Lorenzo no dijo nada, solo siguió mirando las flores con el ceño fruncido, como si le molestaran de verdad.—Nadia, lo siento, es que Lorenzo es alérgico al polen. Mejor llevo las flores afuera, no te enojes —Celeste se disculpó mientras se levantaba con el ramo en las manos y caminaba hacia la puerta.Nadia la miró, incrédula. ¡Esta pequeña había vuelto a caer en las mentiras de Lorenzo!Con un gesto de frustración, Nadia fulminó a Lorenzo con la mirada:—¿No te da remordimiento engañarla aprovechándote de la confianza que tiene en ti?La mirada de Lorenzo se volvió aún más fría:—¿Acaso tú no te has aprovechado de la confianza que ella tiene en ti?Nadia sabía perfectamente que Celeste no sentía atracción por las mujeres y que la veía solo como una amiga, pero aun así había aprovechado esa confianza para acercarse a ella.—Te advertí que no te acercaras a ella —La voz de Lorenzo era helada—. ¿No temes que cancele tu exposición de arte?—Lorenzo, además de usar tu poder para intimidar
Celeste lo miró de reojo.Los ojos de Samuel estaban llenos de escrutinio: —Lorenzo te quiere mucho.Después de todo lo que había pasado, Samuel finalmente lo había comprendido. Lorenzo no la veía solo como un juguete.Si solo fuera un juguete, no habría hecho todo lo posible por encontrarla.Celeste dejó que una pequeña sonrisa asomara en sus labios: —Sí, él me quiere.La sonrisa de Celeste le resultaba irritante, y Samuel no pudo evitar soltar una risa sarcástica: —¿Y de qué te sirve? Igual eligió a Nadia. Eres una ilusa, ¿de qué te sientes tan orgullosa?Celeste no tenía intención de discutir con él, pero al escuchar eso, respondió con una risa fría: —Eligió a Nadia para salvarme, porque sabía que tú ibas a arrojar por la azotea a la persona que él escogiera.El rostro de Samuel se tensó de inmediato.—Samuel, te engañaron. No eres rival para Lorenzo —dijo Celeste, mirándolo con una mezcla de lástima y desafío.Los labios de Samuel se apretaron en una línea delgada, y su expresión s
***El odio de Samuel hacia Lorenzo estaba incrustado tan profundamente en su ser que, a menos que encontrara pruebas de lo ocurrido, cualquier palabra sería inútil.Celeste salió de la habitación justo a tiempo para ver a Nadia salir también de la suya. —¿Ya terminaron de hablar?La expresión de Nadia cambió, y tomando a Celeste del brazo, le dijo: —Celeste, ¿has pensado en lo que te mencioné?Celeste parpadeó, sorprendida, y negó suavemente con la cabeza: —Nadia, agradezco tu preocupación, pero no me iré.Nadia la miró con seriedad: —Celeste, estar con Lorenzo es muy peligroso. Deberías pensar en ti misma...—Lo entiendo —Celeste la interrumpió con una sonrisa tranquila, pero en su voz había una firmeza inquebrantable—. No lo voy a dejar.No podía abandonar a Lorenzo, y aún quedaban cuentas pendientes con Marina e Isabella. Irse no era una opción.Nadia frunció el ceño, viendo que Celeste ya había tomado su decisión, y suspiró con resignación: —Está bien, respeto tu decisión. Mañana
Un leve pinchazo de dolor se sintió en el corazón de Celeste.Pero todos tienen un pasado. No había necesidad de aferrarse a algo que solo traería incomodidad para ambos.Celeste forzó una pequeña sonrisa: —Solo preguntaba por curiosidad. Pero... tengo hambre. ¿Vamos a comer algo?...Dos días después.En la habitación del hospital.—¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué nadie puede contactar a Naim?Marina estaba furiosa, su rostro aún pálido, apretando con fuerza el celular en su mano.—Mamá, el teléfono de Naim está apagado. ¿Crees que Lorenzo lo capturó? ¿O tal vez se escapó de vuelta a Sudamérica?Isabella estaba desesperada por saber si Naim había logrado su cometido. El odio que sentía hacia Celeste la consumía.El rostro de Marina se oscureció aún más: —Naim es mi perro más leal. Lorenzo ha estado ocupado buscando a Samuel y Celeste, ¿cómo habría tenido tiempo de atraparlo?Lorenzo había bloqueado toda la información y había dejado a un grupo de personas buscando en el río, crea
