Aimé con el dinero que tenía su hijo, arrendó una habitación en un modesto hotel, solo por esa noche, porque al día siguiente tenía que solucionar su situación.Mando a bañar a Harrison y luego lo hizo ella, después, cenaron solo un pan, porque no tenía nada más, pero el niño ni siquiera se quejó, sonreía feliz como si ese fuera el mejor manjar que había probado en su vida.—Este pan es muy rico, mami, más que cualquier plato exquisito que haya probado antes, porque lo estamos compartiendo tú y yo, y estamos llenos de amor, porque estamos juntos —expresó con una radiante sonrisa que le hizo recordar al antiguo Ader.Ella contuvo las lágrimas que amenazaban con salirse de sus ojos, porque se sintió conmovido con su hijo, pensando que su optimismo era insuperable, y eso le llenaba de orgullo, rogó al cielo porque su hijo siempre tuviera la misma actitud ante la vida y que siempre mantuviera su corazón sano.Tratando de simular que se había sentido perturbada por sus palabras, y procuran
Aimé no podía creer lo que estaba escuchando. Durante años, había soñado con escuchar esas palabras de boca de Ader, pero nunca pensó que realmente las pronunciaría. Por un momento se quedó sin habla, todas las emociones que nunca había dejado salir estaban burbujeando en su interior. Ader la había lastimado profundamente cuando la despreció, y la mandó a echar de la casa sin escuchar su versión de los hechos, pero nunca había dejado de amarlo. Ahora, verlo allí arrodillado, pidiéndole perdón de manera tan sincera, le hacía sentir una mezcla de dolor y esperanza. El corazón le latía con fuerza y las lágrimas caían por su rostro. Harrison también estaba conmovido por la escena, sin saber qué hacer o decir.Después de un largo silencio, Aimé finalmente habló: —No sé qué decir, Ader. Me hiciste tanto daño, me causó tanto dolor tu desprecioHarrison, por su parte, estaba sorprendido, no entendía del todo. Se acercó a su madre y le puso una mano en el hombro. Ella lo miró y luego volvió
Asustada Aimé iba a levantarse, pero Ader no la dejó ir, la giró dejándola debajo de él, la abrazó apretándola con fuerza. —No huyas de mí, por favor —le susurró al oído con voz ronca, ella sintió su cuerpo estremecerse con una especie de corriente eléctrica. —Yo… no quiero…—susurró con voz entrecortada.Él tomó su rostro y se quedó viéndolo fijamente como si estuviera tratando de comprobar la veracidad de sus palabras, Aimé se sintió nerviosa quiso bajar su mirada, pero él no lo permitió.—Dime que no te importo, que ni siquiera te gusto y me alejo de ti —pronunció, mirándola fijamente a los ojos.Aimé, lo observó fijamente, ella se perdió en esos ojos azules tan intensos como el océano y en ese momento supo que no podía mentirle. Ader era el hombre que había amado siempre, y nunca había podido olvidar.En las noches de angustia cuando los abusos de Youssef eran insoportables, cerraba los ojos y pensaba en los momentos felices con Ader, y solo así podía soportar que la tocara, qu
Ader se pasó la mano por la cabeza en un gesto de preocupación, no había salido de la oficina poniendo en orden algunos asuntos de la empresa y de su padre. Esas semanas habían sido las más duras para él, entre la muerte de su padre, las auditorías, fiscalizaciones por parte de organismos del estado para determinar si su empresa estaba involucrada en las irregularidades que había cometido su progenitor,Por eso, a pesar de haberse llevado a su hijo y a Aimé, no había compartido con ellos, ni siquiera quiso llevarlos al velatorio, ni mucho menos a la inhumación, porque aunque tenía hombres de seguridad vigilando, temía que Youssef les hiciera daño o que la prensa los empezara a acosar.Ya los cuerpos de seguridad, estaban tras la pista de Youssef, solo era cuestión de horas para que pudieran encontrarlo y apresarlo para que pagara por todos los crímenes que había cometido, estaba decidido a dar con su paradero, porque mientras él estuviera suelto, la vida de Aimé y su hijo, estarían en
