William
No se había levantado de la cama desde que llegó a su casa. Regina sabía que tenía problemas con Atina, pero tampoco quería preguntarle más de lo que él estaba dispuesto a compartir con ella.
Ya era de noche, y ni siquiera se había cambiado la ropa.
Regina tocó la puerta. “Cariño, ¿quieres comer algo?”
“No, gracias” respondió apenas.
“Avísame si cambias de opinión”
Además de su propio dolor, el cuál no era capaz aún de dimensionar, también cargaba con el de Reuben. Éste le había enviado un mensaje diciéndole que ella había terminado su relación. Su amigo estaba destrozado y él ni siquiera podía tomar el teléfono y llamarlo.
Lo que estaba pasando solo era su culpa.
Cerraba los ojos y ve&iac
William “¿Entonces estás huyendo?” preguntó Bertha, pero aquello era más una afirmación.William calló un instante “Puedes llamarlo así”La pelirroja le dedicó una coqueta sonrisa “El William que conocí no le temía a nada”“En ese tiempo no tenía nada que perder” dijo con un suspiro.“Mmm… veo que algo te angustia… Me lo puedes decir, sabes que puedes confiar en él”William la recordaba como una chica agradable, y pese a que no tuvieron una conexión real, Bertha había actuado especialmente amable, incluso cuando terminaron la relación.“Gracias, Bertha, pero no creo que pueda hablar de esto con nadie ahora”“Es una chica” aventuró.La reacción de William a sus palabras solo se lo confirm&oa
Henrik Han pasado seis meses desde que Atina y William hablaron por última vez, y aunque ella raramente lo mencionaba, él sabía que ella todavía lo amaba. Atina tenía sentimientos auténticos que no podrían desaparecer tan sencillamente, por mucho que él hubiese deseado que ella ya no pensara en él.Esos meses, por otra parte, habían seguido para fortalecer el lazo que los unía. Pasaban juntos gran parte del tiempo, y ahora que Jess ya no estaba con Reuben (él había ido a estudiar a Alemania, al igual que William), ella también compartía más con Henrik. Jess no parecía dispuesta a darle a Reuben otra oportunidad, por mucho que éste la pedía.A veces, Henrik pensaba que Atina también esperaba que William la llamara a pedirle perdón, pero en todos esos meses, nada había escuchado de él. Y
WilliamDejó caer el teléfono, incapaz de moverse siquiera. Se sentó en el suelo, dejando esas palabras sumergirse en su mente, como clavos que penetraban en su ser.No estaba molesto. Sabía que no tenía derecho a estarlo. Henrik la había amado desde que la conoció, y a diferencia de él, no le había causado una herida a su corazón. Aunque le doliera demasiado admitirlo, Henrik la merecía. Y la merecía mucho más de lo que él jamás podría merecerla.Henrik No recordaba un momento más feliz. Atina era su novia, y eso lo había soñado durante años. Nada podía arruinarlo, ni siquiera el pasado.Su corazón le pertenecía a ella, y alguna vez ella lo amaría de la misma manera.Atina quería esperar para decírselo a su famili
WilliamLa vuelta a Alemania estaba pospuesta, por una semana, pues lo sucedido con la abuela lo había dejado sinceramente sin saber cómo actuar. La abuela Anna, a la que creía conocer, estaba haciéndole reconsiderar sus propias decisiones, con sus inesperadas acciones. ¿Quién pensaría que ella fuera a hacerles eso? Al alivio inicial de descubrir que se encontraba viva, le siguió una dolorosa sensación de traición. ¿Cómo era capaz de jugar así con los sentimientos de todos?No solamente había montado lo de su muerte, sino que se había casado con su asistente. El problema no era que Vincent fuera su esposo (aunque Maurice hubiese pegado el grito al cielo al respecto), sino que no compartiera ese momento con su familia. Una semana antes le había recordado la importancia la unidad; pero sus actos no lo respaldaban.Ni siquiera les atend&i
Atina No supe exactamente qué sucedió, pero estaba en el piso. Al abrir los ojos vi muchas personas alarmadas. Sentí una fuerte sensación de debilidad, como si no fuese capaz de mover un solo dedo de las manos. Mi cuerpo pesaba demasiado.“Estoy llamando a la ambulancia” avisó Jess. Henrik sostenía mi cabeza y estaba demasiado cerca de mí rostro.“¡Amor, ya viene la ayuda!”Poco a poco sentí que no podía respirar.“¡Está poniéndose azul!” gritó Jess.“Vamos a llevarla ya” decidió Henrik.Sentí mi cuerpo levantarse. Me estaba cargando en brazos, y nos movíamos a gran velocidad. No sabía que estaba sucediendo, pero la realidad comenzó a desvanecerse de nuevo.***Cuando desperté, estaba en una habitación de hospital
Atina La invitación había llegado justo como Regina me había dicho. Emocionada, días antes me había contado que lanzarían el fondo de oportunidades en el país. Y ella sería la presidenta de la nueva organización. Esa era la primera vez que trabajaba en tres años, y podía ver la emoción e ilusión que le generaba.Sostuve el papel, de suave textura, contemplando si realmente iría.Claro que deseaba estar allí. Además, ella había insistido bastante en que estuviera allí.Por otra parte, eso sería ver a William…Dudaba que fuese a perderse un evento tan importante para su mamá. En el montón de mentiras que había dicho no identificaba verdad alguna, excepto la devoción que demostraba por Regina. Podía haber actuado como un patán con una chica que lo amaba,
Henrik Desde la noche del lanzamiento, Atina había estado actuando más extraño que de costumbre, distante. Ya casi no sonreía, y pasaba más tiempo con Jessica, diciéndole que necesitaba compartir más con su mejor amiga. Todo eso se podía deber a diversos factores, pero para Henrik todo se resumía en uno: William. Pensaba en él constantemente. Ese día en el hospital, ¿qué había querido decirle? Tomó el teléfono, y llamó a Verónica. La joven no ocultaba su contento al escuchar la voz de Henrik. “Vaya sorpresa, ¿a qué se debe esto?” inquirió, divertida. “Solo quería disculparme si he sido un mal amigo en estos días. Bueno, mejor dicho, disculparme porque lo he sido” “Y las sorpresas no se detienen… ¿por qué has decidido hacer este mea culpa justamente hoy?” “¿A qué te refieres?” “Es mi cumpleaños, Henrik” Él enarcó una ceja. “Guau, no lo sabía. ¡Feliz cumpleaños!” “Gracias. Y ya qu
AtinaCada paso hasta la sala se sintió eterno, como si de pronto mis pies pesaran demasiado, o el pasillo ahora tuviese cinco veces su longitud. Mi corazón latía desbocadamente; y mi manos sudaban, lo que no era normal en mí. Me detuve frente al espejo en una de las paredes, suplicante en mi semblante no delatara mis emociones. Pero era inútil, estaba bastante pálida, por lo que lucía enferma.Bueno, tampoco me sentía bien. El estómago me dolía bastante, y mis entrañas se revolvían sin cesar. Me reproché el que una persona pudiera estar causando tantos estragos en mi vida. Un año antes aquella situación sería impensable; solo el imaginar que un chico, cualquiera fuese el caso, fuese responsable de tanto caos interno, era inaúdito. Había crecido con la idea de que nadie podía ejercer tal poder sobre mi vida, y ahora, me e