Miedo a perderte

Todos habían salido del comedor alejándose a distintos lugares de la casa de la manada. Dana se había desviado hasta el jardín en busca de un poco de aire fresco y fue entonces cuando escuchó las pesadas pisadas del macho detrás de ella.

Sus fosas nasales se expandieron captando aquel adictivo aromas que ocasionaba que su corazón diera un vuelco y que su celo aumentara.

Cada toque o roce se sentía como un castigo. Realmente quería dejar de sentirse de aquella manera pero cuando Kian estaba en su campo de visión todo lo que su loba quería hacer era lanzarse sobre él y hacer que las poseyera.

—Te encanta provocarme ¿No es así?

El gruñido de Kian no se hizo esperar al llegar al lado de Dana.

Enseguida tomó su muñeca y tiró de esta con suavidad haciendo que ella se volviera a mirarlo.

Dana dejó escapar un suspiro y apartó la mirada del rostro de Kian aunque él con la otra mano tomó su mandíbula e hizo que lo mirara una vez más.

—¿Estás vengándote de mí?

—Yo no necesito vengarme de ti, sué
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