A la mañana siguiente, tras varios días pensándolo, decidió salir a caminar con Rashid. Tras lo acontecido, evitaba las salidas, pero ahora se sentía preparada para salir y no quedarse mirando a todos lados como si en cualquier momento volverían a secuestrarla. Ya no tenía miedo. Se quedaron hasta el mediodía en el central park. Luego de ello regresaron al piso. Había sido una salida idea para ejercitar las piernas y sentirse mejor. —Pudimos pasar por un restaurante, o comprar comida para traer, aquí no hay nada interesante —torció los labios. —Porque hace días que no haces las compras, y yo no podría. —Le pediré a Leonardo que lo haga. —¿A tu guardaespalda? —Sí, a él le diré. —Vale. Pero podemos hacer algo con lo que hay —se encogió de hombros. —¿Y qué se te ocurre? Se llevó un dedo a la barbilla, bastante pensativa. Y luego apareció esa sonrisita ansiosa en sus labios. Rashid entrecerró la mirada. Ya se hacía a una idea de lo que quería. —Pizza, podemos hacer una enorme piz
Rashid terminó yendo con Victoria a la joyería más cercana. Quería consentirla, que escogiera su anillo. Verla entusiasmada con la idea, lo ponía feliz. Por petición de Rashid, viajó en la parte de atrás del auto, se quedó observando por la ventanilla, las calles esa mañana del miércoles estaban más transitadas que antes. —¿Vas bien allí? Lo vio a través del espejo retrovisor. —Mucho. —De acuerdo. Hay un poco de tráfico más adelante —expiró. —¿Es que ha pasado algo? —averiguó bufando. —No lo sé, es probable. Bueno, estamos en New York —dijo obvio. —Podrías poner un poco de música. No sé, me siento aburrida. —¿Qué quieres escuchar? —Lo que sea. Así que encendió la radio. Dejó una canción muy pegajosa. Letra malísima, pero el ritmo no estaba mal. Después de un rato habían llegado a su destino. —¿Ves este de aquí? —le señaló el experto —. Va contigo, ¿quieres mirarlo? —Por supuesto, es justo lo que busco, lindo y sencillo. Rashid se les acercó, había estado mirando algunas
—Es un lugar de ensueño. Le he estado rogando a Alaric para ir. Tampoco sería la primera vez que voy a Dubái, de hecho mis padres eran de allá y recuerdo que cuando estaba chiquita un día fuimos pero de eso hace demasiados años que solo me han quedado pocos recuerdos en la mente. Rashid al contrario de mí, nació allá y cuando cumplió más o menos cinco años se vino con sus padres a este país. Él solía viajar bastante a menudo a Dubai antes de conocerte, de hecho el último viaje que hizo fue una semana antes de qué aparecieras en su vida. —Ya me muero por ir, me gustaría conocer y explorar todos esos lugares hermosos que tiene los Emiratos Árabes, las raíces de Rashid —soltó ansiosa. —Estoy segura de que será un viaje en el que aprenderás de la cultura, y ni hablar de la comida exquisita que ofrece. Ese día, Rashid volvió temprano del trabajo y no se olvidó de traerle lo que le había pedido en la mañana antes de salir a la oficina: Comida tailandesa. Desde que la probó por primera ve
Era simplemente espectacular e indescriptible, algo que iba a usar y se sentiría muy orgullosa. Hasta se le acumula Aron las lágrimas en los ojos y lloró un poco pero de la alegría. Rashid la abrazó y le dio un corto beso en los labios antes de animarla a usarlo. —Temo que será uno de esos vestidos que luego de dar a luz no podré usar, pero lo guardaré como un lindo recuerdo. ¡Muchas gracias por este regalo, Rashid! —exclamó emocionada. El vestido turquesa que parecía haber sido hecho a su medida, compartía una gradiente turquesa y negro que lo hacía mágico a la vista. Era demasiado precioso. Se miró al espejo y la tela caía suavemente sobre su fisonomía dejando un poco al descubierto su elegante cuello también su pecho. No era extremadamente largo, de hecho tenía un corte perfecto. Rashid apareció detrás de ella cuando se estaba mirando en el espejo, venía enfundado en un perfecto traje que lucía con magnificencia. ¿Era ella o Rashid se veía más guapo que nunca? Sí, él tampoco deja
