EMMALa cabeza me estalla, las noticias vuelan, saber que me golpearon como si fuera una novata mientras regresaba a mi habitación por el regalo que le tenía preparado a Mía, símbolo de una iniciación dentro de su mafia, hace que me duela más el golpe, no tengo contusiones, aunque ese es el menor de mis problemas.Saber que, de verdad, esos dos tuvieron el descaro y la valentía de venir hasta Italia, infiltrarse en los dominios de Lucian, y escabullirse entre la gente, hace que mi humor caiga por los suelos. No quiero pensar en ellos dos, y en parte es que me han mantenido encerrada aquí, en una de las habitaciones escondidas que sirven también como centro de seguridad. Por lo que ahora me encuentro rodeada por muchas pantallas que me muestran las entradas y salidas de la fortaleza, esperando no encontrarme a Donovan, él escapó, o al menos eso es lo que piensan los italianos, los conozco bien, estoy segura de que Basil, la mente maestra detrás de todo esto, planeó todo esto, tal cual
BASILEs ella, no hay duda, lo he comprobado, lo ha aceptado, el haberla traído aquí es porque necesitaba comprobar con mis propios ojos, que ella está viva, no importa la brecha que se haya abierto entre los tres, o el hecho de que ahora esté con los italianos, mucho menos el que me esté traicionando al hacerse pasar por muerta, ella respira. Le pedí al único contacto infiltrado que me ayudara a traer a Emma aquí, por ello la mentira de que el Capo la necesitaba en las mazmorras, tengo los minutos con ella contados, pero ya he venido a hacer lo que quería, y Donovan está volando en un avión privado a rusia, con la información y las coordenadas que necesitábamos. Sonrío, porque así como ellos me conocen, yo a ellos, y antes de encerrarme aquí, hice lo que tenía que hacer. Por lo que ya no requiero más. —Te va bien el plateado, pero lo de los ojos es un poco exagerado, ¿no te parece? —frunzo el ceño. Emma se queda callada, se cruza de brazos, tratando de encontrar una salida a la
EMMAÁngelo me mira con ojos inquisidores, sé de inmediato que no se trata de lo que dijo Basil, es más que eso, es la mentira, a nadie le gusta que nos mientan, pero él… las detesta, así como a las personas, la única razón por la que nunca le dije sobre mi verdadera identidad, es porque él ama demasiado a su mafia, los italianos son su familia, aunque bueno, viéndolo desde el lado positivo de las cosas, no es tan malo que lo sepa. De esa manera se le caerá la venda de los ojos y dejará de verme como una mujer con la que puede estar. —¿Qué dijiste? —pregunta a Basil sin cortar contacto visual conmigo. No hay respuesta, me quedo en mi sitio, no pienso en nada, solo en el hecho de que cuando llegue Donovan, y lo encierren junto a Basil, yo no tengo que estar presente, no quiero verlo, mucho menos después de la información que me acaba de dar el Boss. —¡Responde! —exclama en un tono demasiado elevado, incluso para él. —Cuida la manera en la que me hablas, niño, que no estamos al mis
MÍAMi padre no ha querido verme la cara en todo el tiempo que llevo dentro de su despacho, él y Ludo han estado formando un equipo extraño, en el que hablan Italiano demasiado a prisa, aún hay cosas que no comprendo, como el hecho de que el mismo hombre con el pasamontañas, siga a mi lado, no se ha despegado de mí, ni un solo momento. La inquietud reina por los alrededores, Ludo termina de hablar y enseguida sale sin más, a toda prisa, no se detiene siquiera a verme. —Lo siento, princesa —habla mi papá, por fin—. Esto era importante. Me trago el sabor amargo de sus palabras. No hablo, espero a que el tipo que no me quita los ojos de encima, se marche. Pero no lo hace, al contrario, incluso parece que mi padre no quiere que se vaya. —¿Tienes algo que decir al respecto? —mi padre detalla mi atuendo. Lo reprueba, pero es que desde que me mantuvo encerrada aquí con él, no he tenido tiempo alguno de hacerme un cambio de ropa. —Claro —frunzo el ceño, subiendo el tirante de mi vestido,
