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El deseo de mi jefe

Me levanté de mi asiento y ajusté mi falda; mis piernas temblaban y un mal presentimiento me invadía. Ojalá fuera solo algo relacionado con el trabajo. Desde ayer, nuestra relación se volvió más íntima, pero opté por actuar como si nada hubiera sucedido, tal como él me pidió.

—¿Me llamó, señor Walton? —pregunté al entrar a su despacho.

—Así es, cierra la puerta —ordenó al levantarse de su asiento, obedecí y cerré la puerta tras de mí.

—Te ves muy bien con tu nuevo atuendo —dijo acercándose a mí. ¿En serio me llamó solo para eso?.

—Oh, muchas gracias, señor —respondí manteniendo la compostura y ocultando mis nervios.

—¿Por qué te fuiste sin avisar esta mañana? —siseó frunciendo el ceño.

—Usted estaba hablando por teléfono y no quería interrumpir, ¿hice mal? —Ante mi respuesta, suspiró pesadamente, sin entender bien su reacción.

—Hiciste bien. Esta noche quiero que vengas a mi apartamento —mis ojos se abrieron ante la inesperada petición. ¿Estaba loco?.

—¿Perdón? ¿Qué se supone que debo hacer en su apartamento?.

—Solo debes acatar mi orden; vendrás a mi apartamento —repitió de manera severa.

—Señor, me va a disculpar, pero no puedo hacer eso. Si es por trabajo, me quedaré todo el tiempo necesario. Si no es por ese asunto, no iré. Además, tengo un compromiso esta noche —me negué, y él frunció el ceño nuevamente.

—¿Compromiso? ¿Con quién? —preguntó alzando una ceja, atreviéndose a hacer esa pregunta.

—Señor Walton, creo que ese es un asunto personal que va más allá de lo laboral; solo limítese a saber que tengo un compromiso —hubo un silencio entre nosotros al decir eso. ¿Se enfadó?

—Comprendo, creo que necesitas un castigo —dijo acercándose a mí, poniendo el seguro en la puerta, algo que ya me alertaba.

Luego, me miró fijamente, tomó mi brazo y me acercó a su cuerpo, colocando su mano en mi cadera. Dio un pequeño apretón, lo que me hizo hacer una pequeña mueca.

—Señor Walton, ¿qué está haciendo? Estamos en la oficina, además, me dijo que... —no pude terminar lo que iba a decir cuando él me tomó por el mentón, sellando mis labios con los suyos. Sentí que bajó su mano a mi trasero, apretándolo fuerte. ¿Qué es esto? Siento como sus manos queman mi piel, nuevamente esa llama está ardiendo dentro de mí.

Me besaba con tanta pasión; entramos en una danza placentera con nuestras lenguas. Se supone que no soy su tipo de mujer, pero me toma cuando quiere. De igual manera, me gusta cuando lo hace, y lo que causa en mi cuerpo es testigo de eso.

Nuestros cuerpos estaban calientes, pidiendo a gritos el primer encuentro. Mi mente se puso en blanco por completo, pero por un momento pensé en lo que en realidad estaba pasando con el señor Walton. ¿Por qué me besa? Dice que no le gusto como mujer, pero sus acciones me demuestran todo lo contrario. Mis sentimientos hacia él son genuinos y siempre lo han sido, incluso sin conocerlo. Pero creo que él solo busca una satisfacción sexual de mi parte.

—Por favor, detenga esto. No puedo hacerlo —dije separándome, mi pecho subía y bajaba, respirando con dificultad.

—No puedes detener esto, Sandra. Te dije que necesitarías un castigo —respondió acercándose más. Alcé mi mirada, confundida; en sus ojos azules noté una llama que necesitaba ser apagada.

—Señor, ¿por qué se empeña en hacer esto? Anoche y esta mañana dejó claro que solo soy su asistente y no soy su tipo de mujer. ¿A qué está jugando?.

—¿Crees que si no fueras mi tipo de mujer, te estaría besando como lo acabo de hacer? —mi corazón dio un brinco al escuchar sus palabras. ¿Mintió cuando dijo que no le interesaba de esa manera? ¿Eso es bueno para mí?.

—¿Qué es lo que quiere exactamente de mí? —pregunté. El señor Walton se acercó, colocando detrás de mi oreja un mechón de cabello. Luego, acarició mi mejilla suavemente. Sentí mi cuerpo estremecerse por su toque gentil.

—¿No es obvio lo que quiero? —respondió. Pero eso no era suficiente para mí. Eso solo me daba a entender que quería que le entregara mi cuerpo.

—No creo poder darle lo que quiere. Debería buscarlo en otra persona —declaré, bajando la mirada con decepción. Di unos pasos hacia atrás, manteniendo distancia con el señor Eduardo. ¿Solo despierto deseo sexual en él? Qué pena.

—No lo buscaré en alguien más. Lo quiero de ti, Sandra. Recuerda cómo me tocabas esta mañana, ¿era correcto? —comentó. Alcé la mirada un poco confusa. Ya le había pedido perdón por eso; no quería recordarlo. Solo pensar en ello me causaba vergüenza.

—Señor Walton, si no tiene nada que decirme acerca del trabajo, me retiro con su permiso —dije, intentando zafar ese tema tan incómodo.

Giré mi cuerpo y tomé la manija de la puerta para salir de su oficina. Pensé que me detendría, pero no lo hizo. Al salir, pude tomar aire. Estar cerca de él me hace perder la cabeza. Estaba a punto de ceder ante mi jefe; las ganas no me faltan, pero no quiero ser un objeto, y eso me decepciona.

Me dirigí a mi puesto de trabajo y tomé un poco de agua. No sé por qué me pasa esto. El señor Walton y yo no podemos estar igual después de lo que ha pasado entre nosotros. Ni siquiera empezamos como un jefe y su asistente. No me di cuenta en qué momento llegamos a esta situación. Tengo el presentimiento de que algo puede pasar.

Llegó la noche, Lilian y Amanda no dudaron en buscarme cuando acabó nuestro tiempo de trabajo. Por suerte, el señor Eduardo no me pidió que me quedara hasta tarde con él. Ni siquiera nos vimos en el resto del día. Tampoco me llamó para que fuera a su oficina. Seguramente estaba molesto o muy ocupado; no puedo saberlo. Pero lo que quiero en estos momentos es divertirme y dejar todos mis problemas atrás, incluido al señor Walton.

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