Atina
Cada paso hasta la sala se sintió eterno, como si de pronto mis pies pesaran demasiado, o el pasillo ahora tuviese cinco veces su longitud. Mi corazón latía desbocadamente; y mi manos sudaban, lo que no era normal en mí. Me detuve frente al espejo en una de las paredes, suplicante en mi semblante no delatara mis emociones. Pero era inútil, estaba bastante pálida, por lo que lucía enferma.
Bueno, tampoco me sentía bien. El estómago me dolía bastante, y mis entrañas se revolvían sin cesar. Me reproché el que una persona pudiera estar causando tantos estragos en mi vida. Un año antes aquella situación sería impensable; solo el imaginar que un chico, cualquiera fuese el caso, fuese responsable de tanto caos interno, era inaúdito. Había crecido con la idea de que nadie podía ejercer tal poder sobre mi vida, y ahora, me e
HenrikLa cita con Atina estaba prevista para las cinco, pero él había llegado al café a las cuatro y media, atendiendo a que estaba regresando de acompañar a su madre a una clase de yoga. Aunque generalmente no accedía a asistir a esas actividades, ésta vez decidió darse la oportunidad de intentarlo; y para su sorpresa, había servido para relajarse. Últimamente estaba bastante estresado, y solo había empeorado atendiendo a lo que le había contado un amigo la noche anterior. “Vi a tu primo en el aeropuerto esta mañana” comentó, sin imaginar las implicaciones que tendría esa oración para Henrik.Atina llegó quince minutos antes. Henrik se levantó para saludarla, y notó que ella estaba distante, o al menos era lo que su lenguaje corporal expresaba.“¿Quieres que pidamos lo de siempre?” pregunt
AtinaJess entró como un rayo a casa. Era costumbre suya usar la llave que teníamos en una maceta, pero por lo general tocaba para no asustarnos.“Lo siento, pero necesitaba hablar contigo” dijo a modo de disculpa, entrando a mi habitación.“¿Qué sucede, Jess?¿Cuál es la urgencia?”“Henrik me llamó. El chico está enloquecido. Le dije que lo iba ayudar, pero lo cierto es que me comenzó a asustar. Jamás lo había escuchado así… Me preocupa lo que sea que está pasando por su mente”Jess no se preocupaba por cualquier cosa; es más, a veces ni siquiera se inquietaba ante situaciones de deberían hacerla reaccionar. Si a ella le parecía grave, algo iba verdaderamente mal.“Esta tarde le dije lo que pensaba, y me siguió a la casa”Jess se sent
Henrik“No te esfuerces, por favor” dijo abrazándola.“No, esto no puede esperar” afirmó tomando sus manos. “Henrik, mi amor, yo no he sido la madre que mereces…” sus ojos se llenaron de lágrimas.“Mamá, no digas eso”“Estuve a punto de morir hoy, mi amor” dijo con gran emoción “¿y sabes lo que ví entonces? El gran vacío que es mi vida. Lo único que vale la pena en este mundo lo he descuidado… perdóname, hijo”Henrik no tenía idea de qué decir. La mujer que le estaba hablando no lucía en absoluto como su madre.“Perdóname, Henrik. Espero alguna vez puedas hacerlo”“Yo no tengo nada que perdonarte”“Cuando me di cuenta que estaba atrapada por el cinturón y ese olor a combutible lo invadió todo, pensé que moriría allí. Y en esos momentos solo pude pensar en mi hijo adorado, que nunca más te vería, y en que ni siquiera te dije lo mucho que te amo”Henrik la abrazó.“Pero estás ahora estás a salvo. Estás aquí,