—¿Qué dijiste? —Isabella frunció el ceño, al principio confundida, pero luego su mirada se volvió fría y desconfiada—. ¿Qué truco está planeando esa maldita de Celeste ahora?—Tranquila, no vengo de su parte. Te ayudo porque ambas odiamos a la misma persona.—¿A quién odias? —preguntó Isabella, escéptica.—A mi hermana, Celeste. ¿No la detestas tú también?—Detestarla es poco —espetó Isabella, con el odio desbordándose en cada palabra—. ¡No descansaré hasta que esa zorra pague por todo!Viviana esbozó una sonrisa tenue, pero sus ojos reflejaban un frío implacable.Ese día, había ido al hospital para su tratamiento y había visto a Celeste y a Samuel. Celeste vestía con ropa de diseñador, resplandeciente y rodeada de admiración.Mientras que ella estaba atrapada en una fea bata de hospital, soportando las miradas compasivas de los médicos.No era justo....La noticia del arresto de Marina se propagó rápidamente por los medios.Aunque aún no se había llevado a cabo el juicio, todos sabía
—Sabes perfectamente por qué estuvimos juntos en su momento. Deja de darte aires.La voz de Lorenzo fue tan cortante que no dejó lugar a réplicas.Alya, humillada y al borde del llanto, salió corriendo de la habitación.—Se fue llorando. ¿No fuimos un poco duros con ella? —preguntó Celeste, con un atisbo de ironía.Lorenzo, con una mirada gélida, replicó: —¿Quieres que la traiga de vuelta?Celeste sacó su teléfono, hizo una llamada y, tras unos segundos, habló con firmeza:—Matilda, vigila que Alya recoja sus cosas y salga de la casa en los próximos treinta minutos. Si se pasa del tiempo, diles a los guardias que la saquen a la fuerza.La pequeña dosis de autoridad de Celeste le agradó a Lorenzo, pero aun así, había algo que no le había sentado bien:—¿Así que te quedaste ahí viéndola intentar seducirme sin hacer nada? ¿Ni una sola reacción?Celeste sonrió con picardía:—Sabía que no harías nada con ella. Además, no me fui, ¿verdad? —Su mirada se oscureció un poco mientras continuaba—:
En la habitación, la luz era tenue, creando un ambiente cargado de intimidad.En la entrada, la ropa de ambos yacía dispersa por el suelo, y al avanzar, el desorden en la cama grande contaba una historia de pasión descontrolada. Almohadones tirados, pedazos de tela y pañuelos usados se encontraban esparcidos por todos lados.En el otro extremo de la habitación, sobre un sofá de cuero negro, Lorenzo descansaba con un pie en el suelo, sus músculos tensos brillando bajo la luz tenue. Su rostro, marcado por el deseo, mostraba una ferocidad que lo hacía parecer un animal salvaje.Su imponente figura eclipsaba completamente a Celeste, que estaba acorralada en una esquina del sofá, emitiendo suaves gemidos de agotamiento...Después de una tormentosa sesión de pasión, Lorenzo la abrazó, recostándose con ella en el sofá para recuperar el aliento.—¿Estás cansada? —preguntó, con la voz ronca.—Sí... —Celeste murmuró, cerrando los ojos y sintiendo cómo el cansancio la invadía—. Alya te puso algo
Los rasgos de Lorenzo se los debía en su mayoría a doña Olivia, aunque él tenía un aire más imponente y varonil.Al escuchar los pasos, Olivia levantó la mirada hacia Celeste, observándola detenidamente, como si estuviera evaluando una mercancía.Celeste sintió cierta incomodidad, pero mantuvo la cortesía, y se acercó para saludarla con respeto: —Doña, me dijeron que quería verme.Olivia dejó la taza de café sobre la mesa y la miró con frialdad: —Señorita Torres, parece que te das tu importancia. Son casi las once de la mañana y recién te levantas. ¿Así es como cuidas a Lorenzo?El tono de Olivia tenía un matiz burlón que hizo que Celeste frunciera el ceño: —Lorenzo tiene muchas empleadas que lo atienden. No necesita que yo lo cuide.Olivia soltó una risa ligera, sin darle importancia: —Hoy vine para ver qué clase de mujer es la que ha provocado tanto alboroto en la vida de mi hijo, y veo que no eres gran cosa.Celeste se sintió un poco molesta y frunció el ceño nuevamente: —¿Qué es lo