BASIL —Te amo, nunca he dejado de hacerlo, Basil. Repite Portia, me quedo callado, cuando me doy cuenta del peso de sus palabras, me alejo, provocando que frunza el ceño. —¿Sucede algo malo? —me pregunta, aún sabiendo la respuesta. —Estoy casado —digo lento. —Solo te casaste con Mía Bennett, por su parecido conmigo —arguye con demasiada facilidad. —No es así. —No me puedes mentir a mí ¿recuerdas? Te conozco mejor que nadie, sé cuando mientes y cuándo no, no amas a esa mujer, tampoco… —Las cosas han cambiado. Mi seguridad vuelve, hay veces en las que todo eso se tambales frente a Portia, el pasado vuelve y es lo más parecido a estar viviendo en aquella época, no obstante, nada es real ya. —Al principio sí, cuando la vi pensé que eras tu, pero rápidamente me di cuenta de que son polos opuestos. —Nunca nadie me va a sustituir. Asiento. —Me he enamorado de Mía, por eso me casé con ella, porque la sola idea de soportar a alguien más cerca de ella, o formando parte
MÍASé lo que Basil está haciendo, y eso es marcar su territorio, cree que no me di cuenta de la mirada asesina que le envió a Luis, un buen vecino que se ofreció a ayudarme con las compras, fue amable y necesitaba ayuda. Pero ahora, pensando mejor las cosas, quiero que se marche corriendo, quiero que desaparezca de la atención de Basil. Cuando rompo el beso, molesta con él y por todo lo que ha pasado entre los dos desde que llegamos a Rusia, me aparto de mala gana. —Muchas gracias por ayudar a mi esposa —le dice a Luis, quitándole las bolsas—. Yo me encargo desde aquí. El pobre Luis asiente, me mira y sonríe. —Hasta luego, Mía, nos veremos después. —Muchas gracias…Basil tira de mi brazo y me lleva arrastrando hasta la puerta de la habitación que alquilé. La puerta se cierra a mis espaldas y me voy directo a la mesilla de centro, dejando ahí las bolsas que sostenía en la mano. —¿Cómo es que me encontraste? —inquiero con molestia. —Siempre lo haré, mejor, cuéntame por qué mierd
MÍALo supe desde el principio, cuando le pedí a Basil que me prometiera que no dejaría que su pasado con Portia se pusiera entre nosotros, una parte de mí, la más desconfiada, estaba segura del resultado, este mismo, solo le bastó a ella chasquear los dedos para que Basil le prestara atención. —¿Qué haces aquí? —le pregunta Basil. Los ojos de Portia se enfocan en mí, pasando por un denso recorrido hasta llegar a la unión de mis manos con las de él, no hace ningún gesto, es como una hoja en blanco, tan difícil de leer. —Necesitaba hablar contigo —ella vuelve a anclar la atención en Basil, da un paso en falso y se tambalea. Puedo sentir cómo Basil por impulso, sin pensarlo, da un paso adelante, aunque se detiene cuando intento soltarme de él. —Dejé órdenes de que te quedaras en la fortaleza principal —parece que él recupera su voz. Portia frunce el ceño. —Viktoria me ha corrido, Dimitri está ahí, por lo que ni siquiera se inmutó cuando le pedí que me trajeran a nuestro hogar. E
BASILLo vi en su mirada, la herida, el dolor, el sentimiento muerto, Mía me quiere lejos de ella y eso me mata, el maldito beso que Portia me dio solo sirvió para alejarme de la madre de mi hijo, y ahora, siento que se me está deslizando de las manos. —Basil. Levanto la mirada, jamás creí que llegaría a odiar tanto a Portia, Mía está afuera, esperando, se niega a entrar, tomo mi móvil, el cual he dejado sobre el escritorio y lo lanzo contra la pared. —Oye… En menos de dos segundos tengo rodeado su cuello con una mano. Empleo la fuerza que está fuera de mi control, porque en estos momentos es la persona que más quiero matar. —No te atrevas a interponer entre Mía y yo, no me provoques —ajusto más mi agarre, tanto, que estoy seguro de que le corto el suministro de aire—. Mía es mi esposa, mi mujer y la madre de mis hijos, no la miras, no la tocas, ni siquiera te atrevas a idear un plan para que yo la deje, porque eso no va a suceder. Los ojos de Portia se abren desmesurados debido
