Capítulo 412
Al atardecer, Celeste encontró algunas frutas silvestres para comer.

—¿De verdad crees que esto se puede comer? ¡No quiero! Búscame otra cosa.

Aun en medio de la adversidad, Samuel seguía comportándose como un señorito.

Miró con desdén las pequeñas frutas rojas y rugosas, negándose siquiera a tocarlas, como si el simple contacto fuera a ensuciarle las manos.

—Claro, ¿por qué no te preparo un banquete imperial? —respondió Celeste, irritada.

Ni siquiera parecía entender dónde estaban; ya era bastante haber encontrado algo comestible.

Molesta, Celeste le lanzó dos frutas sin importarle si las comía o no, y se quedó con las otras cuatro, sentándose bajo un árbol para comerlas.

Samuel apartó con disgusto las frutas y miró su espalda en silencio. Después de un rato, preguntó:

—¿Cómo supiste que aquí podía haber inundaciones repentinas?

Celeste lo miró de reojo antes de volver a fijar la vista en el río:

—Crecí en el campo cuando era niña, es conocimiento básico.

—¿Qué estás mirando?

—Estoy v
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