Me duele la cabeza para cuando termino de leer el detallado informe vetado. Son más de las doce, pero siento que necesito una siesta con urgencia o una botella de vino. O tal vez solo un par de aspirinas. Me siento extraña, realmente extraña mientras voy a mi cocina por un vaso de agua. Collin se marchó tras nuestra discusión; una parte desordenada esperaba verlo cuando bajé las escaleras a hurtadillas. Sin embargo, aún cuando eché un vistazo por todo el lugar, no lo encontré. Claro está, no se largó sin antes limpiar mi cocina (lo cual fue un detallazo, por muy mal que me caiga) y dejar una nota escrita a mano que me dejó mald¡tas mariposas en el estómago. Bebí y bebí agua hasta saciarme, en un intento de ahogar a las desgraciadas y deshacerse de la desazón que me produce mi esposo. Pero seguían allí incluso cuando me encerré en mi estudio para estudiar lo que tanto me negué. Ahora me siento más confundida que antes y más asombrada también. No solo averigüe que tras la muerte de
Nos pasamos el más incómodo viaje en silencio.Ninguna de las dos está dispuesta a hablar y me parece perfecto, sobre todo porque de ese modo nos ahorramos alguna discusión. Sé que tener un momento civilizado no nos hace grandes amigas, pero al menos es un avance que haya aceptado esta cita. Con la fe que estoy poniendo en esto, solo pienso en que más vale que todo valga la pena para todos, pero sobre todo para mí. Tengo que cerrar el ciclo, como dijo Marco, algo que claramente no hice cuando pretendí dejarlo en el hospital y me encerré en mi casa. Con su aparición de nuevo en mi vida y la mañana tan… tan…, ¿extraña? ¿poco ortodoxa? ¿movida y dolorosa? ¿sensual y dulce? ¿enloquecida y reveladora? - ¡Bah! Como sea. Ya ni sé ni cómo definirla en este instante - me he dado cuenta que sigo siendo una mentirosa. Soy una pesimista por naturaleza, un poco demasiado soñadora de vez en cuando, pero sobre todo soy muy buena huyendo de lo que siento. «Una cuadriculada…», según las palabras de m
Llevamos diez minutos en silencio, interrumpidas solo cuando un camarero nos trae el primer platillo que ni siquiera hemos tocado. Airi, que parece siempre saber que decir o que contestarme, tan descarada desde que la conocí, por una vez parece tan desconcertada que ha perdido toda palabra. Puede que esté pensando en lo que le dije o puede que esté pensando la manera de desacreditarme. Cualquiera sea el caso, no le tengo miedo. Esa es mi verdad. Cruel y amarga.Fui traicionada y humillada por una gran mentira. Collin me dijo cosas horribles y se negó a creerme. Aún al saber que su madre me detestaba, le creyó. Sigue escociendo su odio, el veneno que desató y las atrocidades que de vez en cuando vienen a mi mente a atormentarme. Que hayamos pasado por todo este caos, ha traído esas palabras más veces de las que lo recuerdo estos días. Incluso con lo que pasó anoche o está mañana, siguen allí. No se irán con el viento, de eso estoy segura. Como también del hecho de que mi inseguridad
Me paso una larga hora caminando sin rumbo, intentando procesar las palabras de Airi y el miedo, tanto como el velado odio, en su mirada. Muchas cosas son nuevas y muchas cosas han dejado mi mente abotargada, más pesada todavía. Tengo los detalles de la vida de mi marido después de mí; problemas, líos y depresión. También locura, porque mi esposo está tan demente como yo. Pero sobre todo hay desconcierto; Airi mencionó que yo le dejé esos papeles. No tiene sentido, o tal vez sí, tal vez solo ella creyó que yo le dejé el divorcio y solo es un malentendido. O tal vez hay algo detrás de lo que aún no me he enterado. Cualquiera sea el caso, tengo que detenerme y analizar todo, tramo por tramo. Y creo que un descanso de la insensata caminata hacía la nada, me haría de maravilla. Un poco porque ya estoy famélica y otro poco porque mi tobillo se esta resintiendo un poco. Olvidé el bastón en casa y con todo el lío al despertar y el otro mar de locura a la lectura que me mandé, realmente habí