MÍA Basil camina de un lado a otro, no deja de hablar por teléfono en ruso, mientras el doctor con su asistente, me terminan de tomar la presión, la cabeza me duele, no puedo creer que apenas hayamos pisado la nueva casa, y ya esté hecha cenizas, lo poco que alcancé a escuchar al despertar, fue que al parecer fueron los Calabria, una organización secreta en la que estaba Portia. Pensar en ella solo hace que mi estado se desmejore, Basil no lo vio, pero yo si, la manera en la que ella lo veía, con cierto triunfo, me miraba como si estuviera segura de que el destino de Basil y el mío, sea no estar juntos, y bueno, puede que no esté tan errada como creemos, a estas alturas, pienso lo mismo. Tengo que recordarme que estoy aquí por mi bebé, y porque regresar a Italia cuando mi padre se ha comportado de un modo estratégico y gélido conmigo, no es una opción. —Todo está bien, señora Sokolov. La voz del doctor me saca de mi ensimismamiento. —¿Por qué me he desmayado? Basil mencionó
MÍALas cosas no siempre funcionan como pensaba, eso lo supe desde qué era una niña. Toda mi vida, nunca he tenido algo a lo que llamar como mío, hasta ahora, que estoy embarazada, desciendo mi mirada hacia mi vientre aún plano, saber que en este espacio tan pequeño, está siendo ocupado por alguien, parece demasiado irreal. Miro a mi alrededor, no me gustan los hospitales, después de que Portia volviera a dar su vida por salvar la de Basil, vinimos hasta aquí, a uno de los mejores hospitales privados en Rusia, aun recuerdo que hace dos horas llegó acelerado, con los ojos casi desorbitados y el miedo palpable en su sistema, exudando rabia y hablando con desesperación para que atendieran a Portia. Todo el tiempo la cargó en brazos, no hubo un solo momento en el que se acordara de mí, más que solo para decirle a Akin, que estuviera pendiente de mí, que no se despegara de mí en un solo momento y que lo siguiéramos, fue todo.Ni una sola mirada, una palabra, nada, ni porque estoy esperan
MÍAEl dolor que siento en el pecho, no me deja respirar, camino a prisa, no le presto atención a las palabras que dice Akin a mis espaldas, llego hasta el ascensor, entro y al ver que los Voyevikis comienzan a correr hacia mi dirección, presionó como loca el botón para que las puertas se cierren.—¡Mía! Me congelo, levanto la mirada y me encuentro con Basil, quien camina a prisa en mi dirección, mientras sus hombres se abren paso. Las puertas se cierran, alcanzando a escuchar una última maldición por su parte, respiro con tranquilidad, sé que no puedo escapar, todo está rodeado por sus hombres, solo quiero un momento a solas. Llego hasta la última planta, subo las escaleras llegando a la terraza del hospital, ahí, me recibe una ráfaga de viento que me eriza la piel, pero eso no se compara con lo que siento dentro. Me asomo hacia abajo, desde las alturas, las personas de abajo parecen pequeñas hormigas. El sonido de la puerta a mis espaldas, termina con tranquilidad, empujo el ácid
MÍA—Hablemos mientras llegamos al aeropuerto. La voz de Basil parece un frío eco que solo me provoca escalofríos, mis emociones todavía se encuentran a flor de piel, en cuanto me alejé, él no hizo nada por detenerme, de hecho, hubiera preferido que se quedara en el hospital, no decirme nada y poder estar tranquila. —Lo que sientes no es real y solo le haces daño a nuestro hijo. Eso me hace mirarlo con odio. —Jamás haría algo que pudiera dañar a mi hijo. —Nuestro —me corrige. Sello mis labios. —Eso lo hubieras pensado antes —murmuro, apartando mi mirada de él. —Mía. —Ni siquiera sé por qué estás aquí, tus hombres bien pudieron haberme traído, además, llegando, los cuervos de mi padre me van a proteger. —Prefiero que uno de mis hombres vaya contigo, Akin. —No lo necesito —replico sin apartar mi mirada de enfrente. —Mía, hago todo esto por ti, para que estés a salvo, no puedo quedarme de brazos cruzados cuando soy el Boss.—Aja, ya entendí —respondo con indiferencia. —Mónta