CAMERON¿Tres semanas antes? Bueno… corría la semana treinta y siete, ¿no?De repente, toda la información que había leído sobre el embarazo, sus fases y lo que debía hacer cuando llegara el momento se me vino a la cabeza, y al entrar al cuarto escuché los quejidos de Gia, y al verla supe que, a pesar de que estaba preparada, tenía miedo.¿Cómo no? Yo también lo sentía.Tomé el bolso preparado para la ocasión, y al yo no poder hacerlo aún, tras acomodarle la ropa, Tom la cargó y fuimos directo al garaje. Aquello fue casi como una operación especial: entrar, cargar, salir a lo loco hasta el hospital, al que Donovan se encargó de llamar para anunciar nuestro inminente arribo.—Ah… maldita sea, ¡cómo duele! —chilló Gia, que apretaba mi mano con fuerza en la parte trasera del auto.Yo me encontraba… ¿nervioso? Dios, claro que estaba nervioso, asustado, curioso, inquieto y mil cosas más, ¡y gracias al cielo que podía estarlo! Este simple momento me recordó que, a pesar de todo lo pasado, a
GIANNADe repente, tras un tremendo dolor, el más fuerte que sentí en mi vida hasta ahora, vino la calma, un sonido inundó mis sentidos, y toda emoción posible se desbordó de mí con un vibrante llanto.Mi hijo… mi hijo por fin había venido al mundo.Después de ser llevada de regreso a la habitación, todos pasaron y lo conocieron, al pequeño Cameron, un ni.ño enorme, para ser franca, que apenas abrir los ojos mostró unos brillantes jades, un poco más claros que los de su padre, pero que de seguro se oscurecerían conforme creciera.—Dios… tu genética es demasiado fuerte —mascullé a Vik mientras acunaba al pequeño, al que acababa de sacarle los gases.—Va a ser un chico guapo, vaya que sí —comentó él, que me miraba desde el lado.En el cuarto, además de nosotros, estaban Laila, Gregori, Karin y Mark, que nos observaban con interés.De repente, el ni.ño empezó a removerse y volteó, y estiró las manitas como si quisiera que Vik le prestara atención.—Jo… mira, quiere ir contigo. De seguro
GIANNASentía el cuerpo débil, como si no tuviera fuerzas para hacer lo que normalmente hacía y, aunque el doctor me dijo que tenía que ver con mi previa hipoglucemia, los problemas de presión y el desgaste de mi cuerpo en general, pero que mejoraría tras reposar un poco, me sentía ansiosa.—No me gustan los hospitales… —mascullé y resoplé—. Ya pasé casi un mes en uno, ¿por qué hay que esperar más ahora?—Señorita, debe descansar todo lo que pueda. Es probable que eso sea más difícil cuando vuelva a casa, por lo que lo mejor sería aprovechar por ahora.—Esperaba salir hoy en la tarde, pero el doctor dijo que mejor mañana —solté y volví a exhalar.Quería estar en la seguridad de casa, de mi habitación en el Palacio porque, para ser franca, tenía un mal presentimiento.Jacob pagó una gran fianza para salir de prisión, y mientras él estuviera afuera yo no tendría seguridad, pero ahora estaba Cam… ¿Y si querían hacerle algo a él? Mo.riría si así fuera. Y no, no era una para.nóica. Mi mied
CAMERONEl piso temblaba, los gritos, el terror, el temor, mis propios miedos, mi propia locura.Dios mío… ¡Dios mío!Por un momento, la desesperación me llenó, pero pude calmarme y pensar con claridad casi enseguida, y pasé del guardia y entré corriendo al hospital, sin importarme si alguien me seguía o no.Veía a la gente correr, y escuché dis.paros, lo que me alarmó todavía más. Pasé de toda esa gente y subí las escaleras tan rápido como pude. Detrás de mí venían Don, Tom y Carsen, y el primero se me adelantó apenas entrar al pasillo y ver el desastre que había.Hombres caídos en el suelo, sangre y una puerta hecha añicos justo al lado dela habitación de mi esposa, cables guindando, chispazos eléctricos y ruido sufrido de fondo. Era horrible.—Espere —instó Tom a unos metros y me hizo parar.Él caminó despacio y miró al interior del cuarto, en tanto Carsen revisaba los signos vitales de los chicos que estaban tirados en el suelo.Tom pasó, y sin esperar nada, lo seguí y vi la cama
