Inevitablemente unos meses después tuve que abandonar el entrenamiento del muchacho, ya que, por alguna extraña razón una enfermedad se empezó a propagar en el pueblo.En un principio; cuando tome el liderazgo después de la muerte de mi padre, no tuve que hablar con ningún aldeano. Todas las quejas o solicitudes eran escuchadas por mi madre o incluso se acercaban a ella.Muchas veces vi que salia a ayudar a la gente del pueblo y de sus alrededores, jamas le dije nada por eso. De hecho me facilitaba el trabajo. Pero una vez que la enfermedad azotó al pueblo, la gente se empezó a amotinar fuera de mi hogar.Y los desgraciados no lo hacían de forma pacífica.¿Que querían que hiciera?No era un maldito doctor.Además, ya estaba sufriendo lo suficiente encerrandome en casa sin poder salir de juerga a Eldiora como acostumbraba.Aunque por recomendación del consejero real intenté escucharlos, incluso salí al pueblo arriesgándome a contagiarme solo para mostrar a
Desperté y aún estaba recargado bajo aquel árbol. Limpié las lágrimas que habían brotado de forma inconsciente durante aquella emotiva despedida con Aldric. No podía evitar sentirme mal por él, y la verdad, me gustaría ayudarlo, pero en realidad no había mucho que pudiera hacer. Es decir, la única persona especial en su vida estaba muerta, y no creo que él quisiera reconciliarse con su padre... Por mucho que me doliera, la verdad era que no podía hacer más por él. Tal vez podría visitar la tumba de Aranis. Estoy seguro de que le habría gustado despedirse de ella. Sí, eso es... Tal vez pueda ir a su tumba y le llevaré algunas flores. Me quedé unos minutos procesando todo lo que había pasado y empecé a pensar en mi futuro. Tenía toda una vida por delante, pero la verdad, no me sentía especialmente emocionado. Tal vez era por el hecho de saber que esta era solo una vida más, y tampoco es que tuviera recuerdos como referencia para comparar si esta sería una buena o mala avent
El bar estaba abarrotado, tal como en mis memorias. Había toda clase de personajes, desde enormes hombres con gruesas armaduras de metal hasta chicas hermosas con armaduras más simples y ligeras. Y no solo eran humanos, también distinguía algunos enanos y otras razas que me costaba identificar. Todos hablaban y gritaban, algunos con bebidas en mano o exhalando humo que inundaba el lugar con un olor un tanto desagradable.Había tanta gente que la mayoría estaba de pie, pues las pequeñas mesas y la barra del bar estaban completamente ocupadas. Como era de esperar, la mayor concentración de personas se encontraba en medio de las dos escaleras que llevaban al segundo piso, donde colgaban varios carteles en el enorme tablero de misiones.Este bar-posada era, en su mayor parte, un punto de encuentro para mercenarios y aventureros independientes.Generalmente, si surgía algún problema en la ciudad o sus alrededores, la guardia del Puño de Hierro (los guardias de bajo rango de Eldiora) se enc
Mi mente me llevó a un recuerdo no muy lejano, tal vez de un par de semanas atrás. Era más de medianoche. Caminaba por las oscuras y vacías calles de Eldiora en compañía de Sora. Él venía abrazándose el brazo, al parecer estaba herido. Tenía un semblante cansado y desanimado, algo que contrastaba mucho con el Sora que estaba en el presente conmigo. Él iba caminando detrás de el, mirando al suelo. —¿No estás harto de esto, Aldric? ¿Hasta cuándo seguiremos arriesgando nuestras vidas por unas míseras monedas? —No necesito más… —contestó un desanimado Aldric—. No tienes por qué quedarte conmigo, sabes que puedes irte cuando quieras. Sora puso cara de disgusto ante las palabras de su amigo, pero enseguida sonrió de nuevo, como era su costumbre. —¿De nuevo con tu papel de víctima? ¡Vamos! —apretó el paso para adelantarse y se paró frente a el para detenerlo—. ¡Oye! Se que dijiste que ya no quieres hablar de esto, pero... Sé que podemos hacerlo... — dijo con mirada decidida y con
