Henrik
La reunión con Atina se había suspendido. Todo por causa de la discusión que tuvo con ella esa mañana. No debió de haber reaccionado así; era consciente de que no debió haberse retirado de esa forma, pero se había alterado. Ella solo le había hecho una pregunta, y no podía culparla por sentir curiosidad respecto al asunto con William. Después de todo, debía ser muy inusual que siendo primos que estudiaban en el mismo instituto, Henrik no lo hubiese mencionado jamás.
A veces él mismo lo olvidaba. Cuando se mudaron a la ciudad, deseó haber podido tener alguien con quien contar, pero sabía que William no podría ser esa persona. Su primo, su compañero de juegos, lo había declarado su enemigo mortal. Entonces poco a poco fue tratando de olvidar que él estaba tan cerca.
Aunque pronto hizo amigos, y la primera de todos fue Atina.
Mientras manejaba rumbo a El Naranjal, las imágenes de lo que le había dicho a Atina inundaban su mente.
Pero dame una razón.
Aléjate de él.
Dime por qué.
¡¿No te basta con que yo, tu mejor amigo te lo pida?!
Nunca se había molestado con ella, pero la situación lo llenaba de rabia.
El Naranjal estaba en las afueras de la ciudad, y lindaba con la propiedad de la abuela Anna. Ahora que ella estaba fuera del país, esa casa estaba vacía, aunque era probable que alguien se encargara de su mantenimiento de vez en cuando. La abuela había preferido ir a vivir a Paris antes que lidiar con todo lo que estaba sucediendo allí.
La carretera lucía bastante desierta a esas horas, lo que le permitió acelerar al máximo.
Tan pronto llegó, divisó el auto de William en la entrada del campo, pero él no estaba dentro. Miró alrededor y no lo vio en ningún lado.
Dentro de la propiedad había un lago, recordó. William solía amar ese lugar. Caminó por un par de minutos ver el enorme lago. Su primo estaba de espaldas, parado al final del caminero de madera en la orilla.
“¿Qué pretendes?” dijo acercándose hasta quedar a unos pasos. No levantó la voz, pero el reclamo en ella era evidente.
William no se volvió. Por supuesto que debía de haberlo escuchado.
“No sé cuál sea tu problema, pero aléjate de Atina”
El aire se llenó de tensión silenciosa, que William rompió con una risa burlona.
“¿Viniste hasta aquí a decirme eso?”
La apretó la mandíbula, estaba luchando por contener todo su enojo.
“¿Por qué lo haces?”
William se tornó hacia él.
“Pensé que eras inteligente, pero veo que los genes de la familia Chase se perdieron en ti” se mofó, impasible. Su mirada afilada se clavó en él.
“Aléjate de Atina” repitió pausadamente.
“¿Por qué debería hacer eso? Hasta donde sé, ella no te pertenece, por mucho que desees que así fuera. Ella es una persona libre de elegir lo que quiere”
Henrik se lanzó hacia él, tomándolo del cuello de su camisa. “Si le haces daño, acabaré contigo” Aunque William era ligeramente más alto, Henrik no se quedaba atrás. Con sus casi diecisiete años, era de estatura bastante elevada y muy fornido. Estaban casi a la misma medida, y la furia que contenía le daban un aspecto rudo que contrastaba con su usual apariencia tranquila.
“¿Daño? ¿Me vas a hablar tú de daño?” masculló. ¡¿Tú te atreves a hablar de daño?!
Henrik lo soltó y retrocedió unos pasos. El color había desaparecido de sus mejillas.
“¿Por qué no le dices la verdad? ¿Por qué no le dices tu secreto? Vamos, dile quién eres”
“Estás completamente equivocado. Lo has estado siempre. Pero tú nunca vas a escucharme”
“Yo sé lo que sucedió ese día y nada de lo que digas lo podrá cambiar”
Henrik le dio la espalda y se marchó.
“Esa chica me gusta, ¿y sabes qué, querido primo? ¡Yo también le gusto!” le gritó mientras se marchaba.
Henrik se subió a su camioneta, y salió a toda velocidad. Una lágrima rodaba por sus mejillas. Ese idiota había conseguido enfurecerlo. Ir allí fue un error, pero necesitaba verlo. Necesitaba saber qué tenía pensado, y para su pesar, terminó confirmando sus conjeturas. William sabía lo que él sentía por Atina, eso explicaba su repentino interés por ella. Y si él lo sabía solo podía ser por una persona.
Era tiempo de hablar con Jessica.
Jess le atendió al tercer intento.
