Zahor se encontraba en lo más profundo del bosque, rodeado por la espesura de los árboles altos y frondosos. La luz del sol apenas se filtraba entre las hojas, creando una atmósfera de sombras danzantes. A lo lejos, se escuchaba el suave murmullo de un arroyo, pero el silencio reinaba en aquel rincón solitario. Zahor, con su pelaje gris plateado y ojos ambarinos llenos de temor, era el heredero de la manada de lobos. Desde su nacimiento, se había visto marcado por una mirada inquieta y un espíritu cauteloso. No era el lobo más imponente ni el más valiente, pero cargaba sobre sus hombros el peso de un linaje antiguo y poderoso. La manada de Zahor se extendía por aquel territorio salvaje, viviendo en armonía con la naturaleza que los rodeaba. Eran lobos fuertes y unidos, cada uno con su papel en la jerarquía establecida. Garra, el lobo más viejo y sabio, lideraba con su experiencia y sabiduría. Colmillo, el cazador hábil y sigiloso, proveía alimento para todos. Zarpa, la loba veloz y
Zahor se encontraba en un profundo sueño, inmerso en un mundo de visiones y símbolos que parecían danzar a su alrededor. En la oscuridad de su mente, una luz plateada brilló intensamente, revelando la imagen de la luna llena suspendida en el cielo estrellado. De repente, la luna comenzó a hablar, su voz resonando en el aire como un susurro místico. —Zahor, heredero del aullido, escucha mi canción y despierta tu destino —susurró con suavidad. Una sensación de asombro y reverencia invadió a Zahor mientras se sumergía en el mensaje de la luna. En el sueño, Zahor fue transportado a un antiguo templo cubierto de enredaderas y adornado con inscripciones enigmáticas. En el centro del templo, un pedestal de piedra revelaba una profecía ancestral tallada con delicadeza. Sus ojos recorrieron las palabras grabadas en el pedestal, y la profecía cobró vida frente a él: —Cuando la luna alcanza su máximo resplandor, el heredero del aullido emergerá. Liderará a las manadas dispersas, desatará el
Aurora despertó con una sensación de emoción vibrante en su pecho. Era su decimoctavo cumpleaños, un hito especial en su vida. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde sus padres adoptivos, Emily y David, ya estaban preparando el desayuno. Con una sonrisa radiante, Aurora saludó a sus padres. —Buenos días, mamá y papá. Hoy es un día especial. Emily le devolvió la sonrisa y le dio un abrazo cálido. —Feliz cumpleaños, cariño. No puedo creer lo rápido que has crecido. Parece que fue ayer cuando te trajimos a nuestro hogar. David se unió al abrazo, y añadió con entusiasmo: —Sí, es un día muy especial. Queremos hacer algo memorable para celebrar tu cumpleaños. ¿Qué te parece un viaje de campamento? Podemos explorar la naturaleza y disfrutar del aire libre juntos. Aurora estaba emocionada por la idea. Siempre había sentido una conexión especial con la naturaleza, aunque no sabía explicar por qué. Asintió con entusiasmo y respondió: —¡Eso suena increíble! Me encantaría pasar
La noche envolvía el bosque con su manto oscuro y misterioso. Mientras todos dormían plácidamente en el campamento, Aurora se encontraba inquieta. Un irresistible llamado la invitaba a explorar el bosque en medio de la noche. Con paso sigiloso, Aurora se deslizó fuera de su tienda de campaña, procurando no despertar a sus padres. La luz de la luna llena se filtraba entre las ramas de los árboles, guiándola en su camino. Cada paso la acercaba más al claro que había descubierto antes, aquel que estaba iluminado por el resplandor plateado de la luna. Cuando finalmente llegó al claro, su corazón latía con anticipación. La atmósfera parecía cargada de energía, como si el lugar estuviera imbuido de una fuerza sobrenatural. Sin vacilar, Aurora se acercó al borde de un lago cristalino que brillaba bajo el influjo de la luna. Intrigada y cautivada, Aurora se sumergió en las aguas del lago. El agua fresca la envolvió, y en ese instante, una conexión mágica se estableció. La luna, ahora refle
Aurora caminaba en solitario por el espeso bosque, sintiendo el suave crujido de las hojas bajo sus patas de loba. La brisa nocturna acariciaba su pelaje mientras se adentraba más profundamente en la oscuridad. Sin saber cómo ni por qué, sus pasos la llevaron al místico Templo de la Luna, un lugar de leyenda y sabiduría. Intrigada, Aurora se acercó con cautela a las majestuosas puertas del templo. Al empujarlas suavemente, se abrieron sin esfuerzo, revelando un interior iluminado por la suave luz lunar. En el centro del templo, en lo alto de una plataforma, se encontraba una figura enigmática, envuelta en un manto oscuro. Aurora sintió una extraña conexión con esa figura y se acercó lentamente. La figura levantó la mirada, revelando unos ojos brillantes que parecían reflejar la luz de la luna. La voz del misterioso individuo resonó en el templo: —Bienvenida, Aurora. Has llegado en busca de respuestas. Aurora asintió, impresionada por la presencia del desconocido. —Soy Aurora, pero
Aurora siguió deambulando por el majestuoso bosque, sin saber hacia dónde dirigirse. Lo único que hacía era seguir el rastro de un olor agradable que había despertado su curiosidad.Tras varias horas de caminata, el olor se volvió cada vez más intenso, lo que hizo que Aurora decidiera buscar un lugar donde esconderse y esperar pacientemente.Zahor, por otro lado, también había percibido ese olor único y se dispuso a encontrar su origen. Aunque al principio no tuvo problemas para seguirlo, llegó un momento en el que parecía dar vueltas en círculos. Sin embargo, su instinto de cazador y líder lo impulsó a redoblar sus esfuerzos para encontrar la fuente de aquel olor tentador.Finalmente, Zahor llegó al lugar donde se encontraba Aurora. La loba, de pelaje café, intentó ocultarse lo mejor que pudo, pensando que tal vez Zahor desconocía su escondite.—¿Quién eres tú? —preguntó Zahor, mostrando cierto grado de impaciencia.Aurora, temerosa y desconfiada, trató de elegir cuidadosamente sus p