MÍA—Hablemos mientras llegamos al aeropuerto. La voz de Basil parece un frío eco que solo me provoca escalofríos, mis emociones todavía se encuentran a flor de piel, en cuanto me alejé, él no hizo nada por detenerme, de hecho, hubiera preferido que se quedara en el hospital, no decirme nada y poder estar tranquila. —Lo que sientes no es real y solo le haces daño a nuestro hijo. Eso me hace mirarlo con odio. —Jamás haría algo que pudiera dañar a mi hijo. —Nuestro —me corrige. Sello mis labios. —Eso lo hubieras pensado antes —murmuro, apartando mi mirada de él. —Mía. —Ni siquiera sé por qué estás aquí, tus hombres bien pudieron haberme traído, además, llegando, los cuervos de mi padre me van a proteger. —Prefiero que uno de mis hombres vaya contigo, Akin. —No lo necesito —replico sin apartar mi mirada de enfrente. —Mía, hago todo esto por ti, para que estés a salvo, no puedo quedarme de brazos cruzados cuando soy el Boss.—Aja, ya entendí —respondo con indiferencia. —Mónta
BASILTermino de hacer las llamadas correspondientes, sintiendo aún el resquemor al haber tomado la decisión de dejar ir a Mía, su regreso a Italia es lo peor que pude haberle empujado a hacer, sin embargo, si eso la mantendrá con vida, a ella y a mi hijo, lo haría de nuevo, no confío en Lucian Bennett, pero si Mía permanece en Rusia, no tendré cabeza para planear los ataques de la guerra que se acerca.—Sabes que has tomado la mejor decisión.La voz de mi madre hace que levante la mirada, ella y mi tío están delante de mí, hemos pasado toda la maldita noche planificando, investigando, al parecer, los Calabrin, el grupo ruso opositor, son quienes se han encargado de esparcir la pólvora entre algunas organizaciones de la pirámide.—Eso no es lo importante —interrumpe mi tío con molestia—. Sé que la alianza con Italia era necesaria, yo mismo la apoyé desde el principio, solo que, con la chica equivocada, Mía Bennett, no es mujer de la Bratva, tampoco de la mafia, ella no pertenece a est
MÍACuando despierto, detallo mi entorno buscando una explicación clara, al darme cuenta de que se trata de un avión, el miedo invade mi sistema, me incorporo, tengo el cinturón puesto, por lo que por acto reflejo de supervivencia, me lo quito. —No lo hagas, es mejor si te lo dejas puesto. Alguien camina a mis espaldas para sentarse delante de mí. —Franco —digo en medio de un susurro vergonzoso. —El que te acuerdes de mi nombre, hace que me sienta halagado, Mía —sisea con ojos de halcón. Frunzo el ceño, la cabeza me estalla, se da cuenta y enseguida le pide en un perfecto italiano, a una azafata que se acerca con un contoneo vulgar de caderas, una sonrisa falsa que solo encara sus intenciones con él, y un escote promiscuo, algo. —Te traerán agua. Muevo los engranajes de mi cabeza, reuniendo en menos de un minuto, las piezas que faltan en mi rompecabezas, mi padre, el hombre que se supone debía protegerme, me inyectó algo, me ha engañado y ahora estoy en un avión. —¿En dónde es
MÍAMe toma dos segundos comprender que no tengo por qué sentir miedo de que Basil llegue a ver la foto del beso, después de todo, no estamos en buenos términos y él está cuidando de su amada Portia. —Así que esto es parte del plan de mi padre —me recompongo de la impresión del beso y mantengo la calma—. ¿Fue tu idea? Franco Smirnov me sostiene la mirada, como si quisiera descifrar algo que no entiende de mí. —Fue idea de tu padre —asegura en tono hosco—. Como te dije, yo solo sigo las órdenes del capo. —Así que mi padre me va a tener encerrada aquí hasta que nazca mi hijo, con la excusa de que nadie me encuentre y nadie de ninguna otra organización, me pueda dañar —doy un paso adelante—. Cuando en realidad quiere usarme para hacerle daño a Basil Sokolov. Veo que la mirada de Franco se oscurece y que sus pupilas se dilatan. —¿Me equivoco? —frunzo el ceño. Sintiendo la mirada inquisidora de Akin, sobre mí. —Eres más inteligente de lo que pensé, Mía Bennett. —Sokolov —irrumpe A
