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En busca de respuestas

Aurora siguió deambulando por el majestuoso bosque, sin saber hacia dónde dirigirse. Lo único que hacía era seguir el rastro de un olor agradable que había despertado su curiosidad.

Tras varias horas de caminata, el olor se volvió cada vez más intenso, lo que hizo que Aurora decidiera buscar un lugar donde esconderse y esperar pacientemente.

Zahor, por otro lado, también había percibido ese olor único y se dispuso a encontrar su origen. Aunque al principio no tuvo problemas para seguirlo, llegó un momento en el que parecía dar vueltas en círculos. Sin embargo, su instinto de cazador y líder lo impulsó a redoblar sus esfuerzos para encontrar la fuente de aquel olor tentador.

Finalmente, Zahor llegó al lugar donde se encontraba Aurora. La loba, de pelaje café, intentó ocultarse lo mejor que pudo, pensando que tal vez Zahor desconocía su escondite.

—¿Quién eres tú? —preguntó Zahor, mostrando cierto grado de impaciencia.

Aurora, temerosa y desconfiada, trató de elegir cuidadosamente sus palabras. No estaba segura de si podía confiar en Zahor o si debía revelar su verdadero nombre. Además, ella misma desconocía cómo había llegado a ese lugar desconocido.

—Yo... Mi nombre es... —dudó Aurora, sin estar segura de qué responder.

—¡Habla! —gruñó Zahor, dejando en evidencia su creciente enojo—. Si no quieres sufrir una muerte lenta y dolorosa, debes responder a mi pregunta. ¿Quién eres tú y qué haces en mis dominios?

—Soy Nieve —respondió Aurora finalmente—. Me encuentro perdida y no sé cómo he llegado hasta aquí.

Zahor frunció el ceño, desconfiando de la respuesta de Aurora.

—¿Acaso me crees tonto? Todo lobo sabe cómo regresar a su manada.

—Manada... ¿qué es una manada? —preguntó Aurora, confundida.

Zahor, ya al límite de su paciencia, decidió actuar. Se dirigió directamente hacia Aurora, pero esta, asustada por la cercanía del peligro, tomó una decisión rápida y salió corriendo tan rápido como pudo. No podía entender cómo un olor tan agradable podía provenir de una criatura tan salvaje como Zahor. Ahora, más que nunca, anhelaba encontrar respuestas sobre quién era ella y cómo llegó a ese desconocido y fascinante lugar.

Aunque ella quisiera escapar de él, le fue imposible, ya que Zahor se movía con mayor velocidad y, al ser el líder de la manada, conocía a la perfección todo el terreno. Aurora muchas veces perdía el equilibrio al no estar acostumbrada a la forma de lobo, pero se vio más acorralada al llegar a un claro; no tenía escapatoria.

—¿Por qué huyes? —preguntó el guardián de los secretos de la Luna.

—Un lobo quiere asesinarme, por favor, protéjame —respondió Aurora, entre jadeos y miradas nerviosas hacia Zahor.

—Lo siento, yo no soy alguien a quien le guste pelear, he vivido tanto tiempo sin violencia.

Zahor llegó hasta donde se encontraba Aurora, pero se sorprendió al ver que ella dialogaba con el Sabio de la Luna.

—Sabio, aléjese de ella, es un peligro —gruñó Zahor al Sabio de la Luna, temiendo que Nieve lo utilizara en su contra.

—¿Quién ha dicho que ella es una amenaza? Yo no veo peligro en ella, simplemente es alguien que está asustada.

—Sospecho que es alguna espía de algún otro reino, no sabe lo que es una manada.

—En eso tienes razón, ella no es de por aquí, sin embargo, sus padres fueron Sombra y Esmeralda.

—Imposible, ellos…

—Nada es imposible, la madre Luna la ha traído de vuelta a casa. Creo que ya sabrás qué hacer.

Zahor se quedó petrificado, los rumores decían que Esmeralda había muerto antes de dar a luz. Sombra y Esmeralda habían fallecido durante un ataque; aquel fatídico día en el que Orion, el padre de Zahor, había salido para defender al reino junto a varios lobos, entre ellos los padres de Aurora. A pesar de que Esmeralda ya estaba próxima a dar a luz, prefirió ir con el grupo. Tras una emboscada, todos fueron perdiendo la vida.

—Dime que esto es una mentira, nadie puede confirmar lo que estás diciendo.

—¿Estás diciendo que el Sabio de la Luna, el Guardián de los Secretos de la Luna, es un mentiroso? ¿Acaso nuestra madre Luna se ha equivocado?

El Sabio de la Luna miró a Aurora y luego a Zahor con serenidad. Comprendía la confusión y el dolor del líder de la manada, pero también sabía que era su deber proteger a Aurora, ya que su destino estaba entrelazado con el de la manada y el reino.

—Zahor, las verdades más profundas pueden estar ocultas durante mucho tiempo, pero la Luna siempre encuentra la manera de revelarlas. Esmeralda dio a luz antes de que la tragedia los alcanzara, y su hija ha vuelto a nosotros como parte del ciclo eterno que gobierna nuestras vidas.

Aurora, al escuchar aquellas palabras, sintió una extraña conexión con todo lo que le rodeaba. Como si una fuerza misteriosa guiara sus pasos hacia aquel lugar, hacia Zahor y el Sabio de la Luna. Comprendió

 que su destino estaba ligado a la manada y que su regreso traería consigo no solo revelaciones, sino también desafíos y sacrificios.

—Zahor, debemos aceptar la verdad y unirnos como una manada fuerte y valiente. Ella es nuestra hermana y nuestra compañera. Juntos, enfrentaremos los desafíos que se avecinan y protegeremos lo que nos pertenece.

Zahor, abrumado por las emociones encontradas, miró a Aurora. Aunque la desconfianza aún se reflejaba en sus ojos, comenzaba a abrir su corazón a la posibilidad de un nuevo comienzo. La manada, guiada por la Luna y el Sabio, se preparaba para enfrentar los misterios que rodeaban el regreso de Aurora y los peligros que acechaban en la oscuridad. Unidos, serían invencibles.

El sabio prefería no revelar su verdadero nombre. La Luna conocía el temor que Aurora sentía, por lo que no era el momento adecuado para que Zahor descubriera la verdadera identidad de ella.

A pesar de que el Sabio de la Luna intentó tranquilizar a Zahor, este permanecía a la defensiva. Sin embargo, un aroma familiar llegó a sus sentidos, un aroma que solo podía estar asociado a su padre, pero que provenía de Aurora. Esto generó aún más confusión en Zahor, pero, a pesar de su oposición, ese olor le brindaba confianza y seguridad, tal como su padre solía hacerle sentir.

Zahor, intrigado por esta extraña coincidencia, decidió acercarse lentamente a Aurora. A medida que se acercaba, podía sentir una extraña conexión entre ellos, como si hubiera algo más que los unía en ese momento. Aurora, consciente de la intriga y el conflicto interno de Zahor, extendió su mano con ternura, invitándolo a confiar en ella.

Sin embargo, Zahor, todavía cauteloso, dudaba en aceptar ese gesto amistoso. Pero el poder del vínculo paternal era más fuerte de lo que podía resistir. Finalmente, con un destello de esperanza en sus ojos, Zahor tomó la mano de Aurora, sintiendo una oleada de emociones encontradas. Era como si una parte perdida de su vida se hubiera encontrado nuevamente.

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