MÍALa capa de humo hace que mis sentidos se nublen, el miedo recorre cada una de mis venas, sin embargo, no dejo que me paralice, Basil me mantiene abajo mientras somos rodeados por varios de sus hombres, nos defienden de cualquier ataque, los disparos y las detonaciones no dejan de escucharse de fondo, él habla por teléfono con alguien, da instrucciones en ruso hasta que cuelga. Le toma solo un minuto, su mano descansa sobre mi espalda baja y creo que quiero decirle que se aparte, que no lo haga más, pero honestamente, no tenemos tiempo para esto. —¿Qué es lo que sucede? —me armo de valor para preguntar. Los ojos de Basil no se apartan de todo nuestro alrededor, la sonrisa que creí ver antes se ha esfumado. —Nos están atacando. —¿Quienes? Basil se me queda viendo, enseguida me levanta como si yo fuese una muñeca de trapo sin vida y siento al instante mis piernas débiles. —Basil —Donovan se acerca saliendo no sé de dónde—. Son los italianos. Basil frunce el ceño. —¿Estás seg
MÍA Decisiones. Eso es lo que me lleva a caminar a prisa de la mano de un hombre mucho mayor que yo, en cuanto me alejo de Basil, este tira de mí con delicadeza, su tacto es amable, suave, incluso me toca como si no quisiera, como si me fuera a romper enseguida en mil pedazos. Y por muy loco que parezca, me siento… protegida con este hombre. —¡Mía! La voz de Basil me detiene por unos segundos, pero no giro. —Te encontraré —su voz dura es una sentencia que cae sobre mis hombros—. Y cuando lo haga, te dolerá. Mis mejillas se calientan porque sé a lo que se refiere, no digo nada más, solo me alejo en cuanto los disparos aumentan, junto con las detonaciones de bombas. Nos apresuramos hasta salir de ese sitio. Los hombres que nos escoltan hacen todo lo posible por defendernos. La brisa gélida golpea mi rostro y me quedo quieta solo por un segundo, mirando al cielo, dos jets parecidos a los de guerra, con la bandera italiana, pasan por encima de nosotros, se dan una media vuelt
MÍA No sé si reírme o llorar, puede que ambas, pero con el miedo como componente principal, sería lo más correcto, Ludo me acaba de llamar princesa italiana, esto debe ser una broma, me le quedo viendo como si le hubieran salido dos cabezas en lugar de solo tener una. —¿Princesa italiana? —Todo a su momento —me interrumpe. Me muerdo el labio inferior, viniendo a mí un recuerdo del pasado, uno que hasta apenas hace dos segundos, creía enterrado, mi padre, cuando era más niña, incluso antes de la muerte de mi madre, solía contarme historias, muchas de ellas las protagonizaba una niña italiana, una que era valiente ante cualquier adversidad, de hecho, esa niña fue mi heroína en más de una ocasión. Esas historias y esa niña, llegaron a ser lo más cercano que yo conocía como una amiga, luego mi madre murió, mi padre dejó de contarme historias, y mi cielo azul se nubló, hasta la fecha de hoy. Mi mente viaja al pasado, a esa historia, y hasta mi padre, quien ahora ya no está para
MÍA —Ya puedes abrir los ojos. Hago lo que me dice Ludo, tratando de tranquilizar los latidos de mi corazón, me doy cuenta de que mis manos siguen aferradas a los costados del asiento, poco a poco aligero mi carga emocional y me dedico a tomar pequeñas bocanadas de aire hasta que llenen mis pulmones, aplico la acción un par de veces hasta que alguien se acerca y me da una botella de agua. —Gracias. La bebo toda sin dudar, Ludo teclea algo en su celular, ¿habré tomado la decisión correcta? Me quedo con la imagen de Basil en mi memoria, él pudo haber corrido hacia mí, pudo haber intentado salvarme, pero ahora que lo pienso, él no me estaba viendo a mí, sino, a alguien más, él estaba viendo a otra mujer que no era yo. —¿Te encuentras bien? Levanto la mirada tragando lo último que me quedaba de agua, suspendida en la garganta. —Necesito respuestas, desde que me casé con Basil y me trajo a Rusia, todo ha estado… demasiado extraño, no comprendo muchas cosas, prometiste que si i