El recuerdo terminó abruptamente y, al volver a la realidad, aquella hermosa elfa continuaba hablando. —...El torneo está a nada de iniciar, y aún tenemos muchos lugares que visitar. —Sí... Supongo que están aquí para evaluarnos de alguna forma, ¿cierto? —dije con más seguridad, ahora que tenía un poco más de contexto sobre la situación. —¡Estamos aquí para evaluarte a ti, muchacho idiota! ¡¿Crees que perdería mi tiempo para ver al mono de tu amigo?! —explotó el enano furioso, vociferando mientras se levantaba de la silla, decidido a golpearme. La elfa volvió a detenerlo tomándolo del hombro. Él se contuvo una vez más, quedándose de pie en su lugar, rabiando en silencio. —De acuerdo... —dije algo nervioso. Era evidente que habían venido a ver con sus propios ojos al mago ofensivo con el cual, seguramente, Sora había endulzado la solicitud de inscripción. Pero en realidad no sabía exactamente qué debía mostrarles. Si les ense
Cayó la noche y el bullicio del bar disminuía poco a poco. Aún me encontraba sentado en aquella sala, mirando las runas de mi muñeca y pensando en lo que acababa de pasar. Esto no era para nada lo que tenía planeado, pero al final terminé aceptando todo lo que sucedió. Honestamente, pude haberme negado; pude haber salido de aquel bar en lugar de mostrar mis poderes a ese enano, pero por alguna razón me sentía mal faltando a la promesa que le había hecho a Sora. Sí, lo sé. Técnicamente yo no prometí nada, pero algo dentro de mí me hacía sentir empatía y cariño por él. Tal vez los sentimientos más fuertes de Aldric también terminaban impactando en mí. Me pasó con Aranis y ahora con Sora. Debía ser cuidadoso, porque, de no serlo, esto podría llegar a ser peligroso para mí en el futuro. Aunque, pensándolo detenidamente, ya había pasado ese punto. No es como si ese dichoso torneo fuera muy seguro; de hecho, con el simple hecho de negarme a participar, las runas en mi muñeca podrían mat
Salí de mi habitación y bajé al bar en busca de Sora. El lugar estaba a reventar, como de costumbre, pero encontrarlo era fácil si sabías dónde buscar. Me escabullí entre la multitud hasta llegar a la barra, donde lo vi en un extremo, sentado y coqueteando con una hermosa chica. Su túnica blanca delataba que era algún tipo de sacerdotisa o tal vez alguna maga. Ella parecía hipnotizada por las palabras de Sora, claramente una chiquilla sin experiencia… justo como le gustaban. Me acerqué y le di una ligera palmada en el hombro.—Vamos, hay que comprar algunas cosas.Sora volteó a verme y, al escuchar mi solicitud, abrió los ojos con sorpresa y emoción. Se despidió de la chica, que no pudo evitar mostrar una expresión de decepción al verlo partir.—Se ve triste… —comenté con una sonrisa burlona mientras salíamos del bar.—¿La puedes culpar? Se perdió de todo esto. —Respondió, señalando su propio cuerpo con una sonrisa—. ¿Y entonces, a dónde vamos?—Pensé en comprar
¿Y qué hacía tan especial a esta armadura? Pues, técnicamente, todo elemento expuesto a la magia primigenia solía utilizarse para potenciar la magia del usuario.Y considerando que en este mundo la gente con afinidad mágica era rara, las piezas que aumentaban el poder mágico eran increíblemente escasas y muy buscadas. A eso había que sumarle que esta armadura estaba hecha de un animal igual de raro.Ahora entendía por qué el herrero jamás nos había mencionado su existencia.—Esto... es demasiado. ¿De verdad nos la darás así sin más? —pregunté, genuinamente preocupado.Sabía que una armadura así podría resolverle la vida a cualquiera si la vendía a la persona correcta.—No tienes porqué preocuparte... Sé lo que vale, no soy idiota. — Comenzó a decir mientras bajaba el tono de voz. — Pero me gusta mi trabajo y jamás tuve una familia, así que el dinero no es algo que me quite el sueño. Lo que yo de verdad deseo, es que mi trabajo trascienda