—¡Oh! —exclamó en la completa perplejidad mientras miraba la escena.Un camino de luces y más luces que colgaban de aquellos árboles de lado a lado. Una atmósfera que homenajeaba el romanticismo asiduo a la naturaleza. Amaba cada detalle, al fondo una mesa elegantemente puesta. —¿Es una cena romántica? —Es nuestra cita oficial, ¿te gusta? —¿Cómo no podría gustarme si todo se ve espectacular? —susurró con los ojos llenos de lágrimas. Al estar cerca de la mesa, Rashid se acercó y corrió la silla para ella. Todo estaba finamente, no había nada fuera de regla. Un chico apareció la señal del magnate, para servirles. Había sido contratado para esa ocasión especial. Se sirvió la comida favorita de Victoria, haciendo que se le pusiera un nudo en la garganta al recordar a su madre cuando le hacía aquel platillo. Rashid había tocado su corazón al pensar hasta en el más mínimo detalle. —Todo es tan perfecto. —Tú lo eres más —le acarició la mano sobre la mesa —. ¿Te sientes bien? —No te
Victoria abrió los ojos, se ubicaba en la cama del hospital. Para su sopresa, Amina estaba allí. Sostenía un pequeño bulto entre sus brazos y Rashid miraba muy sonriente a esa dirección. —¿Es mi bebé? —Oh, mira quién ha despertado. ¿Cómo te sientes? Sonrió. —Me siento bien —emitió recibiendo a la pequeña. Amina acarició su coronilla, antes de sentarse en el sofá que había en la habitación, y dejar que Rashid estuviera a su lado, disfrutando de aquel momento.Después de estar al tanto de que todo estaba bien pudieron volver al piso con su hija. Los dos estaban muy emocionados por vivir esa etapa mágica, aún les parecía algo irreal ser padres de una criatura tan hermosa y pequeña. Rashid no le dejaba sola ni un segundo, estaba bastante pendiente de las dos y de lo que necesitaban en cualquier momento. —¿Necesitas algo? —quiso saber, se había vuelto bastante normal que le hiciera la pregunta tantas veces al día. Victoria estaba sobre la cama dándole de comer la niña. —Ahora no,
—Por favor, te hará bien. El chico apenas se percató de la llegada de Victoria, dejó la taza sobre la mesita de noche para acercarse a ella y saludarla. —Gracias por venir. ¿Julia está dormida? —quiso saber mirando a la niña que tenía sobre su regazo.—Así es, ¿podrías cargarla un rato? —Puedo encargarme de ella, quédate con Amina un rato. —Vale. Le entregó a la niña. Él salió con Julia cargada. Se aproximó a la joven postrada sobre una cama. Sin ganas de nada. —No voy a preguntarte cómo te sientes, sino ¿cómo te gustaría sentirte? Porque ahora es todo negro y oscuro, pero luego volverás a ser la misma chica de antes. Lamento mucho que tengas que pasar por todo está triste situación, pero eres fuerte, podrás superarlo. —Me quiero morir, eso quiero, quiero sentirme bien y sé que así no lo voy a conseguir. —No, no digas eso, por favor. Tienes mucha gente a tu alrededor que te quiere, así que no debes tirar la toalla y darte por vencida o pensar que la vida ya no tiene sentido,
Julia había cumplido seis meses, estaba boca arriba y llevándose el pies a la boca, algo que le causa mucha gracia a los dos. Empezaba a ser una chica muy curiosa, quería explorar todo a su paso, y por eso sus padres debían estar pendiente de ella ya que todo lo que encontraba se lo quería llevar a la boca. Ahora tomó su sonajero y empezó a moverlo. Victoria observaba desde el sofá mientras intentaba elegir un modelo para la invitación de la boda. Rashid estaba en el trabajo, así que tenía que hacerlo todo ella y estar pendiente de la pequeña. Amina, había quedado en llegar en cualquier momento para sacar a la pequeña Julia al parque. Era una tía muy cariñosa y siempre le gustaba consentir a la pequeña Madi, cómo había decidido decirle, ya que todos le decían Juli, pero también le encantaba el nombre de Madison. —¡La tía Amina ha llegado! —canturreó haciendo acto de presencia. Era increíble cómo se ponía Julia cuando escuchaba la voz de su amiga. Emocionada a mil.Ya empezaba a mo