Cada kilómetro que recorría Ader se sentía más ansioso, tenía un mal presentimiento, condujo a toda velocidad, quería llegar donde su familia, de pronto el teléfono del auto sonó, no perdió tiempo y lo atendió.—Aló, ¿Qué ocurre? —interrogó preocupado, enseguida escuchó la voz del jefe de los guardias que tenía apostado en la entrada del edificio.“Lo siento, señor Leibans, pero su hijo y su esposa no están, escaparon”.—¿Cómo fue eso posible, les dije que debían cuidarlo? ¿Cómo les permitieron irse? ¿Saben el peligro que corren? Si le pasa algo a mi familia, ustedes van a pagar las consecuencias —espetó furioso, sin poder contener el temor que lo embargaba.“Lo siento, pero se fueron por la escalera de emergencia y quebraron unos vidrios para distraernos, de todas maneras los desplegué a todos para que lo buscaran”.Ader cortó la llamada y como estaba llegando al sector donde vivía, empezó a recorrer las calles en el auto, cuando de pronto vio la escena frente a él, Youssef estaba ap
Ader no paró de besarla, acariciando su cuerpo duro con urgencia. Temía volver a perderla, y si eso pasaba se hundiría en un hoyo de sufrimiento y angustia, no quería volver a vivir ese infierno nuevamente, de estar separada de ella, no tenerla a su lado.Aimé arqueó su espalda, libre del control de su mente, solo la pasión dirigía sus actos en ese momento.—Sí, vamos a hacerlo —pronunció con un ronco tono de voz, mientras él asentía con la cabeza, dispuesto a tenerla.Él se movió, besándola con pasión, mientras sus manos acariciaban su cuerpo y ella se estremecía ante el recorrido suave de sus dedos, gimió de placer, se sintió vibrar a medida que el tacto de Ader la recorría, dejando una especie de rastro de fuego en su piel. Su respiración se aceleró, sus ojos se entrecerraron, mientras sus labios se abrían para emitir gemidos apagados de placer.Los dedos de Ader parecían conocer perfectamente su cuerpo, deteniéndose en cada punto de placer que la hacía suspirar. Sus besos estaban
Ader no podía creer lo que veía, las marcas en su espalda eran claro signo de que había sido torturada, sabía que su vida junto a Youssef había sido difícil, pero jamás imaginó que su crueldad llegaba a ese extremo.Se levantó con una rabia indescriptible, y enseguida comenzó a caminar de un lugar a otro, tratando de controlar la creciente rabia en su interior, pensando que si tuviera a ese hombre frente a él, le rompería la cara por desgraciado y lo mataría con sus propias manos.Sin embargo, su actitud fue malinterpretada por Aimé quien se arropó cubriéndose con la sábana y se encogió.—Siento… mucho darte asco —dijo con un nudo en la garganta mientras Ader la miró con incredulidad, negando con la cabeza.Se acercó a ella y la sostuvo de los brazos, para que lo mirara.—Escúchame bien Aimé —cuando por fin tuvo su atención, continúo hablando—, si estoy así no es por asco, es por rabia, porque por mi culpa ese desgraciado te hizo, estoy indignada por como te trató, por no haberte escuc
Después del entierro de su hermano, Emma y Justin decidieron aplazar por unos días su luna de miel, y en su lugar decidieron viajar a donde tenían a su padre, porque les tocaba la tarea más difícil, contarle al General que había muerto uno de sus hijos.Entró al hospital y caminó con Justin tomados de las manos, los pasillos se veían solitarios y una tensa calma la invadió, a medida que se iba acercando a la habitación, no podía contener el temor que embargaba su corazón, temía la reacción de su padre frente a esa terrible noticia.Justin se dio cuenta y acarició con un dedo la palma de su mano.—Tranquila, yo estaré a tu lado —pronunció tratando de calmar la angustia de su esposa.Cuando llegaron a la habitación, su padre tenía los ojos cerrados, pero al escuchar el ruido que hicieron al entrar los abrió y al darse cuenta de su presencia, esbozó una leve sonrisa.—Mi niña… viniste a verme —pronunció con un hilo de voz.Emma se sonrió y corrió hacia él abrazándolo, no pudo evitar las