MÍABasil no me cuenta muchas cosas, y esta es una de ellas, porque en su rostro veo no solo la preocupación reflejada, sino, la rabia que contiene en su interior. —Un consejero, ¿es importante? Creí que querías que descansara —musito por lo bajo, con la intención de que me deje faltar. —No puedo —refuta—. Tienes que estar presente, él ha venido solo para conocerte, aunque te seré sincero, esto es nada más una prueba. —¿Una prueba? —Ya todos saben que eres mi esposa, mi mujer, pero no saben nada de ti, entrar a una organización si no eres una mujer que ha nacido dentro del mundo criminal, no es una cosa fácil, todo el mundo desconfía de ti cada que puede, y ahora mismo, pese a que nadie se atreve a contradecir mis decisiones, ellos dudan de que puedas tener las capacidades que se necesita en tu puesto. —¿Mi puesto? —me señalo a mí misma. —Sí, eres la Koroleva, ya te lo he dicho, mi esposa, tienes un papel importante en mi vida y en la de los demás miembros de la organización. H
MÍANo he podido probar alimento en lo que queda del día, tampoco he visto o he hablado con Basil, temo que haya pensado mal de mí con todo lo que le dije, pero no me arrepiento, fui sincera, y eso es lo único que me hace sentir tranquila. Son las seis y media de la tarde, por lo que cuando termino de alistarme, sintiéndome como un ave enjaulada, salgo de la habitación, caminando por los corredores, me doy cuenta de que hay un guardia a cada tanto en las esquinas, me doy cuenta de que cada uno me mira a detalle, como si estuvieran estudiando cada uno de mis pasos, de mis movimientos. Antes de llegar a las escaleras, me detengo en seco al ver a Basil, acorralando a una mujer que por la vestimenta, me doy cuenta de que se trata de una sirvienta, o sumisa, como los rusos le llaman. Tiene rodeado su cuello con su mano, le dice algo al oído y enseguida le toca los pechos, el asunto es que no lo hace de una manera sexual, más bien, brutal. La chica no tarda en darse cuenta de mi presenci
MÍAEspero paciente a que Basil haga algo al respecto, como alejarlo de mí, o incluso a lanzarse sobre él, pero no lo hace, el ataque en su contra de alguna manera, no llega, lo que hace que un nuevo temor invada mi sistema, el beso no dura mucho tampoco, de hecho, es superficial y casi fugaz. En definitiva no estoy acostumbrada a la Bratva y creo que en el fondo, sé tan bien como todos los presentes, que nunca lo estaré. —Siento que sea de esta manera, pero es la bienvenida que los viejos mandos como yo, solemos darle a las Korolevas —mira a Viktoria—. También besé en su momento a la madre de Basil. —Y no fue nada grato, Ludo Kutzova —baja el arma Viktoria y vuelve a tomar asiento—. Empecemos. «Esta familia es de locos» pienso para mis adentros. Noto que también llega Donovan, este parece estar presente solo en persona, porque por su mirada perdida y movimientos bien estudiados al momento de tomar asiento, su mente no está aquí. Apenas intento dar un paso, cuando Basil me rodea
MÍALa capa de humo hace que mis sentidos se nublen, el miedo recorre cada una de mis venas, sin embargo, no dejo que me paralice, Basil me mantiene abajo mientras somos rodeados por varios de sus hombres, nos defienden de cualquier ataque, los disparos y las detonaciones no dejan de escucharse de fondo, él habla por teléfono con alguien, da instrucciones en ruso hasta que cuelga. Le toma solo un minuto, su mano descansa sobre mi espalda baja y creo que quiero decirle que se aparte, que no lo haga más, pero honestamente, no tenemos tiempo para esto. —¿Qué es lo que sucede? —me armo de valor para preguntar. Los ojos de Basil no se apartan de todo nuestro alrededor, la sonrisa que creí ver antes se ha esfumado. —Nos están atacando. —¿Quienes? Basil se me queda viendo, enseguida me levanta como si yo fuese una muñeca de trapo sin vida y siento al instante mis piernas débiles. —Basil —Donovan se acerca saliendo no sé de dónde—. Son los italianos. Basil frunce el ceño. —¿Estás seg
