Abro y cierro la boca, varias veces, sin encontrar la voz. Observo a mi loco marido (¡Futuro ex esposo!) de pie y empapado bajo el alero de la entrada. Tiene el cabello apelmazado contra la cabeza de lo mojado que está y la ropa, que se le pega al cuerpo, está goteando y haciendo un pequeño charquito sobre el tapete de la entrada. Se tambalea ligeramente, mientras se sostiene a los bastones y no puedo evitar mirar su pie, envuelto en una bolsa de basura que cubre la parte externa de su chándal ancho. También sostiene una bolsa blanca y me sonríe con descaro, mientras sus ojos verdes no pierden detalles de mi estupefacción. Algo en mi vientre se aprieta con fuerza y no puedo evitar recoger los dedos dentro de mis bailarinas. —¿Te comió la lengua el ratón, ángel? Exhalo, hasta llenar mis pulmones. —¿Qué diablos haces aquí? — parpadeo, confundida. —Creí que querrías algo de comer — alza ligeramente la bolsa que sostiene y vuelve a bajar la mano para sujetarse al bastón. Da un s
TERCERA PARTE: LA DESGRACIA DE QUE ESTÉS AQUÍ —Pero, ¿quién carajo te permitió entrar? — balbuceo, alucinada. Él no me hace ni caso y me acorrala contra la pared, a la cual pego la espalda en un tonto intento de huir del contacto de su cuerpo y de su mano, bastante fría por estar demasiado tiempo bajo la lluvia. Tiene los ojos verdes vidriosos y si no me engaña la luz, está un poco ruborizado. Sutil, pero allí está. Aún con todo, siento una insana atracción por su cuerpo. —El mundo puede cambiar con cada segundo, pero, a pesar de todo, me sigue encantando la boca tan sucia que tienes — susurra, inclinándose sobre mí. Respiramos el mismo aire por un momento y sus ojos vagan de los míos a mi boca. Sus intenciones son clarísimas y, aún así, estoy paralizada mientras contengo el aliento y recojo los dedos de los pies dentro de los zapatos. Aprieto los labios y lanzo dagas por los ojos. —Atrévete a besarme y terminarás de nuevo en el hospital — advierto en un hilo de voz tenso.
No sé siquiera cómo acabamos en mi habitación, ni menos aún como él se las arregló para subir con ese pie en mal estado y conmigo. Pero aquí estoy, en medio de mi cama, recostada y en mi cuarto iluminado solo con algunas velas que están ubicadas en las mesitas de noche a cada lado. La lluvia arrecia suena furiosa y se desata con todo. Los malditos truenos siguen allí, sonando a la distancia fuertes y vibrantes. Cierro los ojos y me cubro con el cobertor hasta la cabeza, estremeciéndome cuando otro azota con vigor. Sin embargo, incluso con el aliento contenido, soy muy consciente de que él está cerca. Vagamente recuerdo que me dejó en mi cama y luego se metió en mi baño. A saber a qué fue, porque no me dio tiempo de preguntar. Aunque no tengo que esperar mucho para que vuelva conmigo; el colchón se hunde a mi lado y siento unas manos tirar del edredón para sacarme de mi pequeño escondite. Cuando veo de nuevo su rostro, sé con seguridad cual fue su cometido. Su mirada busca la mí
Esbozo una sonrisita adormilada cuando siento algo húmedo en la piel, seguido de pequeños toquecitos que me hacen contraer el cuello por las cosquillas. Luego esos toquecitos cálidos suben por mi mentón, hasta mi mejilla y hacen un recorrido sin prisas hasta mi frente. Suspiro encantada y me acomodo sobre el cuerpo duro y cálido. Esos toques bajan lentamente, depositando dos muestras de afecto sobre mis párpados y luego de vuelta a la punta de mi nariz. El toque se detiene, igual que el cosquilleo que deja sobre mí. Arrugo la frente, desconcertada por aquella interrupción abrupta a la manera tan dulce que me hace recobrar el conocimiento lentamente de mi plácido sueño y de inmediato soy recompensada con una risita baja y ronca que repercute en mis oídos, mientras unos dedos hábiles y cálidos recorren mi espalda sin prisa. El cosquilleo que impregnan sus manos a mi piel vuelve, dejando una suave estela que va calentándose lentamente a medida que sus caricias lo hacen. Los toques