MÍA Emma se marcha con Ángelo, me quedo solo con mi padre y el extraño que sigue mirándome a detalle. —¿Me puedo ir? —Por supuesto que no, aún no hemos aclarado lo que pasó en la bóveda, cariño. Miro mal, de soslayo al tipo. —Basil piensa en verdad que somos esposos, insiste en que soy su esposa —expreso, tratando de evitar el tema que, en el fondo, sé que le interesa. Mi padre guarda silencio, los segundos pasan y comienza a preocuparme el no tener una respuesta clara. —Eso ya lo aclararemos después, ahora —se pone de pie—. El tema que me interesa, es saber si lo que demostró Basil, es cierto. Por favor, no me hagas dar detalles de la pregunta, que con solo pensarlo, me hace querer encerrarte. Había olvidado, por un segundo, lo que era enfrentarse a mi padre cuando algo le molestaba o no salía como él quería. —Mía, habla. —¿Qué caso tiene que responda? Ya sabes la respuesta, además, no quiero tener esta conversación contigo. Su silencio es solo una muestra más de
BASILMuevo el cuello con estrés, por momentos pierdo la noción del tiempo, pero las cosas están saliendo como lo esperaba, a excepción del hecho de que Emma confesara al Capo, los planes que tenía y que mandaran capturar a Donovan, en algo tiene razón, y es que jamás pensé en ella como un objetivo a derribar, como un obstáculo. Si Donovan me hubiese escuchado, hubiera sabido que ella está viva y él si actuaría como lo que es, un estratega que no deja cabos sueltos, derribó a los dos primeros escuadrones que iban por él, capturarlo nunca será nada fácil, y pudo destruir al tercero, pero algo me dice que se dejó vencer porque tiene un plan. —Maldición —rechino los molares. Sé cómo se manejan las cosas, lo siguiente será la tortura, no le temo, en la Bratva, el último rito de bienvenida, es eso, he experimentado dolor, ira, soledad, naciendo como el líder que ahora soy. Pensar en Mía, no mejora mi ánimo, la follé, la hice mía y le demostré a su padre que no importa en dónde la escond
MÍA Estoy nerviosa, desde que Emma se marchó, luego de informarme que por órdenes de mi padre, quiere que esté presente en la tortura que le hará a Basil y a Donovan, el tipo raro no se me aparta, está demasiado cerca, incluso ahora mismo, sentados en una especie de grada vacía a nuestro alrededor, es una habitación enorme, blindada, cerrada, sellada, rodeada por varios de los hombres de mi padre. En medio, hay dos camillas de metal, con correas a los costados, una enorme mesa con varias herramientas que no me tomo el tiempo para averiguar de que tratan, ya que me aterra lo que les vaya a hacer. —Esto es una locura —me quejo escuchando mi propia voz. Silencio, como decidí llamar al tipo mudo a mi lado, me da un ligero empujón con su brazo y me muestra su móvil de nuevo, la única manera en la que nos podremos comunicar. Miro la pantalla. “¿Estás preocupada por el Boss?” Le miro mal. —No. Teclea de nuevo, esta vez con más facilidad. “Mientes” —¿Y eso qué te importa a t
MÍA Lo amo. En cuanto me doy cuenta del peso que tienen esas dos palabras que he dicho, el corazón se me sale del pecho, mi respiración se acelera, mi padre me mira furioso, ordenando a todos que se marchen, sé lo que acabo de decir, lo que acabo de hacer, la princesa italiana acaba de declarar su amor por el Boss ruso. Todos se marchan, incluso Emma, quien ni siquiera se toma el tiempo para ver el estado en el que ha dejado a Basil, solo nos quedamos los tres. —Mía, eres mi mundo entero, por ti es que hago todo esto, pero lo que acabas de hacer va a tener consecuencias grabes —sus palabras son sentencia. —Lo sé. —No, no lo sabes, ese hombre al que defiendes, no es más que un asesino. —Como tú —duele lo que digo, pero es la verdad y es lo primero que acepté cuando me enteré de que él era el capo de la mafia italiana. Porque para ser un líder o un miembro de la mafia, de cualquier organización, hay un requisito que se debe cumplir, y eso es matar a alguien, uno que no pi