En ese momento, se escucharon unos pasos que se detuvieron frente a ella y una voz fría de mujer resonó por encima de su cabeza.—¡Vaya lumbrera en seducir a los hombres!Celeste abrió los ojos y vio a Miranda, vestida con una bata blanca, parada frente a ella con una sonrisa burlona en los labios.—Desde la primera vez que te vi, supe que no eras una mujer sencilla. ¡Era capaz de hacer que Lorenzo se arriesgara por ti! Eres joven, pero tus artimañas son de lo más inusuales.Celeste frunció el ceño:—¿Qué quieres decir?La voz gélida de Miranda cayó sobre ella:—A Lorenzo solo le interesan las mujeres que pueden satisfacer sus necesidades físicas, pero no las que le causan problemas. ¿Sabes quién es él? Si le pasara algo anoche, ¿podrías hacerte responsable?Cada una de sus palabras era un reproche, y la mirada de Celeste se enfrió de inmediato.—Yo no soy la mujer de Lorenzo, el haberme salvado fue solo algo que yo no esperé. ¡Te pido que hables con más respeto!—¿Respeto? —Miranda la
—Celeste, ¡te salvé la vida! No me digas que planeas actuar como si nada hubiera pasado —dijo el hombre con una mirada como un cuchillo afilado.Celeste se quedó un poco perpleja. En realidad, ella estaba muy agradecida con Lorenzo, si no fuera por su rescate anoche, no sabía Daniel qué le haría. Sin embargo, ella también había entendido la intención de Lorenzo sobre el “devolverle el favor” que estaba pidiéndole. Mordiendo los labios, tartamudeó:—Yo…—Está bien si no quieres devolverme el favor, si te mueres, ya no necesitarás hacerlo.Celeste se quedó sin palabras…—Allí hay un cuchillo de cocina, puedes apuñalarte a ti misma.Celeste no habló ni se movió.—¿No quieres hacerlo?¡Por supuesto que Celeste no haría algo así!—Fui secuestrada por Daniel, ¡pero sufrí todo eso por tu culpa!Así fue la realidad, ¡ella era la víctima inocente!Celeste lo miró y le dijo seriamente:—Señor Vargas, la última vez ya dejé las cosas claras, no seré tu mujer.Lorenzo miró fijamente los labios lige
—Bueno, puedo quedarme para cuidarte por la noche, pero… Dormiré en el sofá, no en la cama —cedió Celeste.Para Lorenzo, la situación significaba que solo podía verla pero no podía ni tocarla… ¡Qué mujer tan inconsciente! ¿No sabía cuántas mujeres andaban detrás de él intentando estar con él pero ni siquiera tienes la oportunidad?—¿Lo aceptas o no? —preguntó Celeste mirándolo con los ojos claros y húmedos.Un destello sombrío pasó fugazmente por los ojos de Lorenzo, y el "¡Lárgate!" que iba a decir se convirtió en un "¡De acuerdo!" que salió entre dientes…Su mirada dominante se fijó en ella:—Celeste, ¡algún día me suplicarás para dormir conmigo!Celeste se mordió un poco el labio, luego le respondió con calma y firmeza:—No voy a hacerlo.—No lo digas tan pronto —la voz grave de Lorenzo tenía un tono significativo.Celeste no se tomó en serio sus palabras. Después de todo, ella ya no tenía nada que suplicarle. Cuidarlo unos días era para devolverle el favor de haberle salvado la vid
—¿¡Por qué no escuché tus pasos!? —Celeste se alivió un poco, en su queja se percibía un tono ligeramente coqueto.—Porque estabas perdida en tus pensamientos —dijo Lorenzo y le pellizcó suavemente la mejilla, que era un gesto cariñoso —. ¿En qué estabas tan ensimismado?Celeste se puso un poco nerviosa:—No… nada…"Bzzzz..."Antes de terminar, el teléfono de pronto sonó. Era la llamada de Jacob.Celeste se sobresaltó y la colgó de inmediato. Sin embargo, segundos después, volvió a sonar. Otra vez el número de Jacob. Ella la volvió a colgar. Al siguiente instante, volvió a llamar… ¿Acaso él iba a llamarla interminablemente? Sin dudar alguna, la colgó una vez más.—¿De quién es la llamada y por qué no la contestas?El hecho de que no atendiera tres veces consecutivas llamó la atención de Lorenzo. Celeste se sintió repentinamente nerviosa, Jacob es el esposo de la sobrina de Lorenzo, y ella no quería que este se enterara de que ella había tenido una relación con Jacob.—Es que…Pensó ráp
