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La canción de la Luna
La canción de la Luna
Por: Aj Corea
El heredero del aullido

Zahor se encontraba en lo más profundo del bosque, rodeado por la espesura de los árboles altos y frondosos. La luz del sol apenas se filtraba entre las hojas, creando una atmósfera de sombras danzantes. A lo lejos, se escuchaba el suave murmullo de un arroyo, pero el silencio reinaba en aquel rincón solitario.

Zahor, con su pelaje gris plateado y ojos ambarinos llenos de temor, era el heredero de la manada de lobos. Desde su nacimiento, se había visto marcado por una mirada inquieta y un espíritu cauteloso. No era el lobo más imponente ni el más valiente, pero cargaba sobre sus hombros el peso de un linaje antiguo y poderoso.

La manada de Zahor se extendía por aquel territorio salvaje, viviendo en armonía con la naturaleza que los rodeaba. Eran lobos fuertes y unidos, cada uno con su papel en la jerarquía establecida. Garra, el lobo más viejo y sabio, lideraba con su experiencia y sabiduría. Colmillo, el cazador hábil y sigiloso, proveía alimento para todos. Zarpa, la loba veloz y ágil, encabezaba las expediciones de exploración.

Zahor, por su parte, se movía en las sombras de la manada. Siempre estaba presente en las reuniones, atento a cada palabra y cada decisión, pero rara vez intervenía. A pesar de su posición de heredero, no se sentía digno de llevar el título de líder. Temía no estar a la altura de las expectativas y no poder proteger a los suyos.

La manada confiaba en Zahor y reconocía su nobleza, pero él mismo luchaba con sus propios demonios internos. Aullaba a la luna en las noches más oscuras, buscando respuestas y encontrando consuelo en la música del viento. Siempre había sentido una conexión especial con el firmamento nocturno, como si la luna misma le susurrara secretos y le ofreciera la fuerza que tanto ansiaba.

El destino de Zahor estaba escrito en las estrellas, y aunque su corazón se llenaba de dudas, sabía que no podía escapar de su legado. Era el heredero del aullido, el lobo destinado a liderar a su manada hacia un futuro incierto. Sus pasos, temerosos pero firmes, lo guiarían hacia un camino de descubrimiento y desafíos inimaginables.

Zahor, con el viento acariciando su pelaje y la luna observando desde lo alto, se sentía inquieto esa noche. Algo en su interior le decía que un cambio se avecinaba, y no podía ignorar la llamada del destino. Decidió reunir a la manada en el claro central, donde la luz lunar se filtraba entre las ramas, creando un aura plateada.

Los lobos se congregaron, sus ojos brillando con curiosidad y expectativa. Garra, con su pelaje grisáceo y cicatrices marcando su cuerpo, miró a Zahor con sabiduría en sus ojos ancianos. Colmillo, con su figura musculosa y pelaje gris oscuro, se mantuvo alerta, listo para actuar ante cualquier peligro. Zarpa, con su mirada astuta y ágil movimiento, observaba expectante.

Zahor se aclaró la garganta, tratando de encontrar las palabras adecuadas para transmitir su sentir. Explicó su miedo a no estar a la altura de su linaje, a fallar a su manada en momentos cruciales. Sin embargo, también habló de su anhelo de protegerlos, de ser un líder valiente y sabio. Su voz, llena de dudas pero también de determinación, resonó en el claro.

Garra, con su voz profunda y calmada, habló en respuesta. Reconoció los temores de Zahor, pero también el valor que veía en él. Le recordó que el liderazgo no se trata solo de fuerza física, sino de guiar con sabiduría y empatía. La manada asintió, expresando su apoyo y confianza en Zahor.

A medida que la noche avanzaba, la manada se preparó para un nuevo amanecer. Zahor, inspirado por la fe depositada en él, decidió que era hora de buscar respuestas más allá de su hogar. Sabía que debía emprender un viaje en busca de conocimiento y fortaleza, y prometió a su manada que regresaría para guiarlos hacia un futuro próspero.

Con la luz de la luna guiándolo, Zahor partió en solitario, despidiéndose momentáneamente de su manada. Cada paso lo acercaba más a su destino y a los desafíos que lo esperaban. Pero, con el apoyo de sus compañeros y la determinación ardiendo en su corazón, estaba listo para enfrentar lo que fuera necesario.

Días y noches pasaron mientras Zahor exploraba territorios desconocidos. Atravesó bosques tupidos, ascendió montañas escarpadas y atravesó ríos caudalosos. Durante su viaje, se encontró con diversas criaturas del bosque: águilas majestuosas, zorros astutos y ciervos gráciles. Cada encuentro le enseñaba una lección sobre la naturaleza y el equilibrio del mundo.

Finalmente, llegó a un antiguo templo cubierto por enredaderas y colinas. Un viejo lobo, conocido como Sabio de la Luna, lo esperaba allí. El sabio poseía una mirada penetrante y sabiduría acumulada a lo largo de los años.

—Zahor, has llegado en busca de respuestas —dijo el Sabio de la Luna, su voz resonando en el antiguo templo.

Zahor se inclinó ante el sabio, sintiendo el peso de la sabiduría que emanaba de él. —Así es, Sabio de la Luna. Siento que mi destino está llamando, pero me faltan las respuestas para comprenderlo por completo.

El Sabio asintió, sus ojos brillando con una luz ancestral. —Eres el heredero del aullido, Zahor. Tu linaje está ligado a una antigua profecía. Tu destino es liderar y unificar a las manadas dispersas, proteger a los tuyos y preservar el equilibrio de la naturaleza.

Zahor frunció el ceño, luchando contra sus propias dudas. —Pero, Sabio de la Luna, ¿cómo puedo estar seguro de ser el líder adecuado? ¿Qué si no puedo cumplir con las expectativas depositadas en mí?

El Sabio sonrió con calma. —La verdadera grandeza no reside en la fortaleza física o en la valentía desmedida. La grandeza nace del corazón y la sabiduría. Tienes una conexión especial con la luna, Zahor. Escucha su canción, deja que te guíe y confía en la voz de tu propio ser.

Zahor se estremeció, recordando las noches en las que había aullado a la luna en busca de respuestas. —La luna siempre me ha llamado, Sabio de la Luna. Su canción parece susurrarme secretos y darme fuerzas.

El sabio asintió con aprobación. —Esa es la conexión que te guiará en tu camino. Pero recuerda, Zahor, no estás solo en esta búsqueda. Debes unirte a Aurora, una loba con un don único. Juntos, forjarán un vínculo poderoso que será fundamental para el éxito de tu misión.

Zahor se sintió intrigado por la mención de Aurora. —¿Quién es ella, Sabio de la Luna? ¿Dónde puedo encontrarla?

El sabio levantó una garra y señaló hacia el horizonte. —Aurora vive en las tierras más allá de estas montañas. Posee un espíritu libre y un poder que solo tú puedes desvelar. Encuéntrala, Zahor, y juntos, enfrenten los desafíos que se avecinan.

Zahor asintió, aceptando el desafío. —Haré todo lo que esté en mi poder, Sabio de la Luna. Cumpliré con mi destino y protegeré a mi manada.

El Sabio sonrió con benevolencia. —Confío en ti, Zahor. Tu valentía y determinación te llevarán lejos. Ahora, ve en busca de Aurora y despierta tu verdadero potencial. !Que la luna ilumine tu camino!

Con una última reverencia, Zahor abandonó el templo, lleno de determinación y con la canción de la Luna resonando en su corazón. El viaje hacia Aurora sería una prueba más en su camino hacia la grandeza, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo para cumplir su destino.

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