MÍA Decisiones. Eso es lo que me lleva a caminar a prisa de la mano de un hombre mucho mayor que yo, en cuanto me alejo de Basil, este tira de mí con delicadeza, su tacto es amable, suave, incluso me toca como si no quisiera, como si me fuera a romper enseguida en mil pedazos. Y por muy loco que parezca, me siento… protegida con este hombre. —¡Mía! La voz de Basil me detiene por unos segundos, pero no giro. —Te encontraré —su voz dura es una sentencia que cae sobre mis hombros—. Y cuando lo haga, te dolerá. Mis mejillas se calientan porque sé a lo que se refiere, no digo nada más, solo me alejo en cuanto los disparos aumentan, junto con las detonaciones de bombas. Nos apresuramos hasta salir de ese sitio. Los hombres que nos escoltan hacen todo lo posible por defendernos. La brisa gélida golpea mi rostro y me quedo quieta solo por un segundo, mirando al cielo, dos jets parecidos a los de guerra, con la bandera italiana, pasan por encima de nosotros, se dan una media vuelt
MÍA No sé si reírme o llorar, puede que ambas, pero con el miedo como componente principal, sería lo más correcto, Ludo me acaba de llamar princesa italiana, esto debe ser una broma, me le quedo viendo como si le hubieran salido dos cabezas en lugar de solo tener una. —¿Princesa italiana? —Todo a su momento —me interrumpe. Me muerdo el labio inferior, viniendo a mí un recuerdo del pasado, uno que hasta apenas hace dos segundos, creía enterrado, mi padre, cuando era más niña, incluso antes de la muerte de mi madre, solía contarme historias, muchas de ellas las protagonizaba una niña italiana, una que era valiente ante cualquier adversidad, de hecho, esa niña fue mi heroína en más de una ocasión. Esas historias y esa niña, llegaron a ser lo más cercano que yo conocía como una amiga, luego mi madre murió, mi padre dejó de contarme historias, y mi cielo azul se nubló, hasta la fecha de hoy. Mi mente viaja al pasado, a esa historia, y hasta mi padre, quien ahora ya no está para
MÍA —Ya puedes abrir los ojos. Hago lo que me dice Ludo, tratando de tranquilizar los latidos de mi corazón, me doy cuenta de que mis manos siguen aferradas a los costados del asiento, poco a poco aligero mi carga emocional y me dedico a tomar pequeñas bocanadas de aire hasta que llenen mis pulmones, aplico la acción un par de veces hasta que alguien se acerca y me da una botella de agua. —Gracias. La bebo toda sin dudar, Ludo teclea algo en su celular, ¿habré tomado la decisión correcta? Me quedo con la imagen de Basil en mi memoria, él pudo haber corrido hacia mí, pudo haber intentado salvarme, pero ahora que lo pienso, él no me estaba viendo a mí, sino, a alguien más, él estaba viendo a otra mujer que no era yo. —¿Te encuentras bien? Levanto la mirada tragando lo último que me quedaba de agua, suspendida en la garganta. —Necesito respuestas, desde que me casé con Basil y me trajo a Rusia, todo ha estado… demasiado extraño, no comprendo muchas cosas, prometiste que si i
BASILEl cuerpo me arde, recibí dos disparos en mi afán por salvar a Mía, lo prometí, mantenerla a salvo era mi maldita prioridad, pero ahora, todo se fue a la mierda, no solo por la información que recibí por parte de Emma, sino, porque Viktoria me lo confirmó apenas llegaron sus hombres para ayudarnos cuando Ludo se llevó a Mía. Un disparo fue en el brazo, y el otro, en el hombro, no obstante, eso no me detuvo para ir por ella, quería detener la locura y el plan que tenía Ludo Kutzova, ese traidor de la Bratva, sin embargo, cuando la vi llena de terror, sabiendo que en ella estaba viendo la misma imagen de Portia cuando recibió el disparo de gracia por mí, hizo que me congelara por unos segundos. ¿De verdad quería esta vida para Mía? Ella no es Portia, pese a que algunas veces la veo en ella, me gusta, ella me da esa luz y vida que no veía en mucho, pero sobre todo, hay algo en ella que me mantiene cuerdo, con los pies en la tierra, algo que ni siquiera la misma Portia podía hacer