Ladeo el rostro para observar a Collin, que me ofrece una sonrisa irreverente, con su cuerpo inclinado sobre mí. Ni siquiera finjo estar sorprendida, a pesar de mis mejillas encendidas debido al bochorno. —¿Cómo estás, ángel? — murmura. El caradura de mi marido, se yergue y en un movimiento fluido y rápido, se deja caer a mi lado, en el pequeño espacio que queda. Reposa sus bastones en el lateral de la mesada y yo me hago aún lado para que su gran cuerpo no este rozándome. Él, de todas formas se desliza más cerca. —¿Qué haces? — cuestiono. —Hablo con mi mujer — responde tan chulo. Entorno los ojos y miro hacia atrás, a la mesa donde antes estaba. Espero ver a la mujer esperando, pero no hay nadie. Aunque eso no me quita nada de peso. —¿Y quién era tu amiga? — pregunto sin resistir. Lo observo, toda seriedad. Él apoya el codo sobre la mesa y sostiene un lado de su cabeza en su puño. No pierde detalle de mi rostro, sé que le gusta mirarme. Lo que me pone más nerviosa, incluso s
Como era de esperar, Collin no da su brazo a torcer. Me sigue calle abajo y me grita cuando solo he avanzado a pocos metros. —¡Natia, detente! Me quedo paralizada cuando el recuerdo de lo que pasó hace poco se abre en mi cabeza. Fue así como comenzó. ¡Y voy en la misma dirección que en ese entonces! El frío me hace estremecer y siento la boca del estómago darme un revés. No necesito otro accidente, con la suerte que traigo seré yo la próxima frente a un vehículo o peor, volverá a ser mi esposo. Tomo una temblorosa respiración y me vuelvo, justo cuando me ha alcanzado salto a salto con ayuda de sus bastones. —Ángel — murmura con el ceño fruncido, creo que quiere reprenderme pero luego su mirada pasa a la preocupación al ver mi rostro —, ¿estás bien? Recarga el bastón bajo su axila y estira la mano para tocarme el rostro, deja un leve caricia antes de que me aparte. —Claro que estoy bien — replico, aclarándome la garganta. Igual y me siento un poco mareada, pero debe ser el
CUARTA PARTE: LA DESGRACIA DE ESTAR CONTIGO.Cuando llego a casa veo que el auto de Ross sigue aquí. No me sorprende, seguro está esperando que lo ponga al día del desastre local. Suspiro abriendo la puerta. Ross se asoma desde el respaldo del sofá y me sonríe, mientras cierro. —Buenas tardes, guapa ¿Cómo salió el tratado de paz? —No tan mal — exhalo. Me dirijo al sofá, quitándome el abrigo y tirándolo en el silloncito individual de al lado. Me dejo caer en el extremo opuesto de donde está mi amigo. Recargo la cabeza sobre el respaldo y cierro los ojos mientras escucho el grito terrorífico proveniente de la pantalla. Ross y sus películas sangrientas y de terror. ¡Jesús! Estoy agotada y ni siquiera ha llegado la noche. Lo oigo levantarse. —¿Agua o algo más fuerte? — pregunta. Escucho sus pasos alejarse. Me acomodo de costado para asomarme tras el respaldo y verlo ir a mi cocina. Tomo un cojín pequeño y lo pongo en mi regazo. —¿Queda cerveza? Él indaga en mi nevera. —Sep — co
Me encierro en el viejo ropero de puertas dobles, pegado frente al muro de mi cama. Ruego porque no me encuentren y contengo el aliento mientras siento los pesados pasos entrar en la habitación. Aprieto la espalda contra el fondo, con algunas blusas y camisetas colgadas haciendo de soporte. Toco mi vientre y una parte pequeña, y aterrorizada también, se alegra de no haber sucumbido justo está noche a mi desorden nocturno por desnudarme. Al menos estoy vestida si he de enfrentar a estos hijos de puta. El móvil que tengo en mi mano se ilumina, con el nombre de Collin brillando en la pantalla. Cuelgo y agudizo el oído. Todo el cuerpo me tiembla. Siento el corazón bombearme en los oídos y el aliento contenido, quemar con violencia en mi pulmones. Pero no me atrevo a respirar por miedo a que me encuentre. Los pasos de esa persona se detienen; escucho los crujidos de las tablas de madera e intento imaginar dónde se encuentra. ¿Cerca de la entrada? ¿A mitad de la estancia? ¿Tal vez a pas