BASILEl cuerpo me arde, recibí dos disparos en mi afán por salvar a Mía, lo prometí, mantenerla a salvo era mi maldita prioridad, pero ahora, todo se fue a la mierda, no solo por la información que recibí por parte de Emma, sino, porque Viktoria me lo confirmó apenas llegaron sus hombres para ayudarnos cuando Ludo se llevó a Mía. Un disparo fue en el brazo, y el otro, en el hombro, no obstante, eso no me detuvo para ir por ella, quería detener la locura y el plan que tenía Ludo Kutzova, ese traidor de la Bratva, sin embargo, cuando la vi llena de terror, sabiendo que en ella estaba viendo la misma imagen de Portia cuando recibió el disparo de gracia por mí, hizo que me congelara por unos segundos. ¿De verdad quería esta vida para Mía? Ella no es Portia, pese a que algunas veces la veo en ella, me gusta, ella me da esa luz y vida que no veía en mucho, pero sobre todo, hay algo en ella que me mantiene cuerdo, con los pies en la tierra, algo que ni siquiera la misma Portia podía hacer
MÍAMis ojos se llenan de lágrimas, mismas que no puedo detener porque esto es lo que he estado soñando todo el tiempo desde que me enteré del accidente de avión en el que había fallecido mi padre, pero no es así, él está aquí, mi papá, mi héroe, mi mejor amigo, el mismo que siempre he amado. —Papá —mi voz se quiebra sin que pueda hacer algo al respecto. —Princesa —extiende sus brazos a manera de abrazo, con toda la intención de que corra hacia él como cuando solía hacer de niña—. Ven, pequeña. Quiero odiarlo, hay demasiadas cosas que no entiendo, como lo he hecho de que esté con vida cuando se supone que debería estar muerto, sin embargo, es mi papá, el primer hombre al que amé más que a mi vida. No lo resisto más, y es por eso que sin perder más tiempo, pensando en que tan solo un par de días me sentía perdida sin él, con el corazón y el alma destrozados, sabiendo que jamás lo volvería a ver, a escuchar, corro hasta él y me dejo envolver entre sus brazos. —Menos mal que estás b
MÍABebo el vaso de agua que me han traído, aunque no siento el líquido en mi garganta, solo lo hago como un mecanismo de defensa, mi padre ha terminado de contarme todo, con pruebas, y no puedo dejar de sentir este vacío en mi pecho, ellos, los Sokolov, son quienes han matado a mi madre cuando más la necesitaba, ellos son los únicos culpables. —Vine por lo que es mío, por mi trono —rompe el silencio mi padre—. Esto es lo que somos y no puedo seguir sin tu presencia, cariño. Frunzo el ceño levantando la mirada. —¿A qué te refieres con eso? —A que pienso volver a ser el líder oficial, por ello, he decidido matar a Danilo Campbell, él ya sabe que estoy con vida y que voy en camino en cualquier momento, pero para ello, necesito la fuerza, el impulso, y eso eres tú —acuna mi rostro con ternura—. Te necesito a mi lado.Tenso el cuerpo. —Yo… —Cuando recupere el poder sobre la organización, podrás hacer lo que siempre has querido, trabajar aquí, en Italia, como arquitecta, es lo que si
MÍAVer a Emma me hace feliz, hasta que recuerdo que ella es la mejor amiga de Basil, una mujer de la Bratva, y que si sé ha infiltrado aquí, es solo por una razón, una que me altera los sentidos. —Tu padre sí que tiene una seguridad de diez —se queja. Es ahí cuando me doy cuenya de que tiene una herida en uno de los costados, la sangre brota demasiado y ella pierde el equilibrio, se saca una daga al tiempo que sus rodillas se impactan sobre el suelo. —Maldición, sí que me costó un mundo llegar hasta ti —dice y corro hacia ella. —Emma… Me doy cuenta de los daños que ha sufrido su cuerpo, enseguida, suena una alarma por todo el lugar, ella sonríe aunque escupe sangre. Ella se ha infiltrado, pero al parecer, se ha enfrentado a los hombres de papá y ahora ella está a punto de morir. —Joder.—Basil… —Él no sabe dónde estoy, piensa que sigo en Alaska en la misión, Akin me está cubriendo las espaldas —dice con dificultad. —¿Por qué?... —la sostengo entre mis brazos, manchando de su