MÍA Emma se marcha con Ángelo, me quedo solo con mi padre y el extraño que sigue mirándome a detalle. —¿Me puedo ir? —Por supuesto que no, aún no hemos aclarado lo que pasó en la bóveda, cariño. Miro mal, de soslayo al tipo. —Basil piensa en verdad que somos esposos, insiste en que soy su esposa —expreso, tratando de evitar el tema que, en el fondo, sé que le interesa. Mi padre guarda silencio, los segundos pasan y comienza a preocuparme el no tener una respuesta clara. —Eso ya lo aclararemos después, ahora —se pone de pie—. El tema que me interesa, es saber si lo que demostró Basil, es cierto. Por favor, no me hagas dar detalles de la pregunta, que con solo pensarlo, me hace querer encerrarte. Había olvidado, por un segundo, lo que era enfrentarse a mi padre cuando algo le molestaba o no salía como él quería. —Mía, habla. —¿Qué caso tiene que responda? Ya sabes la respuesta, además, no quiero tener esta conversación contigo. Su silencio es solo una muestra más de
BASILMuevo el cuello con estrés, por momentos pierdo la noción del tiempo, pero las cosas están saliendo como lo esperaba, a excepción del hecho de que Emma confesara al Capo, los planes que tenía y que mandaran capturar a Donovan, en algo tiene razón, y es que jamás pensé en ella como un objetivo a derribar, como un obstáculo. Si Donovan me hubiese escuchado, hubiera sabido que ella está viva y él si actuaría como lo que es, un estratega que no deja cabos sueltos, derribó a los dos primeros escuadrones que iban por él, capturarlo nunca será nada fácil, y pudo destruir al tercero, pero algo me dice que se dejó vencer porque tiene un plan. —Maldición —rechino los molares. Sé cómo se manejan las cosas, lo siguiente será la tortura, no le temo, en la Bratva, el último rito de bienvenida, es eso, he experimentado dolor, ira, soledad, naciendo como el líder que ahora soy. Pensar en Mía, no mejora mi ánimo, la follé, la hice mía y le demostré a su padre que no importa en dónde la escond
MÍA Estoy nerviosa, desde que Emma se marchó, luego de informarme que por órdenes de mi padre, quiere que esté presente en la tortura que le hará a Basil y a Donovan, el tipo raro no se me aparta, está demasiado cerca, incluso ahora mismo, sentados en una especie de grada vacía a nuestro alrededor, es una habitación enorme, blindada, cerrada, sellada, rodeada por varios de los hombres de mi padre. En medio, hay dos camillas de metal, con correas a los costados, una enorme mesa con varias herramientas que no me tomo el tiempo para averiguar de que tratan, ya que me aterra lo que les vaya a hacer. —Esto es una locura —me quejo escuchando mi propia voz. Silencio, como decidí llamar al tipo mudo a mi lado, me da un ligero empujón con su brazo y me muestra su móvil de nuevo, la única manera en la que nos podremos comunicar. Miro la pantalla. “¿Estás preocupada por el Boss?” Le miro mal. —No. Teclea de nuevo, esta vez con más facilidad. “Mientes” —¿Y eso qué te importa a t
MÍA Lo amo. En cuanto me doy cuenta del peso que tienen esas dos palabras que he dicho, el corazón se me sale del pecho, mi respiración se acelera, mi padre me mira furioso, ordenando a todos que se marchen, sé lo que acabo de decir, lo que acabo de hacer, la princesa italiana acaba de declarar su amor por el Boss ruso. Todos se marchan, incluso Emma, quien ni siquiera se toma el tiempo para ver el estado en el que ha dejado a Basil, solo nos quedamos los tres. —Mía, eres mi mundo entero, por ti es que hago todo esto, pero lo que acabas de hacer va a tener consecuencias grabes —sus palabras son sentencia. —Lo sé. —No, no lo sabes, ese hombre al que defiendes, no es más que un asesino. —Como tú —duele lo que digo, pero es la verdad y es lo primero que acepté cuando me enteré de que él era el capo de la mafia italiana. Porque para ser un líder o un miembro de la mafia, de cualquier organización, hay un requisito que se debe cumplir, y eso es matar a alguien, uno que no pi
