Hafid trato de contener mi ataque de histeria, creyendo que lo que sentía era dolor, el mismo que se tendría que sentir por la pérdida de un padre, pero no era así, y lo peor era que no podía decirlo, algo dentro de mí me impidió decir aquellas palabras, esas que explicarían que mi desesperación se debía a que no sentía nada. Para cuando pude recomponerme ya estábamos en el avión, en completo silencio, tratando de recordar algo, un detalle, una palabra que desatara un sentimiento por Said Assad, pero no lo encontré, quien cuido de mi fue mi madre Misha, quien lloro a mi lado con cada golpe recibido fue mi madre Misha, quien rogo porque no me casaran con un anciano también fue ella, cada caricia, cada palabra de amor salió de mi madre y antes cuando éramos niños de mi hermano, cuando aún mi padre no contaminaba su mente. — Jamil debe estar muy triste. — dije en un susurro, más para mí que para mi esposo, aun así, Hafid me escucho. — No debes pensar en él, solo tu dolor es el que imp
Una serie de sentimientos y emociones recorrieron a todos los presentes en cuanto Leila dejo salir su quejido, Zayane vio con reproche a su hijo, sabiendo muy bien que solo eso podía hacer, aun siendo la Jequesa de los Khattab, no podía avergonzar al nuevo Jeque de la familia, por más que quisiera ayudar a Leila, no tenía la autoridad suficiente para decirle nada a Hafid y mucho menos frente a otras personas, simples desconocidos. Pero Marwan si podía interferir, fue por eso y el cariño que le tenía a Leila que con rapidez llevo su mano para separar el férreo agarre que Hafid sostenía sobre su joven esposa. — No sabíamos que ya se conocían Leila. — dijo con calma el viejo jeque al tiempo que veía, con rudeza a su hijo. — No los conocía con anterioridad suegro, solo lo vi hoy en el cementerio. — explico Leila con voz temblorosa viendo a su esposo, aunque le estaba respondiendo a su suegro. — Así es, disculpa Farid, pero creo que hoy asuste a tu esposa. — explico con calma Amir, pero
Leila no volvió a hablar, tampoco lucho al ser sacada del avión, la advertencia de Amir era clara, cualquier movimiento y al primer lugar que dispararía seria su vientre, Leila creyó que el hombre, sabia jugar con su mayor miedo, sin saber que en realidad estaba midiendo que tan apegada a ese bebé estaba. Una camioneta blindada esperaba por ellos y con la velocidad que se movían, la joven turca comprendió que eran más peligrosos de lo que en un principio creyó. Al ser sentada en medio del asiento trasero se abrocho el cinturón, sin prestarle mucha atención a que cada uno de los primos se sentaba a un lado de ella, en cuanto la camioneta negra opaca emprendió la marcha, Leila observo que solo ella llevaba cinturón, no tenía intención de cuidar a nadie que no fuera solo ella, pero a medida que el vehículo aumentaba la velocidad, los recuerdos de la última noche con Farid llegaron y con ellos su ansiedad, hasta que fue insoportable. — Por favor, coloquen sus cinturones de seguridad. —
Hafid separo a los mejores hombres que tenía, un total de cuatrocientos, tanto custodios como simples ciudadanos leales a él, todo aquel que fuera bueno con armas y combate cuerpo a cuerpo y que estuviera dispuesto a dar la vida por Leila fue llamado, los demás hombres quedaban en Turquía, preparados para un futuro enfrentamiento, si era verdad que los Santoro no perdonaban y devolvían todo por dos, la tribu estaría preparada, no importaba cuantos cayeran, recuperar a su jequesa y al próximo jeque Khattab o la próxima princesa Khattab era lo más importante. Por suerte Hafid no tuvo que buscar a Jamil, el hermano mayor de Leila casi se materializo en la mansión al saber la noticia de que su hermana y única familia que le quedaba había sido secuestrada. — Necesito saber todo Jamil, ¿lo entiendes? Esas personas no vinieron por los Khattab, ellos vinieron por Leila. — No sé qué decir jeque, jamás escuché a mi padre nombrar a algún extranjero, tampoco tengo conocimiento de que pertene
