El aire de Roma está cargado de la electricidad de una noche que promete peligro. Renatto Corleone se prepara para la entrega de un cargamento crucial, destinado a los Piromalli, una de las familias más antiguas y poderosas dentro de la ‘Ndrangheta. Cómo simple ritual le pide a Dios que lo acompañe, tal como siempre lo ha hecho desde niño, porque puede ser muy mafioso, pero creyente.
Da una última llamada a la casa para saber de su hijo y de Isabella para antes irse a zanjar sus negocios.
Por décadas, los Piromalli han sido de las familias más leales y eficientes, por lo que entregarles mercancía para que distribuyan en sus locales nocturnos es uno de los negocios más rentables. Sin embargo, Renatto es precavido y desconfiado, por lo que jamás ha dejado que nadie más que él se haga cargo de la entrega de producto.
La ubicación elegida es neutral,
La luz de la luna ilumina tenuemente la oficina improvisada donde Renatto está revisando los informes de los movimientos de las familias enemigas, buscando cuál de ellas podría apoyar a Loretto en su sed de venganza.Lo cierto es que todas pueden ser potenciales aliadas a la locura de esa mujer. Pero lo que no sabe es que tiene a alguien peor cerca de él.Su teléfono vibra sobre la mesa, el nombre de su jefe de seguridad parpadea en la pantalla. Responde de inmediato y sin expresión.—¿Alguna novedad? —pregunta sin preámbulos.“Señor, todo tranquilo por ahora, pero la seguridad se ha reforzado como ordenó.”Renatto asiente para sí mismo.—No quiero fallas. Nadie entra ni sale de la mansión. Que todos estén alerta, cualquier cosa sospechosa, llámame de inmediato.“Entendido, señor Corleone. As&iac
Cuando Renatto llega al edificio, solo le permite la entrada a dos de sus hombres, porque no quiere chismosos. En cuanto la puerta se abre, nota el aire en el calabozo está espeso y cargado de polvo. La penumbra apenas permite ver las figuras de Isabella y la mujer con la que se enfrenta, ambas envueltas en una lucha feroz. Los sonidos de golpes secos y respiraciones entrecortadas resuenan en las paredes de piedra.La escena no deja indiferente a ninguno de los hombres que observan a través de la pequeña ventana que posee la puerta, pero el más sorprendido es Renatto, quien ve a Isabella por primera vez en esa faceta. Siente cierta admiración, ya que, a pesar de los golpes que ha recibido, muestra una determinación que desborda cada movimiento.La otra mujer, con la cara hinchada y un labio partido, lanza un puñetazo que Isabella esquiva con facilidad antes de responder con un gancho de derecha que la hace
De pronto, todo se vuelve oscuro, pero cuando Renatto es capaz de abrir los ojos que también cerró como un cobarde que nadie vio, ve a su gemelo sosteniendo el arma lejos de Isabella, ella de rodillas en el suelo respirando pesadamente.El aire en el calabozo es denso, impregnado del olor metálico de la sangre y el polvo que flota en el ambiente. Isabella permanece en el suelo, inmóvil y perpleja, la mejilla aún ardiendo por la bofetada que Renatto le ha propinado, pero su mirada sigue siendo la misma, desafiante, intensa, sin un ápice de sumisión.Él la observa con el ceño fruncido, respirando con dificultad, su mandíbula apretada en un intento de contener la tormenta que se agita dentro de él.—¡¿Estás loca?! —gruñe, su voz cargada de incredulidad y enojo—. ¡¿Cómo se te ocurre atentar contra tu vida solo po
La tarde cae sobre la mansión Corleone con un aire pesado, cargado de una tensión invisible que se filtra por los pasillos. Renatto se encuentra en su despacho, revisando unos informes y decidiendo si debe abrir nuevos mercados en América, cuando su jefe de seguridad golpea la puerta y entra con expresión preocupada.—Señor, lamento interrumpirlo con cosas sin importancia, pero…—¡Habla de una vez!—Isabella… no quiere comer.Renatto levanta la mirada de inmediato. Un latido de molestia y preocupación golpea su pecho, aunque su expresión sigue siendo dura e impenetrable.—¿Desde cuándo? —su voz carga de molestia, sus dientes apretados.—Desde que la encerró, Clara dice que no ha probado bocado. Tampoco ha pedido nada. Solo se queda ahí, en silencio.Renatto se pone de pie de golpe. Sus paso