“No esperaba tu llamada” dijo ella, agotada. Sonaba música de fondo, casi podía apostar que estaba en el gimnasio. A veces esa chica le recordaba demasiado a su madre.
“Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos?”
“Guau, ¿a qué se debe tanta urgencia?”
Exhaló. “Jess, es importante”
“Adivino… es sobre Atina” dijo, divertida. “Puedes decírmelo por teléfono.”
Henrik ya esperaba esa respuesta.
“¿Tú le hablaste de mí a tu novio?”
Hubo un silencio en el extremo de Jess.
“¿Por qué le hablaría de ti a Reuben? dijo finalmente.
Él sabía que aunque la mayoría de las veces lo hacía sin malas intenciones, ella hablaba más de la cuenta. Y a veces ni siquiera lo notaba.
“William Chase está interesado en ella, y la conoció por tu culpa”
“Ok. Detente allí mismo” intervino con firmeza “lo de tu primo no es mi culpa. Y cámbiame el tono. Si a alguien más le gusta Atina, ¿qué esperas que yo haga? ¿Acaso pensabas que eras el único que se podía fijar en ella?”
Henrik cortó la llamada. Hablaría con Jess más tarde, y se disculparía. Sabía que ella tenía razón, pero no quería lidiar con eso de momento.
Atina
Henrik nunca me había hablado así. De hecho, jamás se había molestado conmigo. Daba vueltas en la cama, pensando en el asunto, y no conseguía llegar a ningún lado. Si tan solo entendiese el porqué de su rechazo hacia William quizás tendría algún sentido.
Mi madre estaba en casa, y de seguro había notado algo diferente, pues vino a mi habitación preguntándome si estaba bien. Le conté lo sucedido y me miró como si hubiese dicho una verdad demasiado evidente.
“Hija, yo creo que tienes que abrir más los ojos”
“¿A qué te refieres, mamá?”
“Ese muchacho, Henrik, no te ha dicho todo”
Ahora también ella estaba hablando a medias.
“Si puedo decirte algo, es esto. Tu amigo vale demasiado. No pierdas esa amistad”
Mi mamá había visto todo lo que Henrik había hecho por mí. Él ya era prácticamente de la casa, y mi madre lo apreciaba bastante. Tenía sus razones, Henrik había hecho demasiados méritos sin esperar nada a cambio.
Una ola de recuerdos sacudió mi mente.
Atina, siempre me tendrás a tu lado.
Eres mi mejor amiga, no tengas miedo, que yo te cuidaré.
Gracias por ser la mejor de las amigas.
Atina, eres mi persona favorita.
Atina…
Henrik era demasiado importante para mí. No podíamos estar peleados. Me levanté de la cama, tomé mi mochila y em
“Mamá, nos vemos más tarde. Iré a buscar a Henrik”
Lo llamé, pero no atendió. Entonces decidí ir directamente a su casa. Una vez allí, solo estaba Greta, el ama de llaves de su familia, quien había regresado de sus vacaciones.
“Señorita, que bueno verla” dijo Greta, tan amable como siempre.
“Greta, te lo he dicho antes, por favor, llámame Atina”
Me invitó a pasar a la sala, a esperar a Henrik, que no se encontraba en casa.
“No importa cuánto tarde, aquí lo voy a esperar”
Greta me ofreció refrigerios, pero solo le pedí un vaso con agua. Cuando regresó, vino a mi memoria que ella había estado con la familia de Henrik desde hace como veinte años, por lo que definitivamente conocía a William.
“Greta, ¿puedo preguntarte algo?”
“Dígame”
“¿Sabes si William, el primo de Henrik, suele venir aquí?”
Su expresión cambió completamente.
“Él no viene aquí”
“Pero son primos” dije, esperanzada de que me diera algún dato.
“Lo siento, pero no puedo decirle más”
Guau, vaya que a estas personas le gustaba andarse con rodeos y secretismos.
“Conocí a William, y parece que no se llevan bien”
Ella soltó una risa nerviosa.
“No lo escuchó de mí, pero el joven William detesta a su primo”
“¿Por qué? ¿Qué pudo haber sido tan grave para llegar al eso?”
“Todo comenzó el día de la muerte del señor Chase”
El padre de Henrik estaba vivo, debía tratarse del padre de William.
“El señor Lucas era hermano mayor del padre del joven Henrik, Maurice. Ambos eran muy unidos, y cuando eran niños también sus hijos lo eran. William era el consentido de todos, siempre había sido un niño con cualidades increíbles, noble, bondadoso” los ojos de Greta se iluminaron, transmitiendo la nostalgia que sentía. “¡Cómo quería a ese niño!”