WilliamDemoró un poco más de lo estimado, pero finalmente estaba en el hotel. En unas horas iría a ver a Henrik, pero antes necesitaba algunas horas de sueños. En el avión no había conseguido descansar en absoluto, recordando las palabras de Bertha en cuanto le contó de su viaje.“No deberías seguir removiendo el pasado. Pensé que ya habías cerrado eso en tu última visita. ¿Y cuánto pasó de eso? ¿Un mes?” soltó con cierta amargura. Sonaba a un auténtico reclamo, y era la primera vez que Bertha actuaba así.qYa en el aeropuerto leyó un mensaje de ella.Lo siento. Fue un exabrupto. No debí hablarte así. Pero, entiendeme… me preocupo por ti.Entiendo. Ya pasó.¿Irás a verla?No lo sé. Si necesitas hablar, aquí estaré.Despertó cuatro horas después. Iría a rentar una moto y luego a la casa de Henrik. Le envío un mensaje diciéndole que ya se encontraba en
WilliamHenrik llegó cinco minutos después. No se mostró sorprendido de ver a Verónica, pero hallar a William en la sala era una historia distinta.“William estuvo haciéndome compañía, querido. En lo que llegabas” explicó Verónica.“Ya veo” dijo, sin mucho ánimo.Saludó a William extendiéndole la mano.“Henrik”“Bueno, creo que me voy. Mañana podemos hablar” dijo Verónica despidiéndose. Le dio un beso en la mejilla a Henrik y se retiró.Cuando estuvieron solos, fue Henrik quien rompió el hielo, tras un largo silencio.“Gracias por haber venido” dijo poniéndose todavía más serio.“Tú no hubieses llamado de no ser importante”“En eso tienes razón. Pero no deja de im
AtinaEl deseó se salir de allí se disparó.“¿Dónde está Henrik?” pregunté, mirando a todas partes.“Él sugirió que tuvieramos una última cita… no me mires así, también me pareció extraño”Abrí los ojos tanto como era físicamente posible. Me puse de pie y lleve mis manos a la cabeza.“¿Qué está pasando?”“Henrik me llamó, me pidió que viniera y hablamos. Pero esa era una excusa. Realmente, quería verte, Atina. Y por eso estoy aquí”Sus palabras estaban calando en mí con fuerza. No dejé que mi rostro delatara la emoción que sentí cuando dijo que estaba allí por mí. No, yo no podía permitirme sufrir de ese modo de nuevo.“Yo vine a cenar con mi am
Atina Verónica Analía y Henrik MauriceHan decidido unir sus vidas ante Dios y el mundo.Sostuve la invitación apreciando cada detalle, posando los ojos sobre esos nombres una y otra vez. Una lágrima cayó, silenciosa. Henrik se iba a casar, y aunque no me sorprendía en absoluto que Verónica se convirtiera en su esposa-habían estado salido por los últimos cuatro o cinco años- era un recordatorio de cuánto tiempo había transcurrido desde nuestros años en el instituto.La boda se celebraría en nuestra ciudad, en dos semanas. Sería una ceremonia en la playa, durante el atardecer. Ya podía imaginar a Verónica, con esa gracia única que la hacía destacarse donde fuese, con un vestido bellísimo, y
AtinaTodavía no acababa el café cuando Verónica pidió un postre para ambas. No tenía una pisca de apetito ese día, pero me reservé esa información.“Quiero que pruebes este pie. Es lo mejor que le ha pasado a este lugar. Henrik y yo venimos aquí como tres veces por semana. Todo por culpa de este pie” bajó la cuchara y tomó una gran bocanada de aire “sí, sé que debes estar pensando “¿cómo puede comerse todo eso unos días antes de la boda? Pero no sabes lo mucho que extrañaba este estúpidamente delicioso postre” y con eso se llevó una gran rebanada a la boca.No, eso no era en absoluto lo que estaba pensando.“Si te gusta, cómelo sin culpas”Ella parecía demasiado concentrada en los sabores de ese pie como para responder. Lo probé y terminé dándole la razón; esa cosa era exquisita.“Henrik estará aquí en cinco minutos” anunció, luego de leer unos mensajes en su teléfono. Seguimos comiendo en silencio, hasta que preguntó.“Ati