Me duele la cabeza para cuando termino de leer el detallado informe vetado. Son más de las doce, pero siento que necesito una siesta con urgencia o una botella de vino. O tal vez solo un par de aspirinas. Me siento extraña, realmente extraña mientras voy a mi cocina por un vaso de agua. Collin se marchó tras nuestra discusión; una parte desordenada esperaba verlo cuando bajé las escaleras a hurtadillas. Sin embargo, aún cuando eché un vistazo por todo el lugar, no lo encontré. Claro está, no se largó sin antes limpiar mi cocina (lo cual fue un detallazo, por muy mal que me caiga) y dejar una nota escrita a mano que me dejó mald¡tas mariposas en el estómago. Bebí y bebí agua hasta saciarme, en un intento de ahogar a las desgraciadas y deshacerse de la desazón que me produce mi esposo. Pero seguían allí incluso cuando me encerré en mi estudio para estudiar lo que tanto me negué. Ahora me siento más confundida que antes y más asombrada también. No solo averigüe que tras la muerte de
Nos pasamos el más incómodo viaje en silencio.Ninguna de las dos está dispuesta a hablar y me parece perfecto, sobre todo porque de ese modo nos ahorramos alguna discusión. Sé que tener un momento civilizado no nos hace grandes amigas, pero al menos es un avance que haya aceptado esta cita. Con la fe que estoy poniendo en esto, solo pienso en que más vale que todo valga la pena para todos, pero sobre todo para mí. Tengo que cerrar el ciclo, como dijo Marco, algo que claramente no hice cuando pretendí dejarlo en el hospital y me encerré en mi casa. Con su aparición de nuevo en mi vida y la mañana tan… tan…, ¿extraña? ¿poco ortodoxa? ¿movida y dolorosa? ¿sensual y dulce? ¿enloquecida y reveladora? - ¡Bah! Como sea. Ya ni sé ni cómo definirla en este instante - me he dado cuenta que sigo siendo una mentirosa. Soy una pesimista por naturaleza, un poco demasiado soñadora de vez en cuando, pero sobre todo soy muy buena huyendo de lo que siento. «Una cuadriculada…», según las palabras de m
Llevamos diez minutos en silencio, interrumpidas solo cuando un camarero nos trae el primer platillo que ni siquiera hemos tocado. Airi, que parece siempre saber que decir o que contestarme, tan descarada desde que la conocí, por una vez parece tan desconcertada que ha perdido toda palabra. Puede que esté pensando en lo que le dije o puede que esté pensando la manera de desacreditarme. Cualquiera sea el caso, no le tengo miedo. Esa es mi verdad. Cruel y amarga.Fui traicionada y humillada por una gran mentira. Collin me dijo cosas horribles y se negó a creerme. Aún al saber que su madre me detestaba, le creyó. Sigue escociendo su odio, el veneno que desató y las atrocidades que de vez en cuando vienen a mi mente a atormentarme. Que hayamos pasado por todo este caos, ha traído esas palabras más veces de las que lo recuerdo estos días. Incluso con lo que pasó anoche o está mañana, siguen allí. No se irán con el viento, de eso estoy segura. Como también del hecho de que mi inseguridad
Me paso una larga hora caminando sin rumbo, intentando procesar las palabras de Airi y el miedo, tanto como el velado odio, en su mirada. Muchas cosas son nuevas y muchas cosas han dejado mi mente abotargada, más pesada todavía. Tengo los detalles de la vida de mi marido después de mí; problemas, líos y depresión. También locura, porque mi esposo está tan demente como yo. Pero sobre todo hay desconcierto; Airi mencionó que yo le dejé esos papeles. No tiene sentido, o tal vez sí, tal vez solo ella creyó que yo le dejé el divorcio y solo es un malentendido. O tal vez hay algo detrás de lo que aún no me he enterado. Cualquiera sea el caso, tengo que detenerme y analizar todo, tramo por tramo. Y creo que un descanso de la insensata caminata hacía la nada, me haría de maravilla. Un poco porque ya estoy famélica y otro poco porque mi tobillo se esta resintiendo un poco. Olvidé el bastón en casa y con todo el lío al despertar y el otro mar de locura a la lectura que me mandé, realmente habí