—El problema aquí o el factor que impide la solución, es el tiempo. Si Rashid estuviera aquí, ya todo estaría resuelto —emitió. —Vale. Pero tampoco te estreses, todo tiene una solución. Estoy segura de que algo se les ocurrirá —le expreso para dejarlo más tranquilo y le dio una mordida a su sándwich. —Eso espero. ¿Tú comiendo a estas horas tan tarde? La miró extrañado a sabiendas de que ella siempre buscaba la forma de cuidar su figura y evitar las comidas nocturnas. Además que tenía sobre su plato un enorme sándwich con mucho relleno. Era extraño también porque su novia no era de mucho apetito voraz. De hecho siempre era de las personas que comía porciones equilibradas y pequeñas. A veces era tan poco que se veía obligado a intervenir y así convencerla de que se sirviera un poco más. —Digamos que tanto trabajo me ha abierto el apetito. He tenido que pasar muchísimas horas frente a la portátil sin almorzar. —¿Entonces me has mentido cuando te pregunté qué comiste? —la miró serio
Al día siguiente muy temprano Victoria abrió los ojos con el alba y se sentía muy bien porque había recargado la energía durante toda esa noche descansando, a diferencia del árabe quién tuvo que quedarse hasta despierto a altas horas de la madrugada para no dejar a medias el trabajo tan importante para la compañía. Estiró sus extremidades tras quedarse algunos minutos sentado sobre la cama mirando a la nada, recordó el mal sueño que tuvo, y se le crispó la piel de solo pensar en eso nuevamente. Para ese domingo ninguno de los dos había planeado salir del lugar, donde estaban hospedados por lo que eso significaba que pasarían el resto del día allí y lo consideraba una buena opción para descansar un poco más, tomando en cuenta que la noche no fue lo suficientemente reparadora para ella. Busco por todos lados a Rashid, pero este no se encontraba en el interior de la habitación y el lado de su cama se encontraba intacto lo que le dejó saber que no había dormido junto a ella. ¿Es que se
—¿Por qué dices eso? Un bebé es un regalo maravilloso y yo también tengo miedo, sin embargo cuando tenga mi hija en mis brazos habrá valido la pena —le sonríe —. ¿Por eso es que tú y Alaric están peleados? —No, no estamos enfadados. Hace rato se ha puesto así porque te dije sobre el problema que pasó en la compañía y no debí hacerlo, aunque ahora creo que se enojó más por lo de noche que porque te dije. Él si quiere tener hijos y siento que esto podría ser un problema en nuestra relación al estar en desacuerdo, ambos estamos en posiciones diferentes y no quiero herir sus sentimientos y tampoco destrozar esa ilusión que tiene de convertirse un día en padre. Pero... ¿Qué pasará si yo nunca desarrollo esa sensación de urgencia por también ser mamá? Quiero a Alaric con todo mi ser y mi objetivo es que ambos seamos felices y estemos cómodos el uno con el otro, la verdad es que nunca había estado en esta situación. —Bueno, es lógico que apenas están en así, porque nunca sacaron el tema a
—Vale. Ahora miro videos de recetas, me interesa mucho este mundo culinario —cambió de conversación, más animada. —Hay mucho talento en ti, Victoria. —Eso también me dice Amina —susurró ansiosa. —Entonces no le temas a nada, después, cuando estés preparada, hazlo. No hay nada que te detenga. Una vez nazca nuestra hija, ya lo hablaremos, ¿vale? —De acuerdo. Oye, hay un asunto que quería decirte. No es nada de qué preocuparse, pero sí una cuestión que desde hace tiempo me da vueltas en la cabeza. —Adelante, puedes decirme —la alentó mientras se servía una taza de café bien cargado. Ella se animó a decirle. —Es sobre el dinero, ya sabes, no me siento bien con tanto dinero, es decir... Ahora que las cosas han cambiado, yo no quiero nada a cambio. —¿Hablas de todo el dinero que pague por ti y por el bebé? —Suena horrible, ya no se palpa igual. Yo te quiero y ya no deseo nada a cambio, quiero devolverlo, no lo quiero Rashid. —¿Por qué no abrir una cuenta de ahorros? Sería una buen
