No supo de dónde, pero la mujer de pronto cogió una silla y se sentó allí y obligó a Victoria a que se tumbara sobre el suelo y la escuchara atentamente. No queriendo llevarle la contraria porque conseguiría solamente que le fuera peor, obedeció sin rechistar, pero en el fondo a regañadientes. —Comencemos, Rashid y mi hija Mónica habían iniciado una relación y yo pensé que sería para toda la vida. Tanto su familia como la nuestra estaban muy emocionados por ellos. Ambos de la misma sociedad adinerados y jóvenes. Tenían un gran futuro por delante. Tristemente las cosas no salieron como lo teníamos planeado y ellos rompieron. Me dolió mucho ver a mi hija sufriendo por un hombre porque lo amaba demasiado y yo también le tenía aprecio, incluso veía a Rashid como a un hijo. Pero se comportó como un completo patán con mi hijita. Aseguró que ella no valía la pena como mujer y ya no necesitaba de su compañía. Es así como resolvió separarse de ella sin importar dejarla en ese estado. Lo peor
Por otro lado, Rashid a última hora había decidido finalmente ir a ese centro psiquiátrico tras pensarlo muchas veces y reflexionar. No le comentó nada a su mejor amigo quién de seguro volvería a insistir para que no asistiera a ese sitio. Le alegraba contar con personas como él, que se preocupaban, pero habían decisiones que nadie más debía de tomar por él. Estaba de camino al centro psiquiátrico cuando vio la pantalla de su teléfono iluminada era una llamada entrante de Amina. Decidió apagar el teléfono, luego la llamaría y le explicaría todo.Al otro lado estaba la muchacha muy preocupada. Alaric se ubicaba a su par. Fue el siguiente en llamarle a su amigo para ver si tomaba el teléfono pero resultó que también no pudo comunicarse. —No me atiende. No sé a donde pudo haber ido. Fui a su oficina pero estaba vacía y lo que me parece más raro es que canceló la reunión de esta tarde, la verdad no sé por qué de pronto se fue de la compañía. —¿Y ya le preguntaste a su asistente? Puede
—Porque ahora mismo ella puede estar en peligro, no estoy inventando nada. Pasa que siempre me dan esas estúpidas pastillas para que me duerma, pero me las apañé para no beberla ayer en la noche, mamá estaba aquí y empezó a decirme lo que haría. Pensaba que yo estaba dormida y que no podría escucharla, pero alcance a oír que secuestrar y a Victoria. Hablaba muy en serio, solo espero que no lo haya hecho de verdad. —¿Estás hablando en serio? —Muy en serio, no iba a bromear con algo así. Puede que no fui la mejor mujer del mundo en el pasado pero ahora solo estoy intentando ayudarte y que me devuelvas el favor. —Maldición, Amina me estaba llamando. Tal vez tenía que decirme algo importante pero yo apagué el teléfono. Qué idiota soy. De inmediato se sacó el teléfono del bolsillo y lo encendió. Mónica aferró su brazo. Él la miró. —Tengo la dirección a dónde suele ir muchas veces. Si llevó a cabo el rapto entonces deberías tomar nota, e ir a ver qué sucede. —Primero me quiero cerci
A la mañana siguiente, tras varios días pensándolo, decidió salir a caminar con Rashid. Tras lo acontecido, evitaba las salidas, pero ahora se sentía preparada para salir y no quedarse mirando a todos lados como si en cualquier momento volverían a secuestrarla. Ya no tenía miedo. Se quedaron hasta el mediodía en el central park. Luego de ello regresaron al piso. Había sido una salida idea para ejercitar las piernas y sentirse mejor. —Pudimos pasar por un restaurante, o comprar comida para traer, aquí no hay nada interesante —torció los labios. —Porque hace días que no haces las compras, y yo no podría. —Le pediré a Leonardo que lo haga. —¿A tu guardaespalda? —Sí, a él le diré. —Vale. Pero podemos hacer algo con lo que hay —se encogió de hombros. —¿Y qué se te ocurre? Se llevó un dedo a la barbilla, bastante pensativa. Y luego apareció esa sonrisita ansiosa en sus labios. Rashid entrecerró la mirada. Ya se hacía a una idea de lo que quería. —Pizza, podemos hacer una enorme piz
