Cuando los vi irse, giré para ver en dirección al auto de mi jefe, o no sé si sea de otra persona y yo me esté confundiendo, pero el auto seguía en el mismo lugar.No le di más importancia y me volví para marcharme. Sin embargo, el agarre de alguien en mi brazo me hizo detenerme al instante.—¿Qué crees que estás haciendo? —cuestioné, frunciendo el ceño al ver a Max detrás de mí con una sonrisa lobuna.—Pensé que te habías ido —comentó y me soltó del brazo—. Al parecer, ya te sientes mejor.—Eres un sinvergüenza —escupí, cruzando los brazos en mi pecho—. Me hablas después de lo que me hiciste. Bebí todo ese licor por tu culpa.—Pero no te obligué —se encogió de hombros, restándole importancia.—Pero sí me besaste a la fuerza —le recordé, aunque sé que lo tiene presente, el muy idiota, lo digo por la manera en que me mira y esa m*****a sonrisa en su cara que no se le borra.—Oh, eso... —pausó pensativo—. ¿Quieres repetirlo? —sonrió pícaro. Este hombre me está sacando de mis casillas, y
Sentí un ardor que se extendió por todo mi cuerpo; mis piernas temblaban al solo percibir su mirada en mi espalda. Cerré los ojos brevemente, inhalé profundamente y me pregunté por qué me sentía nerviosa. Estoy soltera, no tiene derecho a reclamarme nada, ¿verdad? Estoy fuera de la oficina.—Señor Eduardo... —gesticulé al girarme para enfrentarlo; su rostro mostraba frialdad y su mirada era neutral—. ¿Qué hace aquí?.—¿Cómo me llamaste? —tomó mi mentón con fuerza, lo miré directamente a los ojos, notando su molestia. Ahí recordé que fuera de la oficina debería llamarlo Eduardo o Eduard; qué complicado.—Perdón, Eduard —me disculpé, pero no soltaba mi mentón. La incomodidad aumentaba al estar afuera, rodeados de personas, algunas ebrias; alguien podría malinterpretar la situación.—¿Este es el compromiso que tenías como excusa para no ir a mi apartamento? —interrogó. Retiré su mano de mi rostro de inmediato y retrocedí dos pasos.—Sí, tenía planes con mis amigas. No creo que eso te impo
Mis labios se encontraron con los de Eduardo, incapaz de resistir más. Tomé la iniciativa, y él correspondió de inmediato, provocándome de manera irresistible. Tomó mi rostro entre sus manos, intensificando el beso. Su lengua se adentró en mi boca, entablando una danza juguetona con las mías. Tomaba mi labio superior y el inferior, los devoraba de una manera tan apasionante y intensa como siempre, sin dar tregua. Intenté separarme para tomar aire, pero Eduardo persistía, aferrándose a mis labios como un animal hambriento.—Creo que deberíamos continuar —mencioné finalmente, alejándome de sus labios.—Bien —asintió, volviendo al volante. Incapaz de encontrar palabras para describir la situación, recosté mi cabeza en la ventanilla. Aunque evité mirarlo, sentí su mirada en mí varias veces hasta llegar a su apartamento, donde ya me había llevado antes.Se bajó del auto y me abrió la puerta, demostrando su caballerosidad. Tomó mi cadera para ayudarme a mantener el equilibrio, ya que mi male
Eduard se aproximó a mí y levanté la mirada para encontrarme con sus ojos azules que parecían devorarme. Tomó mi barbilla, sin apartar la mirada ni un segundo. Consciente de lo que estaba a punto de suceder, deseaba que ocurriera sin importarme nada más. Simplemente quería que fuera dueño de mí y me poseyera a su antojo.—¿Estás consciente de lo que sucederá a continuación, verdad? —inquirió, sin soltar mi barbilla.—No estaba en mis planes —comenté, cuestionándome mi propia respuesta.—¿Y ahora? ¿No lo estás? —alzó una ceja, como si ya supiera que lo deseo, y no podría estar más en lo cierto.—Si sigo aquí contigo, es porque estoy de acuerdo, aunque no sé en qué momento llegamos a esto —hablé como si estuviera hechizada, mirando sus ojos azules.—Te deseo ahora —me susurró al oído inclinándose hacia mí. Cerré los ojos por unos segundos al escuchar su voz ronca y encantadora, que llegó hasta mis huesos haciéndome estremecer por completo. No sabe la satisfacción que me dio escuchar esa
