El pacto

La noche estaba cayendo después de un hermoso atardecer y la sonrisa plena en el rostro de un hombre no se dio a esperar. Estaba ansioso por llegar a su hogar y recibir abrazos y besos de las mujeres más importantes de su vida.

¿Trabajo acumulado? Eso nunca faltaba y, aunque debía pasar por la empresa y dejar documentos importantes, no logró controlar sus instintos y se fue directo a su mansión. Al abrir la puerta, se encontró con su pequeña hija, quien lo esperaba con los brazos abiertos.

—¡Papá, papá! —corrió para alcanzarlo y poder darle un gran abrazo.

—Mi Gema preciosa, papá te ha extrañado mucho —Terminó llenándola de besos. —¿Cómo te has estado portando? ¿Me has extrañado?

—Me portó bien porque Nana, está llorando mucho… Papá no quiero que mi Nana esté triste.

Gabriel de inmediato se preocupó por la situación. —¿Ella está llorando, dices? —Con ojos tristes afirmó ante la pregunta. —¿Dónde está tu Nana?

—Allá afuera en los columpios…

—Bienvenido a casa, señor Wilson. Gema está h
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