CAMERON Corrimos por todo el pasillo, pero no había rastro de nadie; sin embargo, me di cuenta de que la señal del ascensor marcaba el piso de abajo, y en mi mente acelerada se conectaron muchos puntos en un chasquido. —¡Vamos abajo! —exclamé y señalé la pantallita, que marcaba el piso inferior. Don y Tom me miraron y asintieron, y tomamos las escaleras. A juzgar por la situación, no debía haber muchas personas involucradas en esto, en especial porque Jacob no tenía muy buena situación económica ni referencial. Los ca.pos no se arriesgarían por algo que estaba en aparente oscuridad, mucho menos por un tipo como él. Siendo franco, en mi corazón incluso pensaba que Jacob no era la mente maestra de todo, y la realidad que contemplé me dolió, aunque parecía la más probable. Don abrió la puerta que daba a las escaleras y se lanzó al frente con el arma en alto, seguido de mí y de un Tom que se veía más alerta que nunca. Enseguida escuché una voz fuerte gritar: —¡Vayan al oeste! Noso
CAMERONHiraeth estuvo en un pequeño caos por unos días, pues las revelaciones estaban a la orden de cada una de las transmisiones, y además se encontraron muchas cosas, entre ellas el cuerpo de Jacob en una de sus casas cuando fueron a revisar.Jacob, Henry, Rosemarie… tres personas que ya no vivían. Lidwien, una extraña en medio de todo esto.Quizás las prisas de la vida, tener un hijo o planificar mil cambios y una nueva estructura para el país hicieron que el tiempo corriera más a prisa, y antes de darme cuenta ya habían pasado dieciocho meses, y el momento había llegado.Hoy era un día grande, uno que estuve esperando por mucho tiempo, y vaya que me encontraba emocionado.—Viejo, ¿estás nervioso?Desde el costado, en la sala del área de invitados principal del Palacio, escuché la voz de un Blake que me miró y sonrió.—Sería extraño si no lo estuviera —intervino Tom, que se acomodaba la chaqueta del uniforme que hoy lucía.—¿Memorizaste tus votos, Cameron?—No necesita memorizar n
GIANNA Hoy era el día más feliz de mi vida. La gente siempre dice que el día más feliz de tu vida es cuando nace tu hijo, y sí, recordaba ese momento con cariño, pero hoy, ahora, aquí, no podía evitar pensar que tenía todo lo que siempre quise. Un esposo que me amaba y al que amaba muchísimo; un hijo que era el centro de nuestro mundo, a mi abuela, amigos y familia nuevos, paz y reconciliación… la calma que siempre quise luego de una terrible tormenta que se extendió por mucho tiempo. Abigail y Gianna siempre fueron una sola persona, por eso era quien era yo ahora y lo amaba. En estos dieciocho meses pasaron tantas cosas, tantos problemas que se fueron solucionando, tantos escándalos que llegaron a buen puerto, solo al lugar al que debían ir, e incluso conversaciones, sinceridades como nunca antes existieron. Por eso ahora era capaz de sonreírle a Melania Kuir, porque no la odiaba, porque, a pesar de que su egoísmo inició un camino tortuoso para mí, ella no era una mujer tan irrefl
CAMERON AÑOS ATRÁS La realidad era que los privilegios existían si tus convicciones mentales y emocionales cuajaban con esas condiciones de vida que se llamaban así. Si no era de esa forma, no eras muy diferente de los demás que se llamaban «menos privilegiados», aunque sí debías soportar ser criticado por eso. ¿Cuándo quise convertirme en Rey? Nunca en realidad, pero quizás el cansancio me venció y terminé aceptando que no tenía escapatoria. ¿O sí? Una mente de quince o dieciséis años no debería ser capaz de sopesar sus opciones a tal grado; sin embargo, no me quedaba de otra. En pleno corazón de la ciudad del amor, mientras se escuchaba de fondo una ruidosa música que no me gustaba demasiado, veía bailar a mi madre con el nuevo «hombre de su vida» como lo había llamado una de sus damas de honor. Me sentiría extraño si aquel tipo no fuese un conocido, si no hubiera sido el mejor amigo de mi padre, creo que solo por eso lo soportaba. Quizás no era tan unido a mi madre como para p