Cuando se separan, Renatto la observa con seriedad, su mano apoyada en la pequeña de Isabella, sintiendo la tensión en su cuerpo. Ella está débil, y aunque sigue manteniendo su orgullo intacto, su resistencia no le hará ningún bien.—Voy a llevarte a la mansión —declara con firmeza.—No es buena idea —responde Isabella, apartando la mirada—. Ya tengo suficientes problemas con tu gente. Si me ven entrar contigo a tu casa, solo les daré más razones para despreciarme, para que hablen esas cosas de mí… y de ti.Renatto suspira con impaciencia. No es alguien que explique demasiado sus decisiones, pero sabe que Isabella necesita escuchar las razones.—No me importa lo que piensen los demás. Defendiste a mi hijo, para mí, eso es una deuda de honor, más allá de cualquier otra cosa.Isabella lo mira fijam
La noche envuelve la mansión Corleone en un silencio inquietante. Isabella intenta dormir, pero su descanso es tan frágil como una hoja al viento. Una sensación de incomodidad la mantiene inquieta incluso en sus sueños, como si un par de ojos invisibles la observaran desde algún rincón oscuro en la habitación. Se revuelve entre las sábanas, su cuerpo tenso, su mente luchando contra un presentimiento que no logra identificar.Finalmente, se sienta de golpe en la cama, su respiración agitada. Con un movimiento firme, enciende la lámpara de la mesilla de noche. La luz débil revela los muebles familiares, pero no encuentra nada fuera de lugar que le pudiera indicar que estaba acompañada mientras dormía. Sin embargo, la sensación de ser observada persiste.—Esto es ridículo —se dice en voz baja, intentando convencerse de que todo está en
El hombre se mantiene sobre Isabella con la clara intención de someterla, pero su instinto de supervivencia se activa de inmediato. Aunque su cuerpo aún está resentido por las heridas y el cansancio acumulado, su mente trabaja rápido.Gira un poco la cabeza y nota algo que le podría ayudar a defenderse. A ciegas, su mano tantea el suelo hasta dar con un madero grueso que yace bajo uno de los muebles viejos de la bodega.Con un movimiento preciso, lo aferra con fuerza y, sin dudar, lo estrella contra la cabeza del hombre. El impacto resuena en la pequeña bodega y el agresor suelta un gruñido ahogado antes de tambalearse y caer sobre una de las sillas rotas. Isabella aprovecha la oportunidad, lo empuja con el pie, alejándolo de su cuerpo, y se levanta de inmediato, arreglándose la ropa con movimientos rápidos y eficientes.Lo observa con desprecio mientras el hombre intenta recuper
La sensación de extrañeza la invade en cuanto abre los ojos. Isabella se despierta en una cama diferente, una que no es la de la bodega ni la del cuarto de las empleadas. Parpadea varias veces, tratando de reconocer el lugar y en cuanto ve la habitación amplia, con cortinas gruesas que dejan filtrar solo un poco de luz, sabe que está en la mansión.Se incorpora rápidamente, sintiendo su cuerpo aún adolorido por los acontecimientos recientes, pero su mente está alerta. Pronto llega a ella el recuerdo de que se quedó dormida viendo películas junto a Alonzo y Renatto en la sala de la mansión, seguramente el hombre fue quien la trajo hasta el mismo cuarto que usó la noche anterior.Se pone de pie con rapidez, no está dispuesta a quedarse en ese cuarto un minuto más de lo necesario. Sale en silencio, atravesando los pasillos hasta llegar a la salida que da al pati