EMMATarde que temprano iba a pasar, eso me repito una y otra vez mientras permanezco en silencio, frente a la puerta en donde está encerrado y amarrado, Donovan, mi maldito Karma, puede que la Emma del pasado hubiese tomado diferentes decisiones, pero no ahora, no cuando todo lo que necesito, es terminar con esto. —Hay demasiadas cosas de las que tenemos que hablar. La voz de Ángelo me devuelve a la realidad. —Emma. Escucharlo, decir mi verdadero nombre, no hace más que enfadarme, pero cuando volteo a verlo para encararlo, solo me encuentro con una sonrisa socarrona. —El capo me ha contado toda la verdad —su sonrisa se desvanece. —¿Por voluntad propia? —entrecierro los ojos. —Bueno, no, le pedí que como único requisito para aceptarte en mi escuadrón, tenía que saber todo de ti, así que me dio los archivos que necesitaba, sé todo, Emma, todo de ti, como el hecho de que Basil Sokolov fuera tu mejor amigo, y que el hombre que está encerrado detrás de esa puerta; Donovan Stillv, e
MÍA Espero a que mi padre o alguien me diga que esto es una broma, mientras sigo sosteniendo a Basil, sí, siento cosas por él, aunque no sé si sea un amor demasiado fuerte como para superar cualquier cosa, en especial, esto. —Eso no tiene sentido —susurro. —Cariño, hablemos con calma, pero antes —me mira, estoy cubierta de sangre—. Deja al Boss. Me sobresalto. —No —expreso—. No puedo hacer eso, necesito llevarlo a que lo curen. —Princesa, es nuestro prisionero. —Si de verdad me amas, deja que haga lo que quiera esta vez, me lo debes, papá. Tenso el cuerpo, ambos nos quedamos viendo hasta que asiente lento. La verdad es que espero cualquier cosa de él, me preparo lento para un rechazo, hasta que chasquea la lengua, mira mal a Basil, saca su móvil y llama a alguien en un perfecto italiano. —Vendrán por él. —Papá —sentencio. —No le pienso hacer más, al menos no, por ahora, te lo prometo —me asegura. Enseguida, las puertas se abren y entran cinco hombres armados, Bas
MÍAMe congelo por completo, en cuanto las palabras brotan de los labios de mi padre, el aire se me atasca y comprime mis pulmones, por un segundo creo que he escuchado mal, que se trata de un sucio juego de mi mente, pero no, la mirada firme y gélida del hombre al que consideré por mucho un héroe, me fulmina. —No estás hablando en serio —susurro con temor. —Lo estoy —asiente lento—. Princesa, Franco es la mejor opción, es él de quien debías haberte enamorado, tu encuentro con él ya estaba planeado y destinado, de no ser por los hombres de Danilo Campbell, estaríamos ya celebrando tu boda con él. Doy un paso atrás. —No puedes —cierro los puños—. No puedes obligarme a casarme con alguien a quien ni siquiera conozco. —Ya tendremos demasiado tiempo para conocernos mejor —expresa Franco Smirnov—. Me gustas, Mía, desde el primer momento en el que te vi, en el que Lucian me mostró fotos tuyas. Frunzo el ceño y él parece darse cuenta de que lo rechazo hasta con el pensamiento. —Sé que
MÍAEn cuanto abro la celda, Basil se viene contra mí y me besa, siento que el alma regresa a mi cuerpo. —No deberías estar aquí —me susurra al oído—. Pero me alegra que lo hicieras. Me tomo un par de segundos para inspirar su olor.—No quisiera interrumpir, pero debemos marchar antes de que vengan los cuervos del Capo, y terminen de matarnos —dice Donovan. Le miro, tal vez no debería hacer esto, pero lo hago de todos modos, no sé si las cosas pudieran cambiar en algo, sin embargo, quiero que se sienta culpable, quiero herirlo más de lo que ya parece. —Fue Emma —le doy el mapa que me dio, a Basil—. Ella es quien trazó las rutas de escape, en caso de fallar una, están seis más. En cuanto menciono eso, Donovan tensa el cuerpo, me da la espalda. —No vino —Habla Basil mirando a su amigo. —Ella dijo que ha tomado su decisión, que su lugar ahora está con la mafia italiana, mencionó algo de haberle dado un cierre y que ya no está en deuda con ustedes, no les debe ya nada. Basil cierr