MÍAMe congelo con las palabras que dice el italiano que parece agitado, no, no puede, se supone que mi padre se ha encargado de que no me encuentre, ¿cómo es que siempre sabe en donde estoy? Retrocedo un paso sin darme cuenta de que incluso he perdido toda capacidad de poder respirar por mi cuenta. Franco parece darse cuenta de mi estado, frunce el ceño y se acerca a mí, tomando mi mano y colocando dos de sus dedos en la muñeca para revisar mi pulso. —Los latidos de tu corazón están acelerados —anuncia como si fuera un experto en medicina. ¿Por qué no me deja en paz? Ya tiene a la mujer que ama a su lado, decidió que los italianos debían protegerme antes que él mismo, el propio padre de mi bebé, no, me niego a caer de nuevo en ese círculo vicioso. —No quiero —logro articular, aunque con cierta dificultad. —¿Qué quieres decir con eso? —Franco parece ponerme más atención que la debida. —No quiero verlo, no quiero que me encuentre, yo… solo no quiero ver a Basil. Hay cierto brill
NARRADOR OMNISCIENTE—No deberías estar aquí. Dimitri observaba con cierta inquietud a Portia, quien caminaba con cierta fluidez como en el pasado, ya se había cansado de esperar a que Basil acudiera a ella, de que se diera cuenta y reconociera de que ella era la única mujer que lo amaba, y no Mía Bennett. —Parece ser que ya puedes caminar —ironizó Dimitri, al tiempo que le daba una calada a su cigarrillo. —Sabes tan bien como yo, que lo de mi estado de salud es una farsa. —Un asqueroso juego, si se me permite decir, para atrapar a mi sobrino —expresó Dimitri con asco. Era cierto, no aceptaba a Mía, no solo porque era italiana y la hija de Lucian, pero lo que no soportaba era que una mujer como Portia, quisiera ser parte de los Sokolov, ya no era digna ante sus ojos, mucho menos para el propio Basil. —Haré lo que sea necesario para que él vuelva a estar a mi lado. —Lo veo difícil, he hecho de todo para que se aleje de la princesa italiana, pero al parecer no hay nada en el mund
MÍA—Ella estará bien. —¿Cómo puedes asegurarlo? No se ve nada bien, ¡haz algo! ¡Haz que despierte! —Señor, tiene que tranquilizarse, en seguida vuelvo. «Esa voz»Comienzo a removerme inquieta, las imágenes de lo sucedido hacen que abra los ojos, la boca la siento seca, el cuerpo adolorido y el miedo de haber perdido a mi bebé, hacen que me quiera incorporar con rapidez. —Cariño.Levanto la mirada, ver a mi padre me llena de sorpresa, en especial porque aún no me puedo creer que esté aquí. —Qué ha pasado… —Mía.No, no, esa voz, no quiero voltear a verlo, pero es él quien termina por acercarse, mi padre le mira mal y se aparta de mí solo un poco. —Agradece que no te haya matado solo por estar casado con mi hija —le sisea. Miro mis manos, escapaba de Basil, lo quería lograr, pero al parecer, últimamente las cosas no pasan como yo esperaba. —Quiero estar a solas con mi mujer —espeta con firmeza. Frunzo el ceño y me trago la regañina por decirme de ese modo. —De ninguna manera
MÍA Un hospital, ya parece costumbre que aparezca aquí de vez en cuando, al parecer el tío de Basil, fue envenenado y a causa de eso entró en una especie de coma. Y ahora, esperamos noticias de él. Viktoria no se ha despegado del quirófano, hay una sección blindada en la que se puede ver la operación o lo que sea, porque al parecer el veneno dañó los órganos y tuvo una hemorragia interna. —No deberías estar aquí. Salgo de mi ensimismamiento. Basil me da una botella de agua que agarro con cautela. —Gracias —susurro. —Tienes que descansar. —Tu también. —Como Boss, es mi deber estar aquí, pero el tuyo no. Miro por un segundo detrás de él, Portia decidió venir también, y observa todo desde dos metros de distancia, al parecer está feliz de que Basil me diga esas cosas. —Soy tu esposa, mi deber es estar a tu lado —refuto. En cuanto digo esas palabras, la sonrisa llena de satisfacción de Portia, se borra del rostro. Me pongo de pie y tomo la mano de Basil, sabiendo qje ell