Me incorporé de la cama con la intención de abandonar la habitación. No sabía a dónde iría; quizás optaría por dormir en el sofá. Lo único claro era que no deseaba estar cerca de Eduard ni compartir la misma cama. Sus palabras me hirieron, y mi corazón experimentó una pequeña fisura.Al llegar a la puerta, intenté abrirla, pero la mano fría de Eduard se posó en mi brazo mientras yo permanecía de espaldas. Me detuve, sin razón aparente. No quería irme, pero tampoco quedarme. Luchaba contra los sentimientos que habían surgido desde la primera vez que lo vi de manera tangible.—No te vayas —me suplicó a mis espaldas, su aliento cálido rozando mi cuello. Cerré los ojos por un momento antes de volver a abrirlos.—Ya dejamos las cosas claras, Eduard. No habrá más acercamientos de este tipo. No es apropiado para mí —hablé mientras sujetaba nuevamente el pomo de la puerta. Lo apreté, pero no la abrí, ya que el agarre de Eduard me impedía salir.—No pases de esa puerta —ordenó—. Tampoco debería
La mañana soleada se desplegó ante mí, fruncí la nariz y abrí los ojos lentamente hasta toparme con el techo. Parpadeé varias veces antes de recobrar la compostura.Una mano estaba entrelazada en mi cintura. Al voltear, encontré a Eduard profundamente dormido a mi lado, lo cual me hizo sonrojar al instante. Para empeorar las cosas, al mirar bajo las cobijas, nos descubrí en una situación bastante reveladora. Desnudos. Los recuerdos de la noche anterior no se desvanecieron; había compartido una experiencia íntima con mi jefe, y fue lo mejor que había experimentado. Mi corazón latía rápido al recordar esos momentos, sus besos apasionados, sus caricias, su dominio sobre mi cuerpo y la intensidad de sus movimientos. Aunque todo fue como un acto animal en la cama, fue perfecto.Mientras Eduard dormía, lo observé detenidamente, siendo esta la segunda vez que lo hacía. Era inevitable. Nunca imaginé sentir un vínculo tan profundo con alguien. Experimentar esa sensación en mi pecho me hacía fe
Las chicas y yo guardamos silencio al llegar Eduard a la empresa; de hecho, los pasillos quedaron en completo mutismo ante su presencia.Nosotras nos acomodamos en nuestros puestos en silencio. Eduard me observó de reojo antes de entrar a su oficina, y yo intenté evitar su mirada. No sé por qué lo hice, pero no me atrevía a sostener su mirada después de lo ocurrido. Además, no estoy segura de si lo enfadé al irme de su apartamento de repente solo porque no quería esperar a que atendiera su llamada antes que a mí. Necesito atención.Inicié mis tareas diarias, organizando documentos, atendiendo llamadas, ordenando la información de los archivos que debía llevar al despacho de Eduard, y coordinando su agenda. Tiene reuniones pendientes, juntas, y debo supervisar la entrada y salida de la correspondencia para él, entre muchas otras responsabilidades que afectan mi tranquilidad mental.Una vez que terminé de ordenar todo el papeleo, recogí los documentos y archivos que estaban listos para E
Salí del despacho del doctor con gran preocupación. Aunque tenía ahorros reservados para los tratamientos, no eran suficientes. Ahora, con otro tratamiento para mi abuela, los gastos aumentaban, sumados al costo del hospital. Con el objetivo de no inquietar a mi abuelo, guardé el papel en mi bolso y traté de aparentar tranquilidad.—¿Qué te dijo el doctor? —inquirió mi abuelo, levantándose apenas me vio.—Solo informó que se suspendió el primer tratamiento, y ahora tenemos otro que debemos iniciar cuanto antes —expliqué manteniendo la calma.—¿Y sobre el hospital? —preguntó, tocando el tema que deseaba evitar.—No te preocupes, me encargaré de eso por ahora. Puedes ir a tomar un café, abuelo, y luego regresar a casa para descansar. Debes estar cansado —sugerí.—No te preocupes por mí. Estoy bien ahora, lo importante es que Susana esté mejor —declaró, y le dediqué una dulce sonrisa, pellizcando suavemente su arrugada mejilla.—Perfecto, entonces ve por el café, y yo me encargo del resto