La gran puerta fue abierta por uno de los tantos custodios que habían en la finca LA SANTA, los primos Santoro aún estaban agitados por la reciente pelea y los empleados que allí se encontraban estaban más que aterrorizados, al ver que por la entrada principal no solo entraba la señora Santoro, sino que también un guardia que cargaba el cuerpo inerte de Leila, quien su jefe Amir, mejor conocido como EL DIABLO, les había ordenado, no dejarla salir de la casona bajo ningún motivo, pero sobre todo, cuidar de su salud, aun a costa de sus propias vidas, todos creían que era la novia de su jefe, hasta solo unos minutos atrás, cuando la llamo hermana.— ¡¿Leila?! — el primero en reaccionar fue Amir, quien corrió y la tomo en brazos, descubriendo que estaba herida.— ¿Qué mierda paso? — la voz de Saimon, sonó como campanas de misa, o de algún funeral próximo.— Eso mismo quiero saber, pero por ahora llama al médico. — Alejandra Santoro podría ser una mujer de casi cincuenta años, pero ni su c
Amir cuido el sueño de su hermana, una vez más, como lo hizo en el cementerio, como lo hizo en el avión, acaricio su mejilla y su cabello con suavidad y tranquilidad, lleno de paz gracias a tenerla a ella a su lado, su pequeña hermana, se notaba que su vida no había sido fácil, mucho menos buena, la impotencia lo embargaba una vez más, se preguntaba qué tan diferente hubiera sido si él la hubiera encontrado antes. Sonrió al recordar que fue a Turquía con la idea de secuestrar a Jamil, tomar un poco de su medula y seguir con su vida, no estando dispuesto a relacionarse con ellos, los que lo vendieron, los que lo rechazaron solo por nacer débil, y nuevamente sonrió a ese pensamiento, débil, si lo era, cuando era un bebé, pero luego creció, fuerte, inteligente, buscando su propio lugar en la mafia, se hizo de un nombre temible, el diablo, quien lo nombrara era amigo o enemigo, pero causaba miedo en ambos, aun así, comenzó a sentirse cansado, débil, y entonces lo descubrió, estaba enfermo
La familia Santoro tomo sus armas sin perder tiempo, todos menos, la santa, Alejandra no lucharía en algo que ella sabía estaba mal, cargada de preocupación, barrio con sus exóticos ojos la negrura de la noche, viendo pequeños y grandes fogonazos que las armas dejaban salir con cada disparo, estaban siendo atacados en sus tierras, en su hogar, pero todo era culpa de Amir, Leila lo había dicho ciento de veces, la tribu iría por ella y ahora lo estaban viendo, sin embargo trato de llevar a la joven turca a un lugar seguro, pero Leila no se movió de su lugar. — Por favor, Leila, hazlo por tu bebé, no te expongas al peligro. — Lo hago por mi hijo señora Santoro, mi Hafid está arriesgando su vida, mi tribu está dejando su sangre allí afuera, todo para recuperarme, me iré con ellos, de una u otra forma. Para Alejandra no hubo dudas en la promesa que la joven hizo en esas palabras, ella partiría con su esposo, viva o muerta, el corazón de Alejandra se aceleró, deseaba salvar a su hijo, q
Para alegría de toda la tribu Khattab, no solo Leila regreso a sus tierras, todos los hombres también regresaron a sus hogares, con apenas una decena de heridos, pero ninguno de gravedad, las calles se vestían con adornos y colores alegres, para que la joven supiera que tan importarte era para ellos, Leila vio por la ventanilla de la camioneta todo con suma atención, como bailaban y cantaban mientras ella avanzaba, incluso se hicieron sacrificios de animales, los cuales el jeque ordeno que su carne fuera repartida entre los menos pudientes de sus tierras, para que el festejo llegara a cada rincón. Mientras que el Diablo tuvo que dar sepultura al menos a cinco de sus custodios y asegurar la recuperación de unos veinte heridos, la tribu no solo había entrado en sus tierras, también se había impuesto a ellos, debían tomar medidas, por más que ahora fueran familia, ser débil era algo que los Santoro no se podían permitir. — Parece que la tribu no tiene piedad cuando ataca. — dijo Saimon