Atina
Hablaban bajo, como susurrando, pero igual podía oírlos. Al principio era solo un sonido lejano, pero luego fui hilando las palabras para darles sentido. La cabeza me dolía bastante, pero procuré no hacer ruido alguno bi abrí los ojos, pues no quería alertarlos. Aun así, podía imaginarmelos.
“Podemos devolverla antes que despierte. ¿Sabes lo que va a pasar si alguien sabe lo que le hiciste?” preguntó, nervioso, el hombre.
“¡No!” exclamó la mujer “no permitiré que me la quiten de nuevo”
“Pero entiende” la voz del hombre se había tornado suplicante “esta muchacha no es Laura. Nuestra hija se fue”
“¿Has visto su rostro?”
El hombre emitió un profundo suspiro. “Sí, se parece. Se parece demasiado, pero no es ella”
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Atina“NO” sentenció mi madre. Podía entender sus razones.“¿No confías en que puedo cuidarme sola?”Ella me lanzó una mirada fulminante. Ok, mala pregunta.“Pero debes darme al menos un voto de confianza”“William ya es mayor de edad y puede ir solo. Tú necesitas una autorización y yo no voy a dártela”Agaché la vista, a punto de rendirme.“En dos meses, él va a mudarse a Alemania… esta puede ser una importante oportunidad de compartir con él antes de que se vaya”“Van al mismo colegio… ¿qué más juntos pueden estar?”Fran estaba allí. Me hizo un gesto discreto, para que me retirara. Era una de sus señas de “déjame intentar a mí”.Volví dos horas más tarde. Ella me estaba esperando con Fran.“Mi decisión final es que no” dijo ella.Si Fran no lo había logrado, ya era un caso perdido.“OK, mamᔓPero, te ofrezco algo. Él puede ir con nosotras cuando vayamos a visitar a
WilliamCuando llegó a su casa notó que la puerta no estaba cerrada. Desde que se habían mudado a una casa más pequeña y vivían solos, su madre había recalcado en la importancia de que fueran cuidadosos con las cerraduras. Ella no la habría dejado así.Pensó que alguien podía haber entrado a robar, pero no había señales de ello.“Hola, mamá. Estoy en casa, y quería saber si tu cerraste la puerta al salir” dijo apenas le atendió.“Claro, pero Atina está allí” hizo una pausa “¿será que acaso salió?”“¿Atina estaba en casa?”“Sí, le dije que esperara en tu habitación”William corrió hasta arriba. En el piso de su habitación vio una cajita con moño azul, pero ella no estaba. Re
WilliamNo se había levantado de la cama desde que llegó a su casa. Regina sabía que tenía problemas con Atina, pero tampoco quería preguntarle más de lo que él estaba dispuesto a compartir con ella.Ya era de noche, y ni siquiera se había cambiado la ropa.Regina tocó la puerta. “Cariño, ¿quieres comer algo?”“No, gracias” respondió apenas.“Avísame si cambias de opinión”Además de su propio dolor, el cuál no era capaz aún de dimensionar, también cargaba con el de Reuben. Éste le había enviado un mensaje diciéndole que ella había terminado su relación. Su amigo estaba destrozado y él ni siquiera podía tomar el teléfono y llamarlo.Lo que estaba pasando solo era su culpa.Cerraba los ojos y ve&iac
William “¿Entonces estás huyendo?” preguntó Bertha, pero aquello era más una afirmación.William calló un instante “Puedes llamarlo así”La pelirroja le dedicó una coqueta sonrisa “El William que conocí no le temía a nada”“En ese tiempo no tenía nada que perder” dijo con un suspiro.“Mmm… veo que algo te angustia… Me lo puedes decir, sabes que puedes confiar en él”William la recordaba como una chica agradable, y pese a que no tuvieron una conexión real, Bertha había actuado especialmente amable, incluso cuando terminaron la relación.“Gracias, Bertha, pero no creo que pueda hablar de esto con nadie ahora”“Es una chica” aventuró.La reacción de William a sus palabras solo se lo confirm&oa
Henrik Han pasado seis meses desde que Atina y William hablaron por última vez, y aunque ella raramente lo mencionaba, él sabía que ella todavía lo amaba. Atina tenía sentimientos auténticos que no podrían desaparecer tan sencillamente, por mucho que él hubiese deseado que ella ya no pensara en él.Esos meses, por otra parte, habían seguido para fortalecer el lazo que los unía. Pasaban juntos gran parte del tiempo, y ahora que Jess ya no estaba con Reuben (él había ido a estudiar a Alemania, al igual que William), ella también compartía más con Henrik. Jess no parecía dispuesta a darle a Reuben otra oportunidad, por mucho que éste la pedía.A veces, Henrik pensaba que Atina también esperaba que William la llamara a pedirle perdón, pero en todos esos meses, nada había escuchado de él. Y
WilliamDejó caer el teléfono, incapaz de moverse siquiera. Se sentó en el suelo, dejando esas palabras sumergirse en su mente, como clavos que penetraban en su ser.No estaba molesto. Sabía que no tenía derecho a estarlo. Henrik la había amado desde que la conoció, y a diferencia de él, no le había causado una herida a su corazón. Aunque le doliera demasiado admitirlo, Henrik la merecía. Y la merecía mucho más de lo que él jamás podría merecerla.Henrik No recordaba un momento más feliz. Atina era su novia, y eso lo había soñado durante años. Nada podía arruinarlo, ni siquiera el pasado.Su corazón le pertenecía a ella, y alguna vez ella lo amaría de la misma manera.Atina quería esperar para decírselo a su famili
WilliamLa vuelta a Alemania estaba pospuesta, por una semana, pues lo sucedido con la abuela lo había dejado sinceramente sin saber cómo actuar. La abuela Anna, a la que creía conocer, estaba haciéndole reconsiderar sus propias decisiones, con sus inesperadas acciones. ¿Quién pensaría que ella fuera a hacerles eso? Al alivio inicial de descubrir que se encontraba viva, le siguió una dolorosa sensación de traición. ¿Cómo era capaz de jugar así con los sentimientos de todos?No solamente había montado lo de su muerte, sino que se había casado con su asistente. El problema no era que Vincent fuera su esposo (aunque Maurice hubiese pegado el grito al cielo al respecto), sino que no compartiera ese momento con su familia. Una semana antes le había recordado la importancia la unidad; pero sus actos no lo respaldaban.Ni siquiera les atend&i
Atina No supe exactamente qué sucedió, pero estaba en el piso. Al abrir los ojos vi muchas personas alarmadas. Sentí una fuerte sensación de debilidad, como si no fuese capaz de mover un solo dedo de las manos. Mi cuerpo pesaba demasiado.“Estoy llamando a la ambulancia” avisó Jess. Henrik sostenía mi cabeza y estaba demasiado cerca de mí rostro.“¡Amor, ya viene la ayuda!”Poco a poco sentí que no podía respirar.“¡Está poniéndose azul!” gritó Jess.“Vamos a llevarla ya” decidió Henrik.Sentí mi cuerpo levantarse. Me estaba cargando en brazos, y nos movíamos a gran velocidad. No sabía que estaba sucediendo, pero la realidad comenzó a desvanecerse de nuevo.***Cuando desperté, estaba en una habitación de hospital