“Puedo verlo en tu mirada”
“No había un niño más dulce. Luego de la desgracia, él se apagó”
“¿Pero eso qué tiene que ver con su… actitud hacia Henrik?
“Ay, señorita. Puedo ver en usted a alguien de confianza, por eso se lo diré, pero nunca diga donde lo escuchó”
“Está bien” acepté.
“William está demasiado herido, y tiene motivos para sentirse así”
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sabía bien que Greta quería mucho a Henrik, entonces ¿cómo era que justificaba los sentimientos de William en su contra?
“La familia Chase se vino abajo el día que el señor Lucas falleció. Ni William, ni su madre volvieron jamás a ser los mismos. Y su propia familia les dio la espalda”
William no me había hablado de su familia, pero había una sombra de dolor en su mirada cuando yo mencioné a la mía. Era sutil, pero la había visto.
“¿A qué te refieres con que les dieron la espalda?”
“No puedo decirle nada más, pues no es mi lugar. Pero lo que les sucedió fue demasiado injusto”
Greta sonaba indignada, como si hubiera sido testigo de un delito.
“Muchas gracias, Greta. Agradezco tu confianza”
Bien. Ahora tenía más dudas, pero al menos sabía que lo que sea que sucedía tenía que ver con el padre de William y su muerte.
En ese momento llegó un mensaje.
Paso por ti a las 5.
Oh, no. Había olvidado que la primera cita era esa tarde. Solo le quedaba una hora.
“Debo irme, Greta. Gracias”
“¿Quiere que le diga algo al joven?”
“No, gracias. Ya tendré tiempo de hablar con él”
William
Stephan le había enviado un mensaje confirmando que todo estaba en orden. Su amigo se había mostrado reacio al principio, pero después de todo era una de esas extrañas ocasiones en que le pedía un favor. Su padre era el presidente del club de yates, de los cuales, aproximadamente tres eran de su propiedad. Si no estuviese en la situación económica en que se hallaba, no tendría que utilizar esas influencias para conseguir su objetivo.
Te espero en el muelle.
Llegó a la casa de Atina a las 5, y ella ya estaba afuera. Llevaba un look muy similar al de su último encuentro. Ella de seguro valoraba su comodidad de sobremanera. Pero debía admitir que le sentaba bien. Una vez más se repitió que ella no tenía que gustarle, pues solo era un medio para alcanzar el fin.
“Hoy te vas a comenzar a enamorar de mí, Atina Pier”
Atina William estaba frente a mi casa, cinco minutos antes de la hora. Apenas había alcanzado a bañarme y vestirme. Mi madre ya no estaba cuando volví de casa de Henrik, lo que agradecí internamente. Había dejado la invitación de William fuera de la conversación que tuvimos antes. No me gustaba ocultarle cosas, pero lo de este muchacho no era importante, y ella lo tomaría demasiado en serio. No quería tener otra de esas pláticas sobre porqué debía tener cuidado con los chicos. Mi madre había tenido malas experiencias, y era lindo saber que me protegía, pero no quería hacer de este asunto algo más grande de lo que era.Le envié un mensaje diciéndole que regresaría a las ocho. Ella sabía que a menudo estaba con Jess, y esperaba que asumiera que este era el caso, o que me encontraba en alguna actividad de
HenrikEra viernes, y en la semana no habían avanzado en absoluto en el proyecto. Atina había ido a su casa cuando Henrik no se encontraba, y aunque pensó en llamarla, decidió a buscarla en lugar de ello, pero terminó viéndola irse con él.Los siguió hasta el muelle, y de regreso la vio dejarla en la esquina de su casa. No había visto a William tocarla, pero el simple hecho de que la mirara, lo enfurecía. Pero nada lo hacía arder tanto como la expresión de Atina cuando estaba con él.Si ella llegaba a sentir algo por él, su corazón no lo soportaría.Tú la estás dejando irse con otro.La estás dejando irse con alguien a quien ni siquiera le importa.El peso de su conciencia era tal que tuvo que tomar uno de los medicamentos de su padre para poder dormir. Wil
William Luana era exactamente como él la recordaba, divertida, brillante, y demasiado segura de sí misma. Se había graduado antes de tiempo y había recibido varias ofertas para asistir a prestigiosas universidades. Le contaba cómo había sido su vida sin separar los ojos de él un instante. Estaban en casa de su madrina, con quien estaba viviendo en la ciudad de momento.“Te extrañé” confesó la pelirroja.William no respondió, y escapó de la prisión de sus ojos, levantándose del sofá.“No quiero dejar a mi madre mucho tiempo. Apenas la han dado de alta”La decepción no tardó en notarse en Luana.“Entiendo”William se despidió de ella con un beso en la mejilla, pero ella se giró justo entonces, rozando sus labios.“No hagas esto, por favor&r