Cuando terminó todo eso y salió de la cocina, se encontró con que la televisión estaba encendida y Lorenzo estaba dormido en el sofá, probablemente no tan profundamente, con el ceño ligeramente fruncido.Toc, toc, tocEn ese momento se escucharon tres suaves golpes en la puerta. Celeste fue a abrir la puerta y vio a Andrés de pie afuera, sonriéndole:—Celeste, vengo a traerle unos documentos al jefe.—Está dormido —respondió Celeste.—Entonces, por favor, entrégaselos para que los firme cuando despierte, y volveré a recogerlos.Andrés le entregó los documentos a Celeste, quien arqueó una ceja:—Mejor entrégaselos tú mismo, de lo contrario, si ustedes vuelvan a tener algún plan y alguien más dice que fui yo quien robé los documentos de nuevo, entonces ni siquiera tendré la oportunidad de limpiar mi nombre otra vez.La expresión de Andrés se congeló por un momento, luego sacudió la cabeza y se rio impotente:—Celeste, me he dado cuenta de que tú y el jefe se parecen bastante en el aspect
Comparada a la última vez que se vieron, Rosalina se veía un poco más llenita y con mejor semblante, ataviada en un vestido de lana de tonos claros que le daba un aire como antes, mostrando un aura de las damas de la alta sociedad.—Señora Rodríguez —la saludó Celeste.Se le acercó y se sentó en el sofá.—Celeste ¿por qué vienes vestida así? ¿Estás enferma? —preguntó Rosalina, sorprendida.Celeste sonrió:—Sí, estoy malita, pero nada grave.El mesero se acercó con el menú y, al ver la ropa de Celeste, también se sorprendió. Ella pidió un vaso de agua de limón.—Señora, ¿me buscaba por algún asunto? —preguntó Celeste.Rosalina guardó silencio unos segundos y luego rompió a llorar. Celeste, desconcertada, le acercó una servilleta:—Señora, ¿le pasó algo a la señorita Jiménez?¿Acaso Lorenzo realmente le hizo algo a Viviana?Rosalina lloró por un rato y luego, negando con la cabeza, le dijo:—No es ella, es su papá… Hoy me enteré de que en la cárcel lo maltratan mucho y está muy lastimado
—Señora, no puedo mantener la relación con Lorenzo.—Entonces, ¿qué vamos a hacer con la cirugía de Viviana? ¿Y con mi esposo? ¿Qué vamos a hacer nosotros? —Rosalina alzó la voz, clavándola una mirada penetrante: —Celeste, no puedes entrar en conflicto con Lorenzo. ¡Nosotros te apoyamos en el pasado! Aunque sea por nosotros, ¡debes estar bien con él!Celeste frunció el ceño:—Señora, usted también tiene una hija. ¿Dejaría que su hija fuera la amante de alguien?Para ayudar a la familia Jiménez, ella había vendido su propio cuerpo dos veces. ¿Cuántas veces más tendría que hacer lo mismo?Rosalina no le respondió, porque la respuesta definitivamente sería que no. Viviana era su hija a quien había criado con tanto cariño, la que en el futuro se casaría en una familia adinerada y encontraría un buen esposo. ¿Cómo podría ser su amante a escondidas? Pero Celeste, una chica del campo, ¿cómo podía comparar con Viviana?Celeste tomó aire profundo y le dijo con calma:—Señora, la familia Jiménez
—Señorita, ¿va a bajarse o no? —preguntó el chofer del taxi.Celeste recuperó la compostura, respiró profundamente, pagó el taxi y empujó la puerta, corriendo hacia la entrada de la prisión bajo la gran lluvia.La lluvia era tan fuerte que cuando llegó a la entrada de la cárcel, ya estaba completamente empapada.Celeste le explicó al guardia de la prisión el motivo de su visita, pero el guardia la echó de inmediato, diciendo:—¡Lárgate, lárgate, lárgate! ¿Crees que puedes ver a todo el mundo que quieras? ¡La cárcel no es tu casa!La última vez cuando ella vino a visitar a Viviana, los guardias también le impidieron el paso. Ella estaba un poco angustiada:—¡Solo quiero verlo y hablar con él unos minutos! ¡Tengo algo muy importante que preguntarle!Hizo una pausa y luego intentó proponerle:—Por favor, te lo ruego, no llevo encima mi billetera hoy. Cuando regrese a casa, te enviaré una propina, ¿de acuerdo?Celeste no se dio cuenta de que su ropa empapada se pegaba a su esbelta y curvil