Huir

William

No se había levantado de la cama desde que llegó a su casa. Regina sabía que tenía problemas con Atina, pero tampoco quería preguntarle más de lo que él estaba dispuesto a compartir con ella.

Ya era de noche, y ni siquiera se había cambiado la ropa.

Regina tocó la puerta. “Cariño, ¿quieres comer algo?”

“No, gracias” respondió apenas.

“Avísame si cambias de opinión”

Además de su propio dolor, el cuál no era capaz aún de dimensionar, también cargaba con el de Reuben. Éste le había enviado un mensaje diciéndole que ella había terminado su relación. Su amigo estaba destrozado y él ni siquiera podía tomar el teléfono y llamarlo.

Lo que estaba pasando solo era su culpa.

Cerraba los ojos y ve&iac

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