HenrikEl lunes supo la razón real por la que Atina se retiró temprano del festival. Lo supo cuando la escuchó hablado con una coordinadora académica. Su sangre hirvió solo de pensar que alguien se hubiese atrevido a atacarla.“Eso es horrible, Atina. Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso” dijo, con tono maternal, tomándola de las manos. “Que bueno que William estuviera allí. Y ten por seguro que investigaremos esto” aseveró.Y ahora William era el héroe. Si tan solo hubiese ido él, acompañándola. Pero por mucho que le disgustaba, lo único importante era que Atina estaba bien. Estaba a salvo, y eso era todo para Henrik.Como ella no le había contado personalmente lo sucedido, él decidió no mencionar que se había enterado de esa forma. En lugar de ello, se concentró en
AtinaLa primera semana fue en extremo difícil. Aunque le pedí a William que fuésemos prudentes respecto a la relación, las cosas no fueron exactamente como esperaba. A la mañana siguiente al concierto, Reuben apareció en nuestro salón, con un obsequio para Jess. Un intenso alivio recorrió mi cuerpo cuando vi que el peluche que llevaba en brazos era para mi amiga (por un momento pensé que era otro encargo de William), pero ésta no duró mucho, pues antes de despedirse, se volvió hacia mí a felicitarme.“Y felicidades, ya supe del noviazgo. Mi amigo es afortunado”Lo dijo tan alto que todos mis compañeros lo escucharon, y sus voces sorprendidas inundaron el salón en cuestión de segundos. Todos me estaban mirando, mientras yo ardía en vergüenza.Era una granada que tarde o temprano explotaría, p
Atina“Hija, solo paso a decirte que estoy bien”“Papá, ¿qué pasó? No imaginas lo preocupada que estaba”“Solo tuve una semana difícil. Pero estoy bien. Ahora debo cortar, pero te llamaré pronto”Estaba en el instituto cuando recibí la llamada, en el baño. Su voz sonaba tranquila, pero eso no era garantía alguna. Mi padre jamás se alteraba, incluso en los peores momentos. No recordaba haberlo visto alterado ni sola vez. Mi madre solía decir que ahunque durante el noviazgo, le gustaba lo calmado que era, esa no reacción en momentos cruciales terminó por desesperarla. No me lo dijo a mí, por supuesto. Lo escuché cuando lo hablaba con Fran.Colgó antes de que pudiera hacer otra pregunta. No mencionó el dinero, pero aunque eso era ciertamente importante, no era prioridad. Querí
AtinaCuando se lo dije, mi madre no estaba contenta. Mariana Palacios era una mujer que no se iba con rodeos. No solo me recordó que era muy joven, y me repitió la historia que conocía a la perfección, sino me habló de casos terribles. Pero, aún así, me había ido mucho mejor de lo que esperaba.Quizás vio mi determinación a seguir con él en las pocas palabras que se me permitió decir en la conversación. Ella me conocía perfectamente; sabía que si estaba haciendo eso era porque se trataba de algo importante para mí. Después de todo, William era mi primer novio. No estaría con él si no fuese porque era realmente especial.Tras unos minutos, y un suspiro resignado, ella dijo que deberían conocerlo. Fran, quien estaba tras ella escuchándolo todo con detenimiento, me sonrió en c
AnnaTodo estaba listo para que partieran. Su vuelto saldría en dos horas. Ya habían pasado por seguridad, y estaban frente a su puerta.“Señora, ¿quiere que vaya por algo que beber?” preguntó Vincent. Ella negó con la cabeza. “Gracias, ve tú si quieres”Vincent regresó enseguida con un jugo y un sandwich de pavo, pero apenas pudo comerlo. Anna había notado cierto nerviosismo en su asistente. Era tan impropio de él.“Veo que no te gusta volar” conjeturó.Éste se sonrojó ligeramente.“Creo que hay cosas que uno no puede ocultar por mucho que se esfuerce” dijo sin levantar la mirada.“No, que no te avergüence. No hay nada de malo en ello. Tampoco me gusta subir a los aviones”Vincent sonrió. A veces, él le inspiraba la ternura de un niño. Quizás por eso se sentía tan cómoda en su compañía. En el pasado, la habían traicionado tanto que había pensado ya no podría confiar en los demás, pero oersonas como él re