Leila trato de ponerse de pie, pero pronto recordó que estaba desnuda, vio a su alrededor con vergüenza, tratando de encontrar algo con que cubrirse, pero cuando al fin vio su bata, las manos de su esposo la atraparon por la cintura.
— ¿Piensas abandonarme? — Hafid solo bromeaba, pero Leila no lo comprendió.
— Jamás te abandonaría Hafid, yo nunca me alejaría de ti por propia voluntad, debes creerme… — el pánico en la voz de la joven preocupó al jeque.
— Tranquila, amor, solo estaba bromeando, mírame, Leila. — pidió al descubrir que su esposa tenía la cabeza gacha.
— ¿Por qué te burlas de mí? — sus ojos estaban brillosos, pero también estaban rojos, estaba feliz, aunque también estaba conteniendo el llanto.
— Perdóname, parece que solo arruino las cosas, mi sentido de
Hafid se ahogaba en la desesperación y agonía, su esposa estaba con una mascarilla la cual le proporcionaba oxígeno, aun no despertaba y por más que el doctor que la atendió le aseguraba que estaba fuera de peligro y que solo se mantendría ingresada en el nosocomio por 24 horas, el jeque sentía que perdía todo, ver a Leila tan indefensa, pálida, y saber que tan cerca estuvo de perderla lo trastocaba, la culpa lo golpeaba una vez más.— Hijo tranquilízate, todo estará bien. — trato de apaciguarlo Marwan una vez más.— No puedo padre, esa es la verdad, el saber que tan cerca estuve de perderla… no lo soporto, a veces quisiera encerrarla en una caja fuerte y sacarla únicamente en mi presencia, donde sé que estará bien, donde pueda ver cada uno de sus gestos, donde nada ni nadie la lastime, ella es… — Hafid respiro profundo,
Leila clavo sus ojos color caramelo en los azules de Selim y sonrió dulcemente, quitándole el aliento al custodio. Esta joven de casi 19 años ya sabía muy bien lo que pasaría si no ponía de una vez por todas en su lugar al hombre, que, aunque era apuesto, ella no lo veía de otra forma más que como un amigo, Leila sabía que debía ser firme, pero a la vez tenía que ser considerada, este hombre estaría dispuesto a dar la vida por ella y la familia Khattab, además el hecho de ser mujer complicaba todo.— Entonces ¿es así? — dijo la joven al tiempo que su sonrisa se desvanecía, dándole paso a la tristeza, de quien no puede gritar para imponerse, claro que las mujeres no podían hacer eso.— Así debe ser, debo cuidarte, yo debo protegerte porque te amo. — las manos de Selim se cerraron con fuerza, mientras peleaba con las
Las manos de Hafid recorrían con delicadeza mi cuerpo, haciéndome temblar con cada toque, el calor expandiéndose por mi cuerpo y mi mente repitiéndome que todo estaba bien, es mi esposo quien me acaricia, son sus labios los que me besan, ¿Cómo podría pensar él que resistiría ser robada y esperar porque me rescate? No lo soportaría, jamás dejaría que otro hombre me tocara como lo hace él.— Hafid, por Dios. — muerdo mis labios para evitar gemir, es vergonzoso, pero me gusta.— Te amor Leila, solo a ti amor.Su respiración choca con mis pechos, provocando que mis pezones se endurezcan, mientras Hafid lame sus labios, ocasionando que tiemble aún más, ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede hacerme perder la cordura con tan solo sus manos y su boca?— ¡Hafid! — sus
Los días que siguieron fueron una tortura para ambos, ¿quería a mi esposo? No, yo amaba a Hafid, y cada vez que huía de su toque, sus caricias, me sentía morir, pero no podía caer ante él, ante nadie, no solo luchaba por mi vida, era la de todos, si me doy por vencida le fallaría a la tribu, aunque estuviera traicionando mi corazón, debía permanecer firme, y gracias a Dios mi sacrificio, tuvo su recompensa, solo una semana basto, para que Hafid me jurara que no tomaría la vida de Selim. — ¿Aun no has hecho tu maleta Leila? — su voz sonaba triste, tenía tantas ganas de arrojarme a sus brazos y preguntar qué le sucedía, pero sabía muy bien lo que era. — No y no me siento bien como para realizar algún viaje Hafid. — mi cabeza dolía, desde el día que discutimos por Selim. — Basta Leila, por favor, no soporto estar así. — sus manos envolvieron mi cintura y lo único que pude hacer, fue aferrarme al tocador, ver su reflejo y el mío por el espejo era una imagen digna de retratar. — ¿Crees
Esa misma noche partimos con Hafid a la cuidad y a diferencia de mi primer y trágico viaje con Farid, esta vez nos fuimos en avión, no estaba dispuesta a repetir nada de ese primer viaje, además Hafid me aseguro de que no fue un accidente lo que ocurrió con Farid, por lo que lo mejor que podíamos hacer es no planear realmente nada, no dejar que nuestros enemigos sepan nuestros movimientos.— ¿Estas bien Leila?— Si Hafid, lo estoy. — trate de sonar lo más normal posible, pero el rostro de mi esposo me dejo en claro que no lo estaba logrando.— No debes mentirme, puedes decir lo que quieras. — contradijo mis palabras con voz suave.— Lo sé, solo… tener enemigos no es bueno Hafid. — la preocupación surco su rostro y me arrepentí de mi honestidad.— Yo te protegeré, siempre, no debes preocuparte por nada.— No me preocupo por mi Hafid, no quiero perderte, mi corazón no soportaría una perdida más.Luego de esa pequeña conversación en el avión privado de la familia Khattab, ya no tocamos m
Hafid trato de contener mi ataque de histeria, creyendo que lo que sentía era dolor, el mismo que se tendría que sentir por la pérdida de un padre, pero no era así, y lo peor era que no podía decirlo, algo dentro de mí me impidió decir aquellas palabras, esas que explicarían que mi desesperación se debía a que no sentía nada. Para cuando pude recomponerme ya estábamos en el avión, en completo silencio, tratando de recordar algo, un detalle, una palabra que desatara un sentimiento por Said Assad, pero no lo encontré, quien cuido de mi fue mi madre Misha, quien lloro a mi lado con cada golpe recibido fue mi madre Misha, quien rogo porque no me casaran con un anciano también fue ella, cada caricia, cada palabra de amor salió de mi madre y antes cuando éramos niños de mi hermano, cuando aún mi padre no contaminaba su mente. — Jamil debe estar muy triste. — dije en un susurro, más para mí que para mi esposo, aun así, Hafid me escucho. — No debes pensar en él, solo tu dolor es el que imp
Una serie de sentimientos y emociones recorrieron a todos los presentes en cuanto Leila dejo salir su quejido, Zayane vio con reproche a su hijo, sabiendo muy bien que solo eso podía hacer, aun siendo la Jequesa de los Khattab, no podía avergonzar al nuevo Jeque de la familia, por más que quisiera ayudar a Leila, no tenía la autoridad suficiente para decirle nada a Hafid y mucho menos frente a otras personas, simples desconocidos. Pero Marwan si podía interferir, fue por eso y el cariño que le tenía a Leila que con rapidez llevo su mano para separar el férreo agarre que Hafid sostenía sobre su joven esposa. — No sabíamos que ya se conocían Leila. — dijo con calma el viejo jeque al tiempo que veía, con rudeza a su hijo. — No los conocía con anterioridad suegro, solo lo vi hoy en el cementerio. — explico Leila con voz temblorosa viendo a su esposo, aunque le estaba respondiendo a su suegro. — Así es, disculpa Farid, pero creo que hoy asuste a tu esposa. — explico con calma Amir, pero
Leila no volvió a hablar, tampoco lucho al ser sacada del avión, la advertencia de Amir era clara, cualquier movimiento y al primer lugar que dispararía seria su vientre, Leila creyó que el hombre, sabia jugar con su mayor miedo, sin saber que en realidad estaba midiendo que tan apegada a ese bebé estaba. Una camioneta blindada esperaba por ellos y con la velocidad que se movían, la joven turca comprendió que eran más peligrosos de lo que en un principio creyó. Al ser sentada en medio del asiento trasero se abrocho el cinturón, sin prestarle mucha atención a que cada uno de los primos se sentaba a un lado de ella, en cuanto la camioneta negra opaca emprendió la marcha, Leila observo que solo ella llevaba cinturón, no tenía intención de cuidar a nadie que no fuera solo ella, pero a medida que el vehículo aumentaba la velocidad, los recuerdos de la última noche con Farid llegaron y con ellos su ansiedad, hasta que fue insoportable. — Por favor, coloquen sus cinturones de seguridad. —