafid había terminado de explicar todo, el personal estaba aturdido, algunas empleadas lloraban por la muerte del Jeque Farid, mientras que los hombres al fin comprendían el cambio de su jeque con su señora Leila, estaban impactados, su pobre señora había sido alcanzada por las tradiciones y ahora era la esposa de Hafid, aun sumidos en el aturdimiento el jeque Marwan les pidió mantener el secreto, no se los estaba ordenando, solo era el pedido de su jeque, aquel hombre ya mayor que los había ayudado de más de una manera.— Comprendo que quieras demostrar que amas a Leila, Hafid, pero nombrarla jequesa sin que tenga un hijo para la familia Khattab, solo traerá más problemas que soluciones. — el jeque Marwan rompió el silencio.— ¿En verdad piensas que mi pedido es por amor? — Leila vio con dolor a su esposo
¿Cuántas veces Hafid había despertado al lado de su esposa en los últimos meses? Decenas de veces, pero hoy era diferente, Leila tenía su rostro recostado en el amplio pecho de Hafid y este podía sentir su suave respirar, debía ir a trabajar, pero no le importaba, él no se movería ni un milímetro de ser necesario, por nada del mundo haría algo para que Leila se alejara, sentía el calor de su aliento golpear su pecho, un par de bellos que allí se encontraban se movían, causando un leve cosquillar, se sentía en el paraíso, su mano picaba con las ganas de tocar su cabello, pero se obligó a permanecer quieto.— Mmm. — escucho a su esposa protestar cuando la luz del sol dio en su rostro y poco después la sintió removerse, restregando la nariz en su fornido pecho, pero más lo maravillo sentir como lo olía, como si necesitara
Hafid quedo de pie observando como los ojos color chocolate de Leila se cristalizaban, pero de ellos no caía ni una sola lagrima, estaba seguro de que ese detalle le dolía, la lastimaba y aun así se mantuvo en clama, Hafid se preguntaba su alguna vez la vería enojada, podría apostar su vida que eso no sucedería jamás.— Eso no era justo para ti. — Hafid deseaba haber podido ser él quien creciera en la tribu, quizás la hubiera conocido en algún lugar, estaba seguro de que se hubiera enamorado de sus ojos en un segundo, pero de nada valía pensar en el pasado, se dijo a sí mismo, al tiempo de que hacia una nota mental para pedir que quitaran esos retratos lo antes posible.— Soy mujer Hafid, aquí la vida no es justa para ninguna de nosotras. — sus pequeñas manos cerradas en puños dejaban en claro su molestia, y su esposo sentía la culpa a
Marwan observaba a su hijo y no comprendía si hacia todo aquello por querer cambiar las tradiciones o solo por tratar de llegar al corazón de Leila, en cualquiera de los dos casos le preocupaba las repercusiones.— Es una idea muy buena Hafid, pero debes tener en cuenta que a muchos no les gustara, no solo aquí en la tribu Khattab, también habrá muchos jeques que traten de interferir. Se podría desatar una guerra.— ¿Qué caso tiene ser el jefe de esta tribu si debo vivir midiendo las recciones de los demás jeques?— Piensa con cuidado Hafid, Farid ya tenía a muchos en contra, no sigas su camino, mira que aún tengo mis dudas con respecto a su accidente. — las palabras de su padre alteraron al hombre, no solo porque su hermano muriera en un atentado, también era el hecho de que Leila pudo morir ese día.— Si es así, ¿C&oacut
Un mes paso, en el cual algunas familias dejaron la tribu Khattab, veinte para ser exactos, se marcharon con lo puesto, ya que otras tribus habían prometido acogerlos y darle todo lo que necesitaran para aquellos que aun respetaran las leyes sagradas, el Jeque Khattab por su parte, los dejo ir en paz, solo dando un aviso, aquellas mujeres que desearan regresar a la tribu Khattab en busca de derechos y protección serian bien recibidas, para lo que ninguno estaba preparado, fue para el torrente de familias que dejaron sus tribus para unirse a los de los Khattab, la mayoría eran matrimonios que solo el amor los había unido, por lo que no estaban dispuestos a arriesgarse y que la esposa termine desposada con un cuñado o familiar, además la oferta de estudio para las niñas era algo muy esperanzador para todos.— Por el momento podemos acogerlos, tendremos que ampliar el mercado, pero lo que me preocupa son los maestros,
Hafid entro en la habitación, pero tenía tantas inquietudes en su mente que no presto atención a la gran cama y solo ingreso al cuarto de baño, con la firme intención de tomar una ducha, lo que nunca imagino fue que encontraría a Leila allí. Las paredes eran gruesas y las puertas de madera maciza, por lo que el hombre no escucho el canto de la joven hasta que ingreso. Leila estaba de espalda a la puerta, lavando su larga cabellera castaña, la espuma se deslizaba por su cuerpo como una invitación para Hafid, la imagen le pareció lo más erótico que pudo ver en su vida, inclusive cuando Leila corrió su cabello y las cicatrices de su espalda quedaron a la vista. Leila aun desconociendo la presencia de Hafid en el cuarto de baño, continúo cantando, mientras tallaba su cuello y Hafid camino con sigiló hacia ella, como un león tras su presa, sin hacer ningún ruido;
Leila estaba frente a Rafid, lo observaba con detenimiento, la hora que ella había calculado para su charla se había excedido, llevaba en la oficina del moreno más de tres horas, no solo consolando al hombre por la muerte de Farid, también explicándole todo, el gran secreto de los Khattab ahora estaba en las manos de Rafid.— Farid pudo ser feliz a mi lado. — dijo el hombre con sus manos hechas puño.— Él no sabía de la existencia de Hafid. — trato de explicarle una vez más, pero para un corazón herido no había razones que valieran.— Pero si sus padres, si Farid no hubiera sido un cobarde, si hubiera dicho que me amaba, ellos lo hubieran repudiado y expulsado, hubieran traído a su gemelo y la vida en la tribu hubiera seguido, Farid y yo seriamos felices y …— Son demasiados hubiera, el pasado no se puede cambiar Rafid, y
Hafid había vivido en la ciudad, su niñez y adolescencia la paso como cualquier persona libre de ir y venir por donde quisiera, siempre que fuera lejos de la tribu Khattab o cualquier otra tribu que lo pudiera identificar o mejor dicho confundir con Farid, durante 23 años aprendió a apreciar la belleza de las mujeres, tanto la de su país como la de otros lugares, Francia, Rusia, Egipto, Italia, hasta el momento creía que Leila era la mujer más hermosa que sus ojos pudieron ver, pero nada lo preparo para lo que encontraría al pasar las puertas de su hogar.Hafid abrió la puerta, aun angustiado con su descubrimiento o suposiciones, el hecho de saber que lo querían muerto no lo inquietaba tanto como el saber que Leila podría terminar convirtiéndose en la novia o concubina de otra tribu, ya que solo los Khattab habían terminado con la costumbre de que los jeques tuvieran una esposa y varias