Sobre todo rodeada de una tremenda confusión. Era raro que le estuviera pasando ahora. ¿Una llamada internacional? —Por ahora no necesitas saber mi nombre —continuó esa voz, la de una fémina, tan fina y refinada —. Atenta a lo que te voy a decir, y espero lo tomes en serio, no es un broma. Ha sido un error que sigas con Rashid, él y tú no son del mismo mundo, no pertenecen al mismo círculo, tienes que alejarte de él, nada bueno pasará si estás con Rashid. —¿Quién eres y por qué me dices todas estas cosas? ¡Dime tu nombre! —No, ya te dije que no hace falta, solo digo la verdad. No están destinados a estar juntos. Aléjate de él mientras puedas, hazlo —le pidió, casi como una orden que debía cumplir. Se asustó tanto que no pudo decir otra palabra y dejó caer el teléfono. No quería que a su regreso, Rashid la encontrara en ese estado, por eso resolvió que antes de su regreso, estaría como si nada. Tenía miedo de contarle a Rashid. No sabía si debía decirle, todo podría ser algo de mal
Rashid y Victoria después de pasar varias semanas en Irlanda, volverían a New York. Amina, se había esmerado mucho para hacerle una bienvenida. De esa manera recibirla cómo lo merecía. Estaba muy emocionada de por fin volver a tenerla de vuelta en casa. Tanto así que se esforzó mucho en hacer un agasajo que fuera del agrado de la muchacha. Alaric, se encontraba junto a ella en el piso del árabe para ayudarle con la organización. —¿Crees que ya falta poco para que lleguen? —le inquirió, animada. La había echado de menos todo ese tiempo. —No lo sé, será un vuelo largo. Pero tengo entendido que llegarán hoy, más tardar en la noche. Alaric, desde aquella conversación, había estado un poco diferente con Amina. Sí, le hablaba, dormían juntos y estaban cerca, pero ellos en realidad se habían separado amorosamente. Sin darse cuenta, estaban dejando que las diferencias y la falta de comunicación, se interpusieron entre ellos. —Vale. Quiero que todo esté lindo. Por supuesto que le guste a
Cuando se levantó con el sol. Sé sintió un poco desorientada. Tenía la leve sensación de que la noche de ayer había visto a Amina. ¿Dónde estaba? Parpadeó un par de veces más, hasta ubicarse en la habitación que compartía con Rashid. No, nada había sido una ilusión, ya estaban en New York. Otra vez en su país, y se sentía aliviada de poder estar de regreso. Se sentó en la cama, un tanto pensativa por todos los sucesos. Con una desconocida desesperación, buscó el teléfono para encontrar al remitente. El historial de llamadas volvía a desatar el temor dentro de ella. Escuchó pasos en el exterior, entonces se puso en pies y fue a averiguar qué estaba ocurriendo. Se encontró a Rashid en medio del pasillo mientras hablaba con alguien al teléfono. —¿Por qué no me lo dijiste antes? Puedo ir a verle, pero nos sabría cuándo. —¿A quién vas a ver, Rashid? —murmuró confusa. No lograba entender a qué se refería Rashid con esas palabras, además de que hablaba en un tono bajo, como si no quisier
Por su parte, Rashid entraba a su oficina, tras dar por terminada la junta. Había estado un poco distraído en la reunión, afortunadamente pudo defenderse bien en la presentación y dejar a todos a gusto con lo que había propuesto. Pero él no estaba satisfecho con aquel rendimiento. Desde esa llamada, no podía centrarse. No podía creer que ella estuviera en esa situación tan complicada. Se sentía mal al saber tan lamentable noticia. ¿Cómo es que no pudo darse cuenta de algún indicio sobre ello? Eran los suficientemente cercanos como para notar que algo malo ocurría con ella. Pero nunca lo hizo, su actitud le pareció como cualquier otra, tal vez muy histérica por situaciones que no deberían ponerla así. Ahora todo cobraba sentido. Se bajó del auto, el vigilante del pórtico la saludó, ella devolvió el saludo adentrándose al edificio. Se volvió, pero no había nadie detrás. Otra vez batió la cabeza, no tenía por qué sentirse perseguida, ¿y por qué sentía que alguien iba detrás de ella? No