Rashid terminó yendo con Victoria a la joyería más cercana. Quería consentirla, que escogiera su anillo. Verla entusiasmada con la idea, lo ponía feliz. Por petición de Rashid, viajó en la parte de atrás del auto, se quedó observando por la ventanilla, las calles esa mañana del miércoles estaban más transitadas que antes. —¿Vas bien allí? Lo vio a través del espejo retrovisor. —Mucho. —De acuerdo. Hay un poco de tráfico más adelante —expiró. —¿Es que ha pasado algo? —averiguó bufando. —No lo sé, es probable. Bueno, estamos en New York —dijo obvio. —Podrías poner un poco de música. No sé, me siento aburrida. —¿Qué quieres escuchar? —Lo que sea. Así que encendió la radio. Dejó una canción muy pegajosa. Letra malísima, pero el ritmo no estaba mal. Después de un rato habían llegado a su destino. —¿Ves este de aquí? —le señaló el experto —. Va contigo, ¿quieres mirarlo? —Por supuesto, es justo lo que busco, lindo y sencillo. Rashid se les acercó, había estado mirando algunas
—Es un lugar de ensueño. Le he estado rogando a Alaric para ir. Tampoco sería la primera vez que voy a Dubái, de hecho mis padres eran de allá y recuerdo que cuando estaba chiquita un día fuimos pero de eso hace demasiados años que solo me han quedado pocos recuerdos en la mente. Rashid al contrario de mí, nació allá y cuando cumplió más o menos cinco años se vino con sus padres a este país. Él solía viajar bastante a menudo a Dubai antes de conocerte, de hecho el último viaje que hizo fue una semana antes de qué aparecieras en su vida. —Ya me muero por ir, me gustaría conocer y explorar todos esos lugares hermosos que tiene los Emiratos Árabes, las raíces de Rashid —soltó ansiosa. —Estoy segura de que será un viaje en el que aprenderás de la cultura, y ni hablar de la comida exquisita que ofrece. Ese día, Rashid volvió temprano del trabajo y no se olvidó de traerle lo que le había pedido en la mañana antes de salir a la oficina: Comida tailandesa. Desde que la probó por primera ve
Era simplemente espectacular e indescriptible, algo que iba a usar y se sentiría muy orgullosa. Hasta se le acumula Aron las lágrimas en los ojos y lloró un poco pero de la alegría. Rashid la abrazó y le dio un corto beso en los labios antes de animarla a usarlo. —Temo que será uno de esos vestidos que luego de dar a luz no podré usar, pero lo guardaré como un lindo recuerdo. ¡Muchas gracias por este regalo, Rashid! —exclamó emocionada. El vestido turquesa que parecía haber sido hecho a su medida, compartía una gradiente turquesa y negro que lo hacía mágico a la vista. Era demasiado precioso. Se miró al espejo y la tela caía suavemente sobre su fisonomía dejando un poco al descubierto su elegante cuello también su pecho. No era extremadamente largo, de hecho tenía un corte perfecto. Rashid apareció detrás de ella cuando se estaba mirando en el espejo, venía enfundado en un perfecto traje que lucía con magnificencia. ¿Era ella o Rashid se veía más guapo que nunca? Sí, él tampoco deja
—¡Oh! —exclamó en la completa perplejidad mientras miraba la escena.Un camino de luces y más luces que colgaban de aquellos árboles de lado a lado. Una atmósfera que homenajeaba el romanticismo asiduo a la naturaleza. Amaba cada detalle, al fondo una mesa elegantemente puesta. —¿Es una cena romántica? —Es nuestra cita oficial, ¿te gusta? —¿Cómo no podría gustarme si todo se ve espectacular? —susurró con los ojos llenos de lágrimas. Al estar cerca de la mesa, Rashid se acercó y corrió la silla para ella. Todo estaba finamente, no había nada fuera de regla. Un chico apareció la señal del magnate, para servirles. Había sido contratado para esa ocasión especial. Se sirvió la comida favorita de Victoria, haciendo que se le pusiera un nudo en la garganta al recordar a su madre cuando le hacía aquel platillo. Rashid había tocado su corazón al pensar hasta en el más mínimo detalle. —Todo es tan perfecto. —Tú lo eres más —le acarició la mano sobre la mesa